Vaticano
Una monja italiana, primera «ministra» en la historia del Vaticano
Francisco elige a la monja italiana Simona Brambilla como prefecto del Dicasterio para la Vida Consagrada
Francisco arranca el año rompiendo algo más que un techo de cristal en la bimilenaria historia de la Iglesia. Mientras en los gobiernos del mundo occidental la paridad parece abrirse paso, por primera vez un Papa nombra a una mujer como prefecto al frente de un Dicasterio en la Curia Romano. O dicho de otro modo, se situará al frente de lo que equivaldría a un ministerio en cualquier Estado.
Ayer a mediodía, en plena solemnidad de la Epifanía, mientras el papa Francisco entonaba el rezo del ángelus ante miles de fieles en la Plaza de San Pedro, se anunciaba oficialmente que la italiana Simona Brambilla se convertía en la prefecto del Dicasterio para los Institutos de Vida Consagrada y Sociedades de Vida Apostólica. Una monja entre los dieciséis prefectos que pilotan los departamentos de la Santa Sede. De esta manera, a los 59 años se pone al frente de la gestión de todos hombres y mujeres consagrados de la Iglesia católica, y de las plataformas que las aglutinan, sean misioneros, educadores, sanitarios o monjas de clausura. En total, se calcula que superan los 777.200, de los cuales una abrumadora mayoría, en torno a 600.000, son mujeres.
Mano a mano
En los círculos vaticanos se daba por hecho que el salesiano español Ángel Fernández Artime, que fue creado cardenal por el Pontífice argentino en septiembre de 2023, sería el prefecto en esta nueva etapa tras la jubilación en el cargo del brasileño João Braz de Aviz. Sin embargo, el que fuera superior general de la congregación fundada por Don Bosco será finalmente proprefecto, esto es, como el más estrecho colaborador de Brambilla, pero un escalón por debajo.
Así pues, Francisco ha querido que la responsabilidad última del Dicasterio recaiga en una mujer con una amplia experiencia en gestión y liderazgo eclesial, pero también con currículum probado a pie de obra. No en vano ha sido superiora general, durante 12 años en dos mandatos consecutivos, de las Misioneras de la Consolata, una plataforma femenina de referencia en el ámbito de la evangelización en los países más empobrecidos. Enfermera y psicóloga, antes había estado destinada en Mozambique y había sido profesora en el Instituto de Psicología de la Pontificia Universidad Gregoriana. El Papa ya le tenía echado el ojo para darle responsabilidades en el Vaticano desde hacía tiempo, pero esperó a que cerrara etapa con sus monjas para nombrarla en octubre de 2023 secretaria del Dicasterio que ahora presidirá.
En esta década larga de pontificado, el Papa argentino ha reivindicado la necesidad de que las católicas asuman puestos de responsabilidad en la Iglesia, con designaciones significativas para altos cargos, como el hecho de nombrar a otra monja italiana, Raffaella Petrini, como secretaria general del Gobierno del Estado de la Ciudad del Vaticano, lo que equivaldría al puesto de alcaldesa, además de Barbara Jatta, director de los Museos Vaticanos, una de las principales fuentes de financiación del Estado más pequeño en el mundo. Así, si en 2013, año en que llegó Jorge Mario Bergoglio a Roma, había un 19,3% de mujeres en puestos directivos, ahora llegan al 23,4%. Y subiendo.
Decidir que Brambilla sea desde ayer la mujer con más poder dentro de la Iglesia católica es algo más que un salto cualitativo. Entre otras cosas, porque previamente Francisco tuvo que acometer una reforma legislativa a fondo. Fue en marzo de 2022, cuando el Papa publicaba «Praedicate Evangelium» la constitución apostólica que reorganizaba todo el organigrama curial, en la que incluyó como una de las principales novedades que «todos», no solo los sacerdotes, pueden ser nombrados para llevar a cabo funciones de gobierno de la Curia romana. Creado el marco jurídico, solo tocaba esperar. Casi tres años después, y con la reticencia manifiesta de algún purpurado español que no ve con buenos ojos que ellas lleven la batuta, Bergoglio ha materializado esa posibilidad.
Al igual que Francisco, Brambilla hace suyo el desafío de «desmasculinizar» la Iglesia. «Creo que se trata de una reflexión que debe ser continuada y ampliada por todos, pero también que debe traducirse en una práctica eficaz, que ciertamente pasa por una mayor participación de las mujeres en los diversos niveles de la vida de la Iglesia», explicaba hace unos meses en una entrevista en exclusiva a la revista «Vida Nueva». Para esta misionera que ahora llega a la cúspide vaticana urge trabajar una «relación sana, buena, confiada, respetuosa, reverente, tierna y vital entre el hombre y la mujer» dentro de la Iglesia.