Opinión

Orgullo patrio

Para muchos éste reside en la cocina típica, en el folklore gastronómico, no en la gastronomía en sí

Un cocinero monta un plato en un restaurante
Un cocinero monta un plato en un restaurantelarazonLa Razón

En general, podemos asegurar sin miedo a equivocarnos que el orgullo patrio para muchos reside en la cocina típica, en la cocina regional, en el folklore gastronómico, no en la gastronomía en sí. Ahora hemos podido saber que un historiador está levantando gran polvareda entre los italianos que creen que la pizza y la pasta son lo más grande para los paladares del mundo. El estudioso ha venido a echar abajo esta convicción diciendo que «la pizza napolitana era una porquería hasta que fue mejorada en Nueva York» y que «la primera receta de carbonara data de 1953, en Chicago», que antes no había existido nunca en Italia.

Los gallegos creen también que la merluza a la gallega es lo mejor de las muchas cocinas internacionales, cuando consiste solamente en un pez –eso sí, de la mejor calidad– hervido y con un refrito de ajo y pimentón por encima. En Galicia ha habido siempre un producto extraordinario con preparaciones básicas, nada más, y tampoco nada menos.

Los franceses tienen unos ingredientes menos buenos, y por eso tienen que esforzarse en unas elaboraciones que rozan la magia. De ahí que sea una de las número uno en cuanto a cocinas mundiales. En los países pobres, la comida es puro hidrato de carbono, porque es lo que está más a su alcance por su bajo precio, porque les da energía para sostenerse y porque les quita el hambre. Los pobrecitos vietnamitas que trabajan en los arrozales bajo el sol y la humedad, también bajo las lluvias torrenciales, aguantan a base de arroz, que también es hidrato y, por tanto, energético.

A propósito de arroces, ¡cómo se enfurecen los valencianos cuando una paella se sale de la receta básica! Pero, en fin, que se nos ha echado abajo el idílico concepto de que las viejas nonas cocinaban noche y día preparando la salsa de «pomodoro» y amasando con paciencia para que la familia disfrutase de una buena pasta y de una buena pizza. Todo tiene su leyenda y, como no daña a nadie, dejemos que sigan fomentándola. También que nos regalen los paladares, que no preguntaremos el origen de sus recetas.