Nuevo pontífice

Lenguaje de humo
Durante siglos, el Vaticano ha mantenido un delicado equilibrio entre lo espiritual y lo simbólico. El cónclave papal ese encuentro solemne en el que se elige al sucesor de San Pedro no solo es una ceremonia cargada de protocolos, sino también de gestos que comunican sin decir una sola palabra. El más emblemático: la fumata que se eleva desde la chimenea de la Capilla Sixtina.
Cuando el humo es negro, significa que no hay Papa . Esa señal, tan sencilla como poderosa, anuncia que ninguno de los cardenales ha alcanzado la mayoría requerida para convertirse en el nuevo líder de la Iglesia Católica. Y el mundo, atento, debe seguir esperando.
La fumata negra es el resultado físico de una votación fallida. No hay nada improvisado en ella: se genera al quemar las papeletas de votación junto con una mezcla específica de compuestos químicos diseñada para producir un humo denso y oscuro, fácilmente visible desde la Plaza de San Pedro.
Este sistema no siempre fue tan eficaz. Durante buena parte del siglo XX, el color del humo generaba confusiones, a veces parecía gris, otras veces ambiguo. No fue hasta el cónclave de 2005 cuando se introdujeron fórmulas químicas más precisas que garantizan el negro absoluto en caso de no elección, y el blanco claro cuando finalmente hay consenso.
El cónclave comienza con una primera votación al día siguiente de que los cardenales se reúnan en la Capilla Sixtina. Para ser elegido Papa, un cardenal necesita dos tercios de los votos. Si no se alcanza esa cifra, se vuelve a votar, hasta cuatro veces por jornada y, tras cada ronda, se queman las papeletas.
La fumata negra no es solo la expresión de un desacuerdo. Es la prueba viva de que los cardenales están deliberando con profundidad, evaluando no solo perfiles y trayectorias, sino también el rumbo espiritual y político de la Iglesia. Cada fumata negra es un momento de reflexión colectiva.
Para los fieles congregados en Roma, y para quienes siguen el evento desde cualquier rincón del planeta, el humo negro es un mensaje claro: "todavía no". En un mundo donde la inmediatez parece reinar, esta espera controlada, marcada por rituales centenarios, impone un ritmo distinto. El del discernimiento.
Aunque en ocasiones ha habido cónclaves que se resolvieron en poco más de un día, otros han durado semanas. En cada caso, el tiempo que toma alcanzar una fumata blanca no se percibe como pérdida de tiempo, sino como un ejercicio de búsqueda conjunta bajo la guía del Espíritu Santo.
El Vaticano, consciente del poder mediático de la imagen del humo, ha mantenido esta tradición no solo por fidelidad al rito, sino por su extraordinaria capacidad de comunicar en la era digital. A pesar del silencio absoluto que se guarda dentro del cónclave, una simple columna de humo sigue generando titulares, interpretaciones y expectativas en todos los continentes.
Cada fumata negra marca un compás de espera en un escenario global. Mientras las cámaras enfocan la chimenea y la multitud contiene la respiración, esa pequeña nube de humo sigue recordando que la Iglesia Católica se toma su tiempo para elegir a quien llevará el timón espiritual de más de mil millones de personas.
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