Contaminación
Ni uno ni dos, esta es la cantidad de insectos que comes al año y no lo sabes
Es relativamente sencillo tragarse uno de estos bichos mientras se corre o se duerme, sin darse uno cuenta
Uno de los platos favoritos de los mexicanos son los chapulines fritos, que no son otra cosa que saltamontes crujientes y aderezados con especias (muchas de ellas, como no podría ser de otra manera, picantes). Son un alimento económico y muy fácil de obtener, tanto en granjas de insectos como en la naturaleza. Además de por su textura extremadamente crujiente, tienen muy buenos valores nutricionales, ya que son ricos en proteínas.
En otras culturas, como la tailandesa y otras grandes partes del sudeste asiático, es muy común que en los puestos de comida callejeros se vendan cucarachas fritas, tanto en brochetas como en conos de papel. En España, sin embargo, la mera visión de un insecto ya horroriza a la mayoría, así que de llevarse uno de ellos a la boca mejor ni hablarles.
Por otra parte, resulta extremadamente fácil ingerir alguna clase de araña o de mosquito sin darse uno cuenta mientras duerme, corre o simplemente pasea por la calle. Algunos insectos son tan pequeños que podemos tragarlos enteros sin siquiera percatarnos de ellos. Establecer un número promedio de la cantidad de 'bichos' que se comer una persona cada año parece una tarea difícil, si no imposible.
Insectos en la cadena alimentaria
Es bastante complicado de determinar una media exacta sobre los insectos ingeridos al año por persona, primeramente porque primero habría que descartar cuáles tomamos prácticamente todos los días sin darnos cuenta. Muchos insectos se utilizan tanto en la industria cosmética como en la alimentaria, sobre todo como colorantes. El color rojo o rosa tan distintivo de muchos productos se lo debemos a las cochinillas: yogures, gelatinas, refrescos, kétchup, embutidos... Está presente en docenas de productos cotidianos.
Por otra parte, se debe tener en cuenta que la mayoría de administraciones en servicios de seguridad alimenticia permiten una cantidad mínima de exoesqueletos de insectos dentro de los productos de consumo de toda clase, siempre en una proporción ínfima. Una de las más curiosas es la legislación de la Food & Drug Administration (FDA) de Estados Unidos, que establece como límite que, aproximadamente, cada vaso de zumo de naranja pueda contener hasta cinco moscas de la fruta (en peso, no enteras).
De media, una persona adulta con una alimentación promedio puede llegar a ingerir entre medio kilo y un kilo de insectos cada año. Las arañas o mosquitos que se traga uno corriendo o mientras duerme prácticamente nada tienen que aportar a la engrosada cifra que acabamos de mencionar. Son más relevantes incluso los microscópicos ácaros que ingerimos sin querer al respirar que estos otros insectos observables a simple vista.
Las fábricas están obligadas a cumplir con una serie de estrictos criterios y seguridades alimentarias que, si bien no son capaces de reducir a cero las trazas de insectos, sí que deben disminuirlas hasta niveles prácticamente insignificantes. Toda esta clase de objetos de consumo no conllevan ningún peligro para la salud humana en cuanto al ínfimo contenido de insectos.
Aunque para algunas personas les pueda parecer repulsivo el hecho de comer saltamontes, cucarachas o escorpiones, sin embargo no tienen ni el más mínimo problema a la hora de devorar a los parientes más cercanos de estos animales. Mientras que los artrópodos ya mencionados pertenecen a los insectos (o a los arácnidos), existen otros seres cuya carne se considera todo un lujo y un manjar que son increíblemente parecidos.
Se trata, por supuesto, de los crustáceos. Gambas, cangrejos, bogavantes gallegos, centollos, nécoras, camarones... Todos ellos son artrópodos, pero pertenecen a otra clase distinta que los insectos. En su mayoría, son seres marinos, pero sus características físicas difieren poco de sus parientes terrestres. Su consumo, entonces, viene determinado por factores culturales más que culinarios.