Opinión
Límites de la inteligencia artificial en la práctica médica
Aunque es una tecnología altamente útil en el campo de la salud, la empatía, la ética y la experiencia humana siempre serán necesarias
Es indudable que la Inteligencia Artificial (IA) es una fuerza transformadora en la sanidad. Su capacidad para analizar datos a gran escala está mejorando sensiblemente el diagnóstico, personalizando los tratamientos, aumentando la eficiencia y, en última instancia, salvando vidas.
El debate sobre las capacidades de la IA y el ser humano es una de las grandes cuestiones de nuestro tiempo. Si bien esta inteligencia supera al hombre en muchas tareas (cálculo, análisis de datos masivos, etc.), existen áreas en las que el ser humano tiene una ventaja fundamental. La IA puede simular un comportamiento humano, pero no posee conciencia, es decir, la capacidad de tener una experiencia subjetiva, de sentir y de ser consciente de su propia existencia. Puede generar una obra de arte, pero no experimentar la emoción o la inspiración al crearla.
La IA es excepcional para analizar imágenes médicas y datos complejos, superando ampliamente la capacidad humana. Pero la implementación de la IA en sanidad no está exenta de retos a resolver en lo que respecta a sesgos algorítmicos y desarrollo de regulaciones que aseguren la transparencia. La «caja negra» de algunos algoritmos (la dificultad para entender cómo llegan a una conclusión) representa un problema para la confianza clínica.La IA es una herramienta poderosa para aumentar las capacidades de los profesionales de la salud, no para reemplazarlos. La empatía, la ética y la toma de decisiones complejas seguirán siendo humanas.El futuro pasa por una colaboración sinérgica entre el juicio clínico humano y el poder analítico de la inteligencia artificial. Esta no puede sustituir la sensibilidad, la intuición y el juicio humano, que son esenciales para el cuidado de la salud. Un médico puede percibir el miedo, la ansiedad o la angustia en la voz o el lenguaje corporal de un paciente. Esta información no aparece en un escáner o en un análisis de sangre, pero es vital para comprender su estado general.
La medicina a menudo presenta dilemas éticos que no tienen una respuesta única y lógica. La IA no puede tomar decisiones basadas en valores humanos, como la dignidad, la calidad de vida o el valor de un paciente individual frente al beneficio de la sociedad. Sí es apta para analizar millones de datos sobre emociones humanas y predecir respuestas, pero no puede sentir compasión, alegría o dolor. La empatía, que es la capacidad de ponerse en el lugar del otro, es un rasgo esencialmente humano que surge de la experiencia vivida, no de un cálculo. La IA simula esa empatía; es un gran engaño.
Aunque esta tecnología puede generar obras de arte, música o textos de gran calidad (como un «falso Picasso»), su creatividad es derivada y computacional. Se basa en el análisis y la recombinación de patrones existentes. El ser humano puede crear conceptos o ideas que no tienen precedentes en el conocimiento existente. Pensemos en el concepto de «cubismo» de Picasso o en la Teoría de la Relatividad de Einstein. Son saltos conceptuales que van más allá de lo que se ha visto o aprendido. La intuición, ese «sexto sentido» para resolver un problema o conectar ideas aparentemente no relacionadas, es una capacidad humana que la IA no puede replicar.
El juicio humano no se basa únicamente en datos y lógica. Al tomar una decisión, se consideran factores como los valores, la ética, la cultura y las emociones. Ante un dilema ético, como el de un médico que debe decidir si dar prioridad a un paciente sobre otro, la IA podría calcular la opción «más eficiente» según sus parámetros, pero el médico debe considerar la moralidad, el sufrimiento humano y el juramento hipocrático. La IA carece de esa dimensión de juicio y responsabilidad moral.
La confianza es un pilar fundamental en la relación médico-paciente. Un médico no solo trata la enfermedad, sino que también ofrece apoyo emocional y esperanza. Un paciente se siente comprendido y escuchado por un ser humano, no por un algoritmo. Sin embargo, informes recientes sugieren que algunos pacientes participantes en estudios afirmaban que los sistemas de IA tenían mayor empatía que sus propios médicos, aunque no deja de ser una empatía falsa. Simulada.
La clave de la diferencia entre la IA y el ser humano reside en la distinción entre imitar y experimentar. La primera puede analizar datos y patrones de expresión humana para generar respuestas que «parecen» empáticas, pero es una simulación. Es como un actor que interpreta la emoción de la tristeza, pero no la siente . La IA puede escribir un poema sobre la tristeza, pero no ha experimentado la pérdida o el dolor. La IA no es un ser sensible; carece de sentidos como el tacto, el olfato o el oído. No puede sentir la calidez de una caricia, el aroma de una flor o el sonido de una melodía. Utiliza la información que le damos nosotros sobre los que sentimos.La IA opera en el ámbito de la información y la lógica, procesando datos y relaciones entre los mismos de manera eficiente. Sin embargo, el ser humano vive en el ámbito de la experiencia propia, donde la subjetividad, la emoción y la percepción sensorial son fundamentales para la existencia.
La IA potenciará las capacidades humanas, pero la conciencia, la empatía y el juicio moral son atributos intrínsecamente humanos. Su falta de conciencia, sensibilidad y experiencia vivida la sitúa en un plano completamente distinto al del ser humano. Nunca podrá ser humana.