Las secuelas
Volver al trabajo: «Es como si tuvieras que subirte a un tren que va a toda velocidad y tú vas más lenta»
Los efectos del tratamiento dificultan una reincorporación que debería ser flexible y gradual
Neuropatía en las manos, dolor articular, osteoporosis, dificultades cognitivas, fatiga extrema, falta de concentración y de foco, lagrimeo constante. Este rosario de síntomas es solo una muestra de lo que muchísimas mujeres que han sufrido un cáncer de mama padecen cuando, oficialmente, «ya están bien». El pelo les ha crecido, han transitado su año y medio de quimioterapia, operación y radioterapia y llega el momento de volver a la oficina. Después de la alegría inicial de compañeros y superiores todo el mundo parece pensar que «ya estaría». Lo malo ha quedado atrás y toca ponerse al tajo. Sin embargo, la experiencia de las sufridoras de la enfermedad es bien distinta. Hemos hablado con dos de ellas para conocer de primera mano cómo es la vuelta al mercado laboral después del cáncer.
A Maika Gutiérrez (45 años) el cáncer le pilló en paro. Después de años trabajando como técnico administrativo, su empresa hizo un Ere y decidió dedicarse a su hija. Una vez superado lo peor de la covid, una inflamación en los ganglios tras recibir la vacuna en 2021 terminó en el temido diagnóstico. «Primero me dieron quimioterapia cada dos semanas y luego vinieron la cirugía y la radioterapia. Ahora estoy con tratamiento hormonal». Una vez terminado el proceso médico, Maika pudo notar la presión social para que volviera a buscar trabajo. «Cuando empieza a salirte el pelito, la gente cree que ya estás bien. Pero la realidad es que, emocionalmente, sientes una especie de caída libre».
En el momento en que se puso a buscar trabajo, se dio cuenta de otro obstáculo: «El mayor problema ha sido el vacío en el currículum, causado por la pandemia y el cáncer. Las entrevistas se vuelven complicadas cuando te preguntan qué has hecho durante ese tiempo, y emocionalmente tampoco me siento fuerte. Además, quiero pasar el mayor tiempo posible con mi hija, lo que hace que sea difícil compaginarlo con trabajos de muchas horas». La mayoría de las veces, al otro lado solo encontró silencio administrativo. Excepto en una ocasión, cuando le pidieron incorporarse en solo unas horas.
Irene Muñoz (41 años) coincide con Maika en que el cáncer le ha provocado un deseo y una determinación enormes de pasar todo el tiempo posible con sus hijos, que aún son muy pequeños. Ambas se conocieron en el grupo «Ejercicio y cáncer» que lidera Soraya Casla, un espacio que es fundamental en su recuperación física y emocional. En el caso de Irene, su reincorporación al trabajo ha tenido lugar hace tres semanas y de manera gradual. Su empresa, una multinacional alemana, le ha permitido el teletrabajo permanente y una jornada de cuatro horas, aunque las otras cuatro preceptivas se le van descontando de las vacaciones que no pudo disfrutar. No tiene queja de la acogida, pero admite que aún queda mucho por hacer para garantizar una reincorporación flexible para las que han pasado por esto. «Me diagnosticaron el cáncer en febrero de 2023. Pasé por 16 sesiones de quimioterapia, después una cirugía y, finalmente, radioterapia. He estado de baja en total 19 meses. Volver después de tanto tiempo es complicado. Si se te olvida la contraseña del ordenador tras tres semanas de vacaciones, imagínate lo que es estar fuera casi dos años. Aunque mantuve cierto contacto con la oficina, me siento como si tuviera que subirme de nuevo a un tren que va a toda velocidad, mientras yo voy mucho más lenta. Me cuesta entender cosas que antes eran parte de mi día a día. A veces tengo que consultar mis apuntes y ni siquiera yo los comprendo».
Tanto Irene como Maika reconocen que el «regalo» que te deja el cáncer es una nueva forma de enfrentar la vida y los problemas. Ambas recuerdan el lema de una amiga, Bego, que ya no está y que les decía que «no hay que alargar la vida, lo que hay que hacer es ensancharla». Habla Irene: «Es que después de pasar por algo así relativizas las cosas. Yo era de las que trabajaba doce o catorce horas al día, pero ahora mis prioridades han cambiado. Tengo dos niños pequeños y mi objetivo principal es tener tiempo para estar con ellos, ser una madre presente. No descarto una reducción de jornada cuando se terminen mis vacaciones».
De su primer día de vuelta a la oficina recuerda: «Pues es curioso, el día que volví a la oficina me dijeron: “¡Estás estupenda, qué bien te queda el pelo, qué tipazo!”. Y sí, me siento bien, incluso mejor que antes en algunos aspectos, pero... Yo les contestaba que no hay nada que un chupito de quimio no arregle». Irene tira también de humor para hacer memoria del día que recibió la noticia del diagnóstico. «Cuando me lo dijeron yo estaba en la oficina. Recibí la llamada del ginecólogo diciéndome que fuera al centro de salud de inmediato. Recuerdo decirle a mi jefa: “No te preocupes, no me voy a coger la baja”. Pero después de la primera quimioterapia cambié de opinión, claro, ja, ja».
Esta misma semana, la Asociación Española Contra el Cáncer (AECC) ha llevado las preocupaciones de Maika, Irene y tantos cientos de miles de españoles que han pasado por un cáncer a la reunión que han mantenido con la ministra de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, Elma Saiz. La asociación le ha manifestado la urgencia de aumentar la protección laboral a los supervivientes de la enfermedad y le ha pedido su colaboración para poner de acuerdo a todos los agentes sociales. Lo cierto es que, de momento, las perspectivas no son muy halagüeñas.
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