Barcelona

La madre de Nadia: «No sé qué pasó con los 600.000 euros. Lo manejaba mi marido»

Marga Grau aseguró ante el juez que desconocía los pasos dados por Fernando Blanco a la hora de recaudar el dinero. «Si hubiera querido aprovecharme, me hubiera arreglado la boca».

Marga Grau, a la salida de los juzgados
Marga Grau, a la salida de los juzgadoslarazon

Marga Grau aseguró ante el juez que desconocía los pasos dados por Fernando Blanco a la hora de recaudar el dinero. «Si hubiera querido aprovecharme, me hubiera arreglado la boca».

Llegó la hora de dar explicaciones y Margarita, la madre de Nadia, se agarró al estereotipo de «mujer florero» para responder a las preguntas del juez. En términos generales, niega saber nada del dinero que los españoles donaron para los complicados tratamientos de su hija, ni sabe con certeza cuánto dinero se recaudó, ni cómo y en qué se gastaba, y, por ignorar, dijo no estar enterada con detalle de en qué consistían las operaciones a las que, en teoría, se sometía su pequeña. «Confiaba en mi marido», se disculpa. «Él se encargaba de todo. Ha sido ahora cuando me han explicado que se trataba de un invento y estoy muy enfadada. Hubiera puesto la mano en el fuego por él», se indignó delante del juez. LA RAZÓN ha accedido a su declaración integra: «A mi hija se le detectó la enfermedad en el 2006-2007. Por entonces, vivíamos en Mallorca. Fuimos al médico allí, al hospital de Sant Llàtcer. Le quitaron un pelo y lo mandaron analizar a Barcelona. En cuanto le diagnosticaron la enfermedad, acudimos a dos centros médicos más para que la niña recibiera tratamiento: el hospital Sant Joan de Deu y la Clínica de Navarra. En Barcelona y en Mallorca, la Seguridad Social se hizo cargo de todo. En Pamplona tuvimos que pagar el tratamiento de nuestro bolsillo».

Así arranca una declaración en la que pronto se abordaron los temas más comprometidos: «Yo nunca he salido de España. Siempre que había algún viaje para tratar a Nadia fuera de nuestro país se encargaba Fernando. Me aseguró que había ido con ella a Houston a una operación y ahora me entero de que es mentira. También me habló de Afganistán, Panamá, Estados Unidos y Francia». En un momento dado, el juez la interrumpió y le preguntó: «¿Su hija tiene pasaporte?». «No», respondió ella. «¿Y cómo iba a Afganistán sin pasaporte?¿Me lo puede explicar?», solicitó el magistrado. «No tengo ni idea», se defendió sin convicción. «Más allá de que es imposible viajar sin pasaporte a algunos de los países que ha mencionado, ¿a usted no le preocupaba que su esposo llevara a Nadia a un país en guerra como Afganistán?», insistió Su Señoría, que, según él mismo manifestó después en el auto de retirada de la custodia de la menor, no se estaba creyendo una palabra. «¿En guerra? Pues no tenía ni idea, la verdad. Yo confiaba en el padre, hubiese puesto la mano en el fuego por él. Yo le pregunté a Fernando a qué iba a Afganistán. Me explicó que era para la niña. Cuando regresaron me contó que lo que le habían hecho a Nadia era un tema de genética, que le perforaban la nunca en tres puntos y a través de los agujeros cogían los genes. Mi hija también me contaba cosas. Decía que había un doctor que le hacía mucha pupa. Pero que luego su padre le compraba regalitos», relata Margarita. «¿Y usted por qué no les acompañaba?», inquirió Su Señoría. «Me ponía muy nerviosa. Ya me pasó en Navarra al principio una vez y por eso viajaban los dos solos. Además, me tenía que quedar a cuidar del negocio de los vinos», explicó ella. «¿Cuando regresaban de sus viajes por medio mundo, entiendo que le enseñarían fotografías de los lugares que visitaban?», siguió afilando las preguntas el juez. «No, nunca trajeron fotos», dijo Margarita. «Como estaban de médicos todo el rato, supuse que estarían ocupados y no me pareció extraño. Últimamente, mi marido me contó que con genes mutados se le podía hacer un tratamiento, que se encargarían unos nuevos investigadores y que serviría para que no se muriera y estuviera más años con nosotros. Ese tratamiento concretamente se lo harían en Estados Unidos. Por eso habíamos vuelto a tratar de recaudar dinero. La operación costaba 150.000 euros y había 14 científicos para hacerla, entre ellos el Dr. Brown y el Dr. Smith y también un afgano».

