Religión y tecnología
Paolo Benanti: «La Iglesia no tiene miedo a los cambios que genera la IA»
El franciscano visita Madrid como el referente de la Iglesia en la actual revolución digital
Sí, se puede ser fraile y el presidente de la Comisión para la Inteligencia Artificial del Gobierno italiano de Giorgia Meloni. Sí, se puede ser franciscano asesor del Consejo Consultivo de Naciones Unidas para esa materia. Y, por supuesto, el clérigo de referencia de los papas para abanderar la reflexión eclesial en el orbe digital como miembro de la Pontificia Comisión para la Vida. Con estas credenciales desembarcó ayer Paolo Benanti en EncuentroMadrid, el foro que anualmente celebra el movimiento Comunión y Celebración y que se desarrolla hasta mañana en el madrileño Mirador de Cuatro Vientos.
«El problema de la Inteligencia Artificial no es técnico, sino de justicia social», asegura el doctor en Teología Moral en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. «En septiembre, casi 160.000 trabajadores de empresas tecnológicas fueron despedidos en Estados Unidos. Hoy por hoy, no parece ser un multiplicador de la caridad, sino un gran desafío para la justicia social». Es más, incluso alerta, en la línea del reciente Informe Foessa de Cáritas Española, que este cambio de paradigma «ya está creando tensiones sociales porque la estructura ya no es estática y estamos viendo a una clase media empobrecida».
Hacer preguntas
Lo comparte convencido de que la Iglesia debe pronunciarse en este campo, como ya lo han hecho tanto Francisco como León XIV. Eso sí, sin moralinas ni sentencias inquisitoriales. «Es el momento de hacer preguntas antes de dar respuestas», aprecia. De esta manera, apunta que el propio Silicon Valley «nos dice que está cambiando todo, pero nadie, ni siquiera ellos, saben realmente hasta el fondo hasta dónde». «El definitivo uso de la Inteligencia Artificial y el Chat GPT todavía no lo hemos visto, la verdadera innovación está por verse todavía, simplemente lo intuimos. Tenemos un motor potente, pero todavía no acabamos de entender ni descubrir cuál es el coche que vamos a construir», augura Benanti.
«No tenemos miedo de los cambios que genera esta revolución tecnológica, pero queremos abordarlo desde el hombre, estamos en una nueva página de la historia en la que nos toca escribir qué significa ser humano hoy», señala a la vez el religioso, que apunta cómo las propuestas católicas deben lanzarse desde la Doctrina Social, afrontando «las preguntas que afectan la dignidad y al trabajo del ser humano». «La Doctrina Social no es el catecismo, su objetivo no es evangelizar, sino trabajar por el bien común y no dar soluciones confesionales», aprecia el pensador desde una premisa: «La Iglesia se entiende a sí misma como una plaza donde diversas personas y sensibilidades pueden existir». «Pablo VI decía que el católico, por definición, es pluralista. Hoy más que nunca debemos tener presente esto», recuerda.
Para el franciscano, la revolución generada por la Inteligencia Artificial «es un problema complejo epistemológico, ético y legal», que afecta en lo cotidiano a todo hijo de vecino: «¿Quién es el responsable si un coche inteligente sin conductor atropella a un niño? ¿El propietario del vehículo? ¿El fabricante? ¿El concesionario? ¿El ingeniero que ha desarrollado el programa?». LA RAZÓN le devuelve la interrogante: «¿Qué es más peligroso? ¿La Inteligencia Artificial? ¿Un arma nuclear? ¿O Kim Jong-un?». «La estupidez natural», sentencia sin dar margen a que se cuele ningún pensamiento más. Justo después lo argumenta: «Hoy por hoy, yo sé que una máquina tiene un límite en la toma y ejecución de decisiones. Si le pido que lance una bomba nuclear, el problema soy yo, no la máquina. La máquina no lo hace sola, sino que soy yo quien le da ese margen».
Este dilema ficticio norcoreano le lleva a «ampliar un poco más el horizonte»: «Lo más interesante que genera este debate es que nos lleva a interrogarnos sobre qué es el hombre, su libertad y su voluntad: si la humanidad se interroga sobre qué es la humanidad, el Evangelio puede encontrar nuevos espacios». «Desde el punto de vista de la fe es una oportunidad», asevera, despejando el balón de que la Inteligencia Artificial entierre a Dios y al alma.
Esta mirada esperanzadora no le lleva ni mucho menos a Benanti a ser un ingenuo sobre las manos que mecen al algoritmo. «Cuando alguien habló de una moratoria en el desarrollo de la Inteligencia Artificial para poder calibrar mientras sus efectos y consecuencias, lo veo como algo inviable. Hay demasiado dinero y demasiados intereses geopolíticos. La competencia abierta entre Estados Unidos y China es tal que ninguno se fía de que el otro pare». En cualquier caso, plantea que este debate «tenemos que abordarlo con serenidad para que no primen solo los intereses económicos, pero tampoco los miedos».
Empatía y sentimientos
En este sentido, el teólogo y filósofo romano se muestra especialmente preocupado por la necesidad de educar a la nueva generación de nativos digitales para que sean ellos los que se sirvan de la herramienta y no a la inversa. «Los sistemas de chatbot producen ya en nosotros el renacimiento de la empatía y unos sentimientos que llegan a convencer a los jóvenes de que verdaderamente están siendo asesorados por alguien y eso ya ha hecho que jóvenes se hayan suicidado por sus consejos», lamenta el sacerdote. «Tenemos que posibilitar que los niños, adolescentes y jóvenes tengan acceso a un ‘casco mental’, esto es, a una protección, a educarles para convivir, para que ellos lleven las riendas», añade.