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El hígado de Emma que le donó su tía Ana

Una niña de nueve meses vence una grave enfermedad hepática gracias a un trasplante pionero en España –de adulto a niño– y a la generosidad de su tía

Maribel, de 35 años, junto a su sobrina Emma. «¡Ya me encargaré de recordarle esto cuando sea mayor!», dice
Maribel, de 35 años, junto a su sobrina Emma. «¡Ya me encargaré de recordarle esto cuando sea mayor!», dicelarazon

Una niña de nueve meses vence una grave enfermedad hepática gracias a un trasplante pionero en España –de adulto a niño– y a la generosidad de su tía

Emma tiene sólo 11 meses. Todavía le quedan unos cuantos más para ser consciente de todo lo que le debe a su tía Ana. «¡Ya me encargaré yo de recordárselo!», bromea Ana Rodríguez, de 35 años. No es para menos. Ambas han sido protagonistas de un hito sanitario en nuestro país: el primer trasplante hepático infantil en España de un adulto vivo a un bebé a través de la novedosa técnica de la laparoscopia. Con la peculiaridad, además, de que la hazaña ha quedado en familia. El trasplante se realizó el pasado 15 de marzo en el Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba. Todo fue cuestión de apenas 11 horas. Pero la madre de Emma, Maribel Rodríguez, no las olvidará jamás. «Fue un día de muchos nervios. No sólo estaba mi hija en el quirófano, también mi hermana», dice Maribel a LA RAZÓN.

Esta familia de Sevilla compartía ayer su alegría, pero no ocultan que han pasado miedo. «A los tres días de dar a luz, a Emma se le pusieron los ojos amarillos, comenzó a presentar ictericia en la piel...», recuerda Maribel. «Al principio nos dijeron que era normal y le aplicaron unos rayos ultravioleta. Nos la llevamos a casa. Sin embargo, en su primera revisión, a los 38 días, el pediatra vio que todo seguía igual», añade. Fue entonces cuando acudieron al Hospital Universitario Virgen Macarena de la capital andaluza. «La hicieron una revisión, análisis de sangre... El médico le palpó el hígado y lo tenía inflamado. Le hicieron diferentes pruebas y vieron que tenía atresia biliar».

Esta enfermedad es la principal causa de trasplante hepático en la infancia. Se trata de una obstrucción en las vías que transportan la bilis desde el hígado a la vesícula biliar, por causas que se desconocen. La enfermedad en los más pequeños puede ser mortal: la obstrucción del flujo de la bilis puede ocasionar una cirrosis.

«Nos dijeron que, en la mayoría de las ocasiones, los niños con este problema necesitan un trasplante de hígado. A otros, con una operación les basta, pero no era el caso de Emma», dice Maribel. Mientras, la pequeña estaba en casa. Llegó a tomar hasta diez medicamentos al día. Los médicos la iban controlando periódicamente.

Aquel dictamen se produjo en septiembre. «Tuvimos suerte. Muchos niños se ponen muy malitos y tienen que darse mucha prisa con el trasplante. Emma iba empeorando, pero menos que otros niños». Sin embargo, en enero tuvieron que «correr más». Había que aligerar el proceso. A la niña le empezaron a subir los niveles de bilirrubina –pigmentos que forman parte de la bilis– y, además, tuvo varicela. Estuvieron esperando donante, pero no llegaba. «Podía ponerse mucho más malita y que el donante no apareciera. Estuvimos esperando un donante cadáver, pero no llegó».

Al final, la solución estaba en los lazos de sangre. «Estábamos ya en el mes de diciembre y la lista de donantes no se movía. Mis hermanos se ofrecieron los tres. Y, al final, tras hacerse todas las pruebas, ecografías, resonancias y los análisis de compatibilidad, fue mi hermana Ana la elegida», dice Maribel. La operación se llevaría a cabo en el Hospital Universitario Reina Sofía de Córdoba. Y sería con técnicas pocas veces antes puestas en práctica.

«Antes de saber que iba a necesitar un trasplante, ya nos ofrecimos», recuerda Ana, que, dos meses después de la operación, todavía tiene molestias, dolores puntuales y varias cicatrices en el abdomen. «Pero me han dejado estupenda», subraya. «Al principio, cuando me ofrecí, no tenía ni idea de a lo que me exponía y me fui informando», añade. Y es que hablamos en este caso de cirugía mayor: a través del laparoscopio, un pequeño tubo flexible dotado de una cámara, le extirparon un segmento del hígado. «No era cualquier cosa. Fueron ocho horas en el quirófano. ¿Miedo? No, pero sí los nervios lógicos. Pero jamás con la idea de echarme atrás», explica.

«Tardaron muchísimo», apunta Maribel. «Primero tenían que sacar el trocito de hígado, después arreglarlo e injertárselo a Emma. Había que cortar muchísimas arterias, muchos vasos sanguíneos... Las venas del trozo de hígado tenían que casar con las de la niña, que apenas tienen dos milímetros. Y nunca antes habían utilizado la técnica laparoscópica en niños», añade. Ana entró en quirófano a las 8:00. «No supimos de ella hasta las 16:00. Y ya, a las 19:00, los médicos nos dijeron que el trasplante a Emma había sido un éxito», dice Maribel.

Ni que decir tiene que los vínculos familiares han dado un paso más. «Ha sido increíble. Vamos a poner a mi hermana en un altar. Es una valiente. Nos va a faltar vida para agradecerle lo que ha hecho», dice Maribel. «Ahora tengo cierto poder de decisión sobre mi hermana», bromea Ana. ¿Y Emma? ¿Qué opina de esto? «Aún es muy pequeña, pero la vemos muy risueña. Pero es cierto que ahora las batas blancas no le gustan», dice Maribel. Cuando sea mayor y le cuenten lo que pasó, seguro que cambia de opinión.