Una vez que el magistrado consideró que había quedado patente que los viajes y los tratamientos eran falsos y la cobertura de burdas mentiras fue descubierta, entró a preguntar por el dinero. Margarita respondió como pudo: «Juro que yo jamás he querido aprovecharme de nada. Si ésa hubiese sido mi intención me podría haber arreglado la boca y no lo hice. Jamás he sabido que nuestra familia en realidad vivía de las donaciones que recibíamos. El alquiler de la vivienda lo pagábamos por años, pero ni idea de qué se hacía con el dinero de la asociación que creamos para sufragar los gastos médicos de Nadia. Yo conocía a la dueña, sí, pero era Fernando el que le entregaba el dinero». «Y el coche, ¿tampoco sabía que lo habían comprado con el dinero de la asociación?», preguntó incrédulo el juez. «No tenía ni idea ni si quiera de que la luz y los teléfonos los pagara la asociación».

En la cuenta abierta para sufragar los gastos médicos de Nadia entró casi un millón de euros, pero cuando fue intervenida apenas quedaban 300.000. «¿Dónde está el dinero que falta? ¿En qué se han gastado esa cantidad?», inquirió el juez. «No tengo ni idea de qué ha pasado con esos 600.000. Todo eso lo lleva mi marido. Yo no manejaba la cuenta. Sólo sé que miré el saldo después de la última campaña y había 300.000 euros, pero en la cuenta de Nadia también ingresábamos las ganancias del negocio de vinos».

El juez insistió en los aspectos económicos para tratar de dilucidar si la tienda que regentaban podía generar tantos ingresos como para pagar los caprichos de los padres de Nadia o, tal y como aseguran los Mossos d’Escuadra, en realidad vivían de lo que recaudaban usando la presunta enfermedad de su hija. «Yo dejé de trabajar cuando nació Nadia. Nunca he tenido contratada a ninguna persona en casa para ayudar a la niña porque siempre me he ocupado yo de ella. Al principio, en Mallorca no teníamos dinero, hasta tuvimos que vender la cama para sobrevivir. Nuestros ingresos provenían de una tienda de vinos que tenemos. Yo a veces iba a colaborar y atendía al público. Cuando más caja hacíamos era en fiestas. La gente suele comprar más vinos en fechas así. También organizábamos catas. Lo que no sé es qué ingresos puede generar la tienda. Un día la recaudación podían ser 40 euros de venta, otro seis porque la gente no entraba todos los días a comprar vinos, pero también había recaudaciones de 100 euros. En casa había otras fuentes de ingresos. Mi marido daba cursos de motivación y también se hizo distribuidor de vinos. Lo que sí le puedo asegurar es que nunca he tocado ninguna cuenta, ni tampoco le he visto sacando mucho dinero. No hemos llevado ningún tren de vida especial. Los relojes de marca hace tiempo que los tenía Fernando, también las máquinas de escribir antiguas, pero yo no entiendo y no sé sin son buenas o malas. Los teléfonos, el Mac lo compramos con dinero de la empresa y el iPad de la niña es de segunda mano. Lo adquirimos en un Cash Converter». «Y la televisión que tienen en casa, ¿cuánto costó?», preguntó el juez. «Ni idea. La compró mi marido en Andorra y jamás le pregunté».

Margarita no quiso terminar su declaración sin apoyar a Fernando como padre, aunque a continuación le llamó mentiroso: «La relación de mi hija es de amor. Siempre están juntos y los dos tienen mucha dependencia el uno del otro. Él nunca ha hecho nada incorrecto ni perjudicial para la niña. Tampoco ha dejado de ir al pediatra a pesar de tener tratamientos alternativos. Eso sí, cuando se montó todo este embolado, llamé para devolver el dinero, pero los de la oficina me dijeron que para hacerlo debía darles los nombres de las personas a las que hacer el reintegro. Era un lío. Así que empezamos a hacerlo desde casa, pero se nos bloqueó la cuenta y no pudimos hacerlo. Ahora que me han explicado la verdad, estoy muy enfadada con mi marido. No me lo esperaba de él. Yo, por mi parte, estoy dispuesta a colaborar con el juzgado en todo lo que sea y a comparecer cuando sea necesario».

Por su parte, Fernando Blanco insistió el viernes ante el juez que invirtió los donativos en tratamientos para su hija, tanto convencionales como alternativos, aunque no aportó documentación al respecto. Mientras, la Dirección General de Atención a la Infancia y la Adolescencia (DGAIA) de la Generalitat catalana otorgó la guardia cautelar de Nadia a sus tíos. Con todo, el abogado de los padres, Alberto Martín, aseguró ayer que recurrirán esta privación temporal de la patria potestad.