
Jardinería
La planta capaz de soportarlo todo, incluso un incendio: poca gente la conoce
No solo sobrevive a las llamas, sino que las necesita para prosperar

En un verano marcado por incendios forestales que arrasan miles de hectáreas en España, la pregunta resurge: ¿existe alguna planta capaz de soportarlo todo, incluso el calor extremo, la ceniza y las llamas? Aunque la gran mayoría de especies vegetales sucumben al fuego, la naturaleza guarda un puñado de excepciones sorprendentes, diseñadas para sobrevivir —e incluso prosperar— tras un incendio.
Estas especies no solo aguantan, sino que muchas dependen de las llamas para completar su ciclo vital. Sus semillas, protegidas por cubiertas duras o sustancias resinosas, solo germinan cuando el calor rompe esa coraza. Otras sobreviven gracias a estructuras subterráneas que permanecen intactas bajo el suelo, esperando el momento oportuno para brotar de nuevo cuando el terreno se enfría y se cubre de nutrientes liberados por la combustión.
Biólogos forestales explican que no se trata de “plantas invencibles”, sino de organismos adaptados a un ecosistema donde el fuego es parte natural de la dinámica. Su resistencia no es magia, es pura adaptación: o aprendían a convivir con el fuego o desaparecían.
[[H2:Las especies pirófitas: las plantas que viven del fuego]
Hay un grupo de plantas que no solo sobrevive a las llamas, sino que las necesita para prosperar: las especies pirófitas o pirófilas. Su nombre viene del griego pyrós (“fuego”) y philia (“amistad”), una pista de su singularidad: han desarrollado estrategias que les permiten resistir, e incluso beneficiarse, de los incendios forestales.
Estas especies ocupan un nicho ecológico muy particular. En zonas de clima árido y mediterráneo, donde los incendios son recurrentes por las altas temperaturas y la baja humedad, su ventaja adaptativa es evidente: mientras otras plantas sucumben, ellas encuentran el terreno despejado y cargado de nutrientes procedentes de las cenizas y los restos orgánicos calcinados. Algunas incluso contribuyen a propagar el fuego, asegurándose así menos competencia y mejores condiciones para germinar.
Existen tres grandes tipos de plantas pirófitas:
- Resistentes pasivas: soportan incendios de baja intensidad gracias a adaptaciones como cortezas gruesas, yemas protegidas o hojas con alto contenido en agua.
- Rebrotadoras: aunque las llamas arrasen su parte aérea, conservan intactas raíces y parte del tronco, rebrotando rápidamente tras el fuego. Es el caso del eucalipto (Eucalyptus), la encina (Quercus ilex) o el enebro (Juniperus oxycedrus). Algunas fomentan incendios más intensos para eliminar incluso a otras especies resistentes
- Germinadoras: diseñadas para colonizar tras incendios severos. Sus semillas soportan temperaturas extremas y germinan con rapidez cuando el terreno queda libre. Ejemplos claros son el romero (Rosmarinus officinalis), las jaras (Cistus spp.) y ciertos pinos (Pinus spp.). Algunas, como el eucalipto, liberan sus semillas mediante cápsulas que se abren con el calor del fuego.

Lejos de ser un simple capricho evolutivo, las pirófitas cumplen una función crucial: garantizan que la vegetación regrese incluso en entornos que, sin ellas, podrían convertirse en desiertos tras un incendio. Su existencia recuerda que, en la naturaleza, incluso el fuego —símbolo de destrucción— puede ser motor de vida.
Cómo se recupera el suelo tras un incendio
El suelo, recurso vital para la regeneración de la vida, es el elemento más vulnerable después de un incendio. Un suelo fértil tiene unos 25 centímetros de espesor, y cada centímetro tarda unos 500 años en formarse, pero puede erosionarse en cuestión de semanas si no se actúa rápido. La recuperación comienza con un diagnóstico del terreno para priorizar las zonas más dañadas: en áreas poco afectadas se deja que actúe la regeneración natural, mientras que en las más expuestas se plantan especies herbáceas de rápido crecimiento que protejan la capa de cenizas y retengan el suelo. Esta capa carbonizada, rica en nutrientes, se preserva con paja o viruta de origen local para evitar especies invasoras.
La restauración se desarrolla por fases: en el primer año se protege y estabiliza el suelo, entre uno y tres años se rehabilita eliminando invasoras y favoreciendo la fauna, y a partir del tercer año se busca la recuperación ecológica total, con ecosistemas capaces de sostenerse por sí mismos.
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