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Lo bueno, lo feo y lo malo de Twitter

Lo bueno, lo feo y lo malo de Twitter larazon

El 21 de marzo de 2006, Jack Dorsey, fundador de Twitter, lanzaba al ciberespacio, su primer tuit, invitando a conocidos y empleados a unirse a esta red social. Desde entonces mucha agua ha corrido bajo el puente, algunas veces limpia y potable, otras turbulentas y llenas de desechos. Desde que alzó sus alas, es innegable que esta red se ha convertido en un recurso para periodistas, activistas y famosos de diversa índole. Pero...¿qué ha conseguido? ¿Cómo ha cambiado la comunicación esta herramienta? ¿Cuáles son los desafíos que tendrá en la próxima década?

LADO A: revoluciones políticas, resolución de crímenes e inmediatez

La primavera árabe no hubiera sido lo mismo sin Twitter. Lo mismo se puede aplicar a las revueltas en Ucrania, las movilizaciones en Hong Kong y otra decena de eventos políticos masivos en todo el mundo. En este sentido, el ave azul se ha convertido en una paloma que, en lugar de una rama de olivo, llevaba un pico de noticias y ha servido para conectar, denunciar y difundir lo que sucede en cualquier lugar del mundo, en cualquier instante, sin tener que depender de los medios y sin someterse a ningún tipo de censura (dependiendo de lo vigilada que pueda estar la conexión a la red, lógicamente).

Pero del mismo modo que los ciudadanos recurren a Twitter para difundir cualquier situación que consideran contraria a sus derechos, los políticos también recurren a esta página para acercarse al «pueblo». El presidente de Estados Unidos, Barack Obama, basó gran parte de su reelección en Twitter, posiblemente gracias a sus 71 millones de seguidores (aunque en rigor esta no es su cuenta, sino que es controlada por su personal). Algo similar fue lo que permitió que el primer ministro de la India, Narendra Modi, lograra su cargo.

Actores, cantantes y hasta empresarios, recurren a ella para darse a conocer o para convertir en viral una idea. Elon Musk, el fundador de Tesla y Space X, hizo temblar al sector automotor con sus propuestas de coches eléctricos mediante Twitter. Estas personas, con millones de seguidores, ven cómo todo aquello que publican se repite casi ad infinitum mediante un «click», que no reconoce fronteras. Con la ventaja de que permite crear interacciones instantáneas, ya sea en forma de texto, gif o imagen.

Algunos intercambios son positivos y generan mayor difusión y otros son negativos...y producen mayor repercusión aún. Ejemplo de ello es la campaña de Donald Trump en Twitter. «Estoy convencido de que la mayoría de los que están a favor de Trump no son seguidores suyos en Twitter –explica el analista tecnológico Omar Akhtar, de la empresa Altimeter Group– pero sí saben qué se dice en Twitter sobre él. Eso hace que el “efecto Twitter” no pueda ser ignorado: esta red tiene una vida propia más allá de la plataforma. El problema es que no ha sabido cómo hacer rentable esto último».

Análisis económicos hay y habrá muchos, aunque este no es el espacio para dirimir esas cuentas pendientes. Lo interesante es que, como afirma Akhtar, Twitter tiene una vida más allá de la plataforma: no es necesario tener una cuenta para saber qué sucede allí. Un ejemplo es el selfie del actor Bradley Cooper en la ceremonia de los Oscars del 2014: más de 3 millones de retweets, comentarios en casi todos los medios y la recreación del instante por parte de Los Simpson.

En este sentido, las dos grandes ventajas de la plataforma, lo instantáneo y lo viral, han trascendido el ámbito de la red social para convertirse en una herramienta social (algo a lo que quizás deberían aspirar otras redes). Siete años atrás, el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS, por sus siglas en inglés) llegó a un acuerdo con Twitter para acceder a su información. Mediante un programa llamado Tuit Operador de Emergencia, rastrea los mensajes de los más de 300 millones de usuarios activos y cuando muchos de ellos, en un área determinada, publican contenido con la palabra «sismo» en su contenido, los investigadores reciben una alerta. Los tweets son interpretados por el programa hasta en siete idiomas diferentes. El programa informático es un poco más veloz que los sensores, quizás un minuto, pero es un tiempo que antes los expertos no tenían.Y lo mismo ocurre con ciertos tipos de crimen.

¿En qué se parecen Twitter y «Minority Report»? De acuerdo con Matthew Gerber, del Laboratorio de Tecnología Predictiva de la Universidad de Virginia, mucho. Gerber ha recurrido a Twitter para determinar en qué barrios de Chicago era más probable que se cometieran delitos. Y qué tipo de delitos. Todo ello mediante un «programa cotilla» que leía los tuits. Gracias a ello y, dependiendo de la semana, fueron capaces de predecir entre 19 y 25 delitos como robos, asaltos y lesiones. Gerber ya está utilizando técnicas similares para anticipar posibles amenazas en países como Irak o Afganistán. Y podría ser una herramienta muy útil en la actual crisis de refugiados, en la que ya han desaparecido unos 10.000 menores, según cifras de la Interpol. Pero no todo son rosas...

