Personaje inspirador
La persona que inspiró el personaje de Sandokán
Carlos Caurteroni fue un gaditano del siglo XIX , cuya vida dedicada en el mar y en la búsqueda de tesoros, sirvieron de referencia al autor italiano Emilio Salgari.
El legendario pirata Sandokán se hizo famoso en la década de 1880 gracias a la publicación de emocionantes novelas de aventuras escritas por el autor, periodista y navegante italiano Emilio Salgari. Sin embargo, la influencia de Sandokán en la cultura española va más allá del éxito de las historias del autor italiano en nuestro país. Parte de la inspiración para el personaje de Sandokán se encuentra en la figura del gaditano Carlos Cuarteroni Fernández.
Carlos Cuarteroni Fernández, nacido en Cádiz en septiembre de 1816, fue el cuarto de los nueve hijos de Giovanni Cuarteroni, un comerciante italiano, y Ramona Fernández, una sanluqueña. Su familia tenía fuertes vínculos con el mundo marítimo, ya que su padre era propietario de un establecimiento de aprovisionamiento de barcos en la ciudad. Cuarteroni realizó su primer viaje a Filipinas en 1829 como agregado de piloto y, posteriormente, obtuvo el título de "piloto de todos los mares". Luego navegó desde Luzón a varios puertos asiáticos a bordo de un bergantín llamado "Cántabro".
A lo largo de su vida, el gaditano desempeñó roles variados. Fue capitán de la Marina Mercante y Sutil de Filipinas. En 1842, adquirió una goleta a la que llamó "Mártires de Tonkín" y se dedicó a la pesca de perlas. Ese mismo año, se convirtió en un cazatesoros tras descubrir los restos de un barco inglés hundido con un valioso tesoro. También se destacó por su lucha contra la esclavitud. Durante sus viajes, fue testigo del sufrimiento de los esclavos filipinos a manos de los piratas "moro-malayos". Motivado por esta injusticia, se unió a la orden de los trinitarios y se dedicó a rescatar esclavos, pagando sus rescates y llevándolos de vuelta a sus ciudades de origen.
En 1849, Cuarteroni fue ordenado sacerdote en Roma por el papa Pío IX. En 1857, asumió el cargo de prefecto apostólico y supervisó las misiones católicas en Borneo y Labuán. Hasta su fallecimiento en 1880, siguió abogando por la liberación de los cautivos filipinos, presionando a las autoridades españolas y solicitando la protección de los súbditos españoles en la isla de Borneo. Al final de su vida, regresó a Cádiz, enfrentando dificultades financieras y problemas de salud, y falleció poco después de su regreso a su ciudad natal. Su valiente labor en la lucha contra la esclavitud y la defensa de los derechos de los esclavos filipinos dejó una huella perdurable en la historia.
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