
Cónclave
Todo lo que pasa en el cónclave se queda en el cónclave
Oficialmente, ninguna información podrá ser nunca revelada, como el desarrollo de las votaciones para la elección

Lo que ocurre dentro de la Capilla Sixtina se queda dentro de la Capilla Sixtina. Esa es la máxima que marca la elección del líder de la Iglesia católica y, con algunas excepciones, así ha sido siempre. Con el objetivo de garantizar la máxima confidencialidad de uno de los ritos más fascinantes y antiguos del mundo, los 133 cardenales electores que a partir de hoy elegirán al nuevo Papa quedarán completamente aislados del mundo exterior y estarán obligados a guardar el secreto de todo el proceso mediante un solemne juramento. Un silencio sepulcral que los purpurados deberán mantener incluso una vez elegido el sucesor de Francisco.
Oficialmentem ninguna información del cónclave podrá ser nunca revelada: ni el desarrollo de los escrutinios, ni los nombres que obtuvieron más consenso, ni tampoco detalles sobre las deliberaciones durante las reuniones de cardenales. A pesar de que en los últimos años sí se conocieron algunos fragmentos de las votaciones que en 2013 convirtieron al arzobispo de Buenos Aires, Jorge Mario Bergoglio, en el Papa Francisco, el Vaticano recuerda que los cardenales que filtren información serán severamente castigados con una de las sanciones más graves que contempla el Derecho Canónico: la excomunión automática.
No se trata de un tema menor. La confidencialidad que rodea la elección del Sumo Pontífice está expresamente regulada en un capítulo de la Constitución Apostólica «Universi Dominici Gregis», promulgada por San Juan Pablo II en 1996 y revisada por Benedicto XVI en 2013. La Carta Magna, que recoge las líneas maestras del desarrollo de la elección del nuevo Papa, dedica un capítulo entero a la obligación de guardar sigilo, prohibiendo a los cardenales divulgar cualquier información sobre el cónclave. La sanción, conocida como «latae sententiae», no precisa de un juicio previo, sino que se aplicará de forma inmediata si se traiciona el juramento de confidencialidad.
Una obligación –y un castigo-- que también afecta al personal laico y eclesiástico que les acompañará durante su encierro porque aunque los purpurados estarán aislados en la Capilla Sixtina durante las votaciones, una decena de técnicos estarán en todo momento a su disposición para garantizar que el sistema eléctrico e hidráulico funcione correctamente en la capilla y en la residencia de Santa Marta y Santa Marta Vieja, un edificio prácticamente adyacente, donde se alojarán.
En este hotel para religiosos en el corazón del Vaticano, situado a pocos pasos de la Capilla Sixtina y donde residió el Papa Francisco hasta su muerte, los cardenales estarán acompañados por el personal que se ocupará del mantenimiento de la estructura y de cubrir sus necesidades diarias.
Los cardenales harán su juramento tras su entrada en la Capilla Sixtina, pero el lunes, todas las personas que forman parte de la organización del cónclave se comprometieron a guardar el secreto de todo lo que vean y oigan en los próximos días. En una solemne ceremonia privada en la Capilla Paulina, el secretario del Colegio Cardenalicio, Ilson de Jesus Montanari; el maestro de las Celebraciones Litúrgicas Pontificias, monseñor Diego Giovanni Ravelli; y los Ceremonieros Pontificios juraron «observar absoluto secreto con cualquiera que no forme parte del colegio de cardenales electores, y esto a perpetuidad a no ser que reciba permiso especial expresamente dado por el nuevo pontífice elegido o por sus sucesores, sobre todo lo que directa o indirectamente se refiere a la votación y al escrutinio para la elección del sumo pontífice».
Y añade el texto pronunciado: «Asimismo, prometo y juro abstenerme de utilizar cualquier medio de grabación, audición o visualización de cualquier cosa que tenga lugar en la Ciudad del Vaticano durante el período electoral y, en particular, de cualquier cosa que esté relacionada directa o indirectamente con las operaciones conectadas con la elección misma».
Durante la ceremonia, alrededor de un centenar de personas ajenas al Colegio Cardenalicio también se sometieron al juramento de confidencialidad y firmaron personalmente la fórmula prescrita ante el cardenal camarlengo, Kevin Joseph Farrell. Entre ellos, se encontraban varios médicos y enfermeras, los ascensoristas del Palacio Apostólico, el personal encargado de los servicios de comedor y limpieza, el personal de floristería y servicios técnicos así como el coronel y un mayor de la Guardia Suiza que acompañarán a los purpurados durante su encierro.
Durante la ceremonia, alrededor de un centenar de personas ajenas al Colegio Cardenalicio también se sometieron al juramento de confidencialidad y firmaron personalmente la fórmula prescrita ante el cardenal camarlengo, Kevin Joseph Farrell. Entre ellos, se encontraban varios médicos y enfermeras, los ascensoristas del Palacio Apostólico, el personal encargado de los servicios de comedor y limpieza, el personal de floristería y servicios técnicos así como el coronel y un mayor de la Guardia Suiza que acompañarán a los purpurados durante su encierro.
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