La supervivencia en cáncer de próstata avanzado se ha triplicado en los últimos 15 años gracias a la innovación terapéutica y al diagnóstico molecular

En 2005, un hombre con cáncer de próstata en fase avanzada apenas tenía una expectativa de vida de poco más de un año (entre 12 y 18 meses). Hoy, gracias a los avances en el tratamiento, esa supervivencia puede superar los tres años y medio (puede superar los 40 meses) en poblaciones seleccionadas. Este aumento en la supervivencia se ha triplicado en los últimos 15 años gracias a la incorporación progresiva de nuevos agentes hormonales, quimioterapia y radiofármacos.

Hoy, en la celebración del Día Mundial del Cáncer de Próstata, la Sociedad Española de Oncología Médica, da a conocer la evolución y los avances médicos que se han sucedido en estas últimas décadas en el tratamiento de este tumor. Solo en 2025 se espera que se diagnostiquen más de 32.000 nuevos casos en España, lo que representa casi uno de cada cuatro tumores masculinos. Este tipo de cáncer es también el más prevalente entre los hombres. En 2020, más de 122.000 varones convivían con la enfermedad, aunque solo una minoría de ellos estaba en fase avanzada. La buena noticia es que, aunque sigue siendo la tercera causa de muerte por cáncer entre varones, las tasas de mortalidad han ido disminuyendo de forma progresiva, y casi el 90% de los pacientes diagnosticados en fases iniciales logra superar los cinco años de supervivencia.

Pero los grandes avances se han producido, sobre todo, en los casos más difíciles: aquellos en los que el cáncer ya se ha extendido a otros órganos. Aquí es donde la investigación ha revolucionado los tratamientos. La combinación de nuevos fármacos hormonales, quimioterapia y terapias dirigidas ha cambiado las reglas del juego. Entre los avances más prometedores se encuentran los tratamientos que combinan inhibidores de PARP —como el talazoparib— con terapias hormonales como enzalutamida, que han llegado a alcanzar los 45 meses de supervivencia en pacientes con mal pronóstico. También ha irrumpido con fuerza el uso de radiofármacos, como el 177Lu-PSMA-617, que localizan y destruyen las células tumorales con gran precisión.

Aunque la mayoría de los diagnósticos se realizan en fases tempranas y tienen un alto índice de curación, alrededor de un 30% de los pacientes desarrollan una recaída que puede acabar derivando en una enfermedad metastásica e incurable. Es entonces cuando entran en juego distintas estrategias terapéuticas en función de la evolución del tumor. No todos los cánceres de próstata avanzados son iguales, y la medicina de precisión empieza a marcar la diferencia.

Gracias al conocimiento cada vez más profundo de la biología molecular del cáncer, los especialistas pueden adaptar los tratamientos a las características genéticas del tumor. Algunas mutaciones, como las del gen BRCA2, aumentan el riesgo y afectan a entre un 12% y un 16% de los casos por origen hereditario. De ahí la importancia de realizar estudios genéticos, no solo para elegir el mejor tratamiento, sino también para valorar el riesgo en familiares directos.

Otro de los grandes avances ha sido el uso de pruebas de imagen mucho más precisas, como la PET-PSMA, que permite detectar con gran exactitud la extensión del tumor, incluso en fases muy iniciales o en recaídas.

Todos estos progresos han sido posibles gracias a la investigación clínica y a la participación de miles de pacientes en ensayos llevados a cabo en todo el mundo, incluidos muchos centros españoles. Ahora, el reto es que estos tratamientos innovadores lleguen a todos los pacientes por igual, vivan donde vivan y tengan los recursos que tengan.

Desde la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM), en el marco de la campaña “En Oncología cada AVANCE se escribe en Mayúsculas”, insisten en que el acceso universal a estos tratamientos es clave para seguir transformando el pronóstico de miles de hombres cada año.