LADO B: cuentas desiertas, difícil de usar y demasiada información

Un estudio elaborado por Yahoo, ha señalado que los 20.000 usuarios más importantes de Twitter (los que tienen más seguidores) atraen el 50% de la atención de la red social. Es decir, el 0,006% de las cuentas activas son las que más movimiento generan (no los que más publican, aclaramos). Estas cifras dicen mucho sobre Twitter: al menos la mitad de lo que se ve no es contenido original, sino repeticiones, ecos de una opinión. Si bien esto ha demostrado, como hemos visto anteriormente, que en muchos casos puede ser muy útil, se trata solo de un ángulo y sería obtuso conformarse con ver solo ese. Casi grave.

Quienes leen esta sección a menudo han podido ver que, siempre que se cita una cifra o un estudio, se menciona también la fuente del mismo. Si no se cuenta con esa fuente, asumimos que el dato no es verídico o al menos que no resulta fiable. Recientemente, una estadística relacionada a Twitter se ha hecho eco en decenas de páginas web y periódicos. En ella se afirma que el 45% de lo que se publica en dicha red social no tiene sentido, que es parte de conversaciones, que habla en códigos propios o que está dirigido a ciertos grupo de usuarios. La fuente de dicha información no pudo ser confirmada, pero es un indicador interesante. Desde hace al menos cinco años, Twitter se ha estancado entre los 300 y 320 millones de usuarios activos de las 883 millones de cuentas que existen, según la compañía Twopcharts, encargada de monitorizar la red creada por Jack Dorsey. Más aún, una encuesta de Reuters-Ipsos señala que el 36% de los que se registran nunca han publicado nada (para comparar, en Facebook esta proporción es del 7%).

Para Anthony Noto, director financiero de Twitter, esto tendría una explicación: «Nuestra red social aún es muy difícil de utilizar», aseguró en una entrevista en streaming a través del, ahora muy conocido, servicio Periscope. «Sólo hemos seducido a los que siempre adoptan rápidamente una tecnología y a los entusiastas de las redes. Pero aún no llegamos a la mayor parte del mercado», concluía.

Y puede que no lo hagan. A las nuevas generaciones, los post-millennials, que ahora mismo están en el instituto, no les interesa Twitter. Prefieren sus propios círculos, de Instagram y Snapchat. «Twitter es muy relevante en lo que a eventos culturales o noticias masivas se refiere –afirma Debra Aho Williamson de la firma de análisis de redes eMarketer –, pero cualquier que siga a unos cientos de personas puede sentirse sobrepasado por la cantidad de información. Es algo que se convierte en trabajo más que en diversión». Y eso es algo, precisamente, de lo que huyen los post-millennials.

Puede que sea cierto que el 45% de lo que se publica en Twitter no tenga sentido. Quizás es el 70%, puede que no pase del 20%... La realidad es que el caudal de información es tan importante que lleva a la saturación y hace pensar que, a menudo, en Twitter, no se encuentra lo que uno busca, sino que uno se cruza con lo que aparece. Y, excepto en los casos en los que se ha utilizado como una herramienta, no es una plataforma original sino un escaparate de cosas curiosas. Y para capturar más usuarios necesita algo más que 140 caracteres, viralidad o inmediatez.

EL FUTURO: una nueva generación de pensadores

Recientemente Google ha reformulado algunos de sus algoritmos de búsqueda. Y lo ha hecho al percatarse de que gran parte del tráfico que alentaban algunas páginas era simplemente por reproducir contenido ajeno, por subirse al tren de los viral. Páginas de este estilo, que viven de lo ajeno y que a menudo ni siquiera citan la fuente original, hay millones. El nuevo algoritmo premia la originalidad, el trabajo y castiga, situando por debajo de lo habitual, a los que viven del eco.

Quizás es hora de que Twitter lleve a cabo una práctica similar, adaptada a su propio público. Por ejemplo, en la sección «Mientras no estabas...» que recupera tuits para que el usuario sepa qué sucedió cuando no estaba conectado, se podría premiar a los que han creado algo original, novedoso. No solo basarse en los likes y retweets, honrar los méritos no la repercusión.

Esto es apenas un paso. El verdadero cambio debería ser más profundo y Twitter podría convertirse en un abanderado que convoque e alas nuevas generaciones. Del mismo modo que para toda una generación, los de más de 30 años «si salía en la tele, era cierto», para los post-milenials «si está en internet, es verdad». Esto no sólo lleva a creer en falacias o datos enmascarados, sino a carecer de un espíritu propio de crítica que les permita preguntar y preguntarse si lo que se ha publicado es cierto. Instalar la duda razonable y el pensamiento crítico.

Si Twitter puede ser utilizado para anticipar terremotos o delitos, si ha disparado igualmente revoluciones, también podría convertirse en una herramienta muy eficaz convertir una generación en pensadores autónomos y analistas que no se dejan llevar por la tendencia. ¿Cómo? Por ejemplo obviando el límite de 140 caracteres cuando se incluya un enlace que confirme la afirmación que se está haciendo. De ese modo se premia la veracidad sobre la viralidad.

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