Diana Quer
Las dos maldiciones de Abuín
El pueblo coruñés que se llama como el apellido de «El Chicle» guarda una oscura leyenda muy antigua. De aquí era el abuelo paterno del presunto asesino de Diana Quer, la mitad de los vecinos se apellidan así pero ellos lo tienen claro: «La verdadera maldición es que ese chaval fuera de aquí»
Cuenta la leyenda que allá por el siglo XVI los habitantes de una pequeña aldea llamada Abuín, situada en el municipio de Rianxo (Coruña), decidieron saquear el monasterio de Santa María de Armenteira, enclavado entre las rías de Pontevedra y Arousa. Se llevaron un considerable botín pero también el germen de una terrible maldición. Al volver a casa, felices por saberse ricos durante mucho tiempo, les asaltó una duda: ¿dónde guardar toda esa riqueza? Nadie quería correr riesgos, así que acordaron entregárselo al cura del pueblo. Misteriosamente, el sacerdote apareció muerto en extrañas circunstancias al día siguiente y el resto de vecinos también fueron falleciendo poco a poco, uno detrás de otro, hasta no quedar ninguno, de tal forma que creyeron que aquello se debía a una «merecida» maldición por el saqueo del monasterio. De aquel antiguo asentamiento aún quedan algunos muros de piedra, casi escondidos entre la maleza, no muy lejos de las primeras casas del Abuín actual, donde viven un centenar de personas. Todo el mundo aquí ha escuchado alguna vez esa vieja historia (y sus variantes) aunque los más profanos tratan de desmitificar el asunto: «Aquello fue porque llegó un barco a las Rías Baixas que traía la peste y esa gente murió, como tanta otra en aquella época, por esa enfermedad». La historia es bastante popular en esta tierra de «meigas» y, a día de hoy, sigue llegando gente para visitar las ruinas del antiguo Abuín «maldito». «Hasta han venido los de “Cuarto Milenio” este año», explican en el bar que lleva el nombre del pueblo, algo que han notado en el turismo. «Sí que viene gente para verlo aunque ya queda muy poco y, si no te guía alguien, ni lo encuentras. Muchos vienen a dar un paseo por ahí y luego se acerca aquí a tomar un café. Eso sí, todos hacen foto al letrero del bar, como vosotros. Y por lo mismo», dice refiriéndose a estos periodistas la propietaria del negocio. También se apellida Abuín, como medio pueblo, y es prima del presunto asesino de Diana Quer. Aunque el apellido abunde, bien saben que, si estos días no dejan de escucharlo en la tele es porque hay un Abuín que se ha hecho tristemente famoso: José Enrique Abuín Gey, alias «El Chicle». «El mote lo empezásteis a decir mal y ya no hay quien os lo corrija, ¿eh?», explica un tipo mientras echa un cigarro a la puerta del bar. «Le llamaban “O Chiclé”, con acento en la “e”, por una pieza del carburador del coche de cuando él andaba de mecánico. No me digas por qué. Otros le decían “Chiquilín”, pero eso ya ni sé decirte de dónde viene». Hay quien asegura que éste apodo fue por unos dibujos animados de hace años donde salía un perro que tenía los dientes muy grandes, como los famosos paletos del «El Chicle», que tiene el tic de humedecerlos con la lengua cada poco; un gesto que hizo durante la reconstrucción del crimen de Diana y en un vídeo casero grabado en un barco durante las fiestas de Rianxo de 2017, cuando hacía un año que había matado a la joven madrileña y aún estaba en libertad. De Enrique, como en realidad le llamaba casi todo el mundo, no guardan mal ni buen recuerdo. «Era un tío que sin más, ¿sabes? A ver, muchas luces no le veías. Siempre fue un poco el tonto del pueblo y el feo del colegio» y de ahí, aseguran, que desarrollara ciertos complejos. Le conocen bien porque Asados, donde se crió y donde aún viven sus padres (Margarita y José), está a cuatro minutos en coche y, además, su abuelo era de aquí.
El nieto del «Arria Joya»
«José (se llamaba igual que su hijo, el padre del «Chicle») murió hace poco, en mayo o así, a los 88 años. Fue un hombre trabajador, se dedicó a muchas cosas: al mar, haciendo carreteras, con los pinos en el monte y también sacaba barro de un sitio cerca para hacer cerámica. Eso cuando era joven. Ahora hacía años que ya nada, claro», explica un familiar. La gente de su edad, como María Abuín (81 años), recuerdan el mote que siempre tuvo a raíz de una curiosa historia que le describe como una persona brava. «Le decían el “Arria joya” porque siendo él muy joven compró un reloj. En aquellos tiempos casi nadie tenía y en unas fiestas se lo robaron o lo perdió o algo pasó. Luego se enteró de quién lo tenía y fue buscarle a otro pueblo y le dijo (al presunto ladrón): “¡Arria a joya, arria a joya!”, que en gallego es algo así como “¡Dame la joya!”. Y el mote acabó derivando en “arria joya”». Otros, introducen un arma blanca en el relato: «Le pidió que se lo devolviera pero a punta de navaja», añade otro hombre. Pero eso ya no se sabe. «Y esa historia sí que no es ninguna leyenda, eh, eso fue así», recuerda el vecino volviendo al origen de la conversación: la «maldición» de un pueblo que, hace no muchos años, sufrió otra gran pérdida de tres vecinos que murieron mientras hacía pesca submarina.
Aunque la gente de estos pueblos conoce bien los peligros del mar y sus consecuencias, esta pérdida dejó sobrecogido el pueblo de Abuín. «Mira, la verdadera maldición de este pueblo es que ese chaval fuera de aquí», dice una vecina. «Por lo que le hizo a esa rapaza lo primero, pero también porque ahora, cualquiera de este pueblo que diga de dónde es o cómo se apellida, ya te preguntan por él». Si del «Arria joya», el abuelo de «El Chicle» guardan buen recuerdo, a su hijo José, padre del criminal, ya le trataron menos pero criticaban que un día de esta semana estaba «tan tranquilo en el bar» mientras contaban en la tele la «barrabasada» que le hizo a Diana, según una vecina. «Y qué va a hacer el pobre. Bastante tienen ya ellos, home», zanja otra. «Bueno pero, ¿no sabían a lo que andaba ya?», insiste la primera. «Boh», zanja la otra. A lo que «andaba» se refieren a que Abuín fue condenado a dos años y seis meses de prisión por tráfico de drogas en una sentencia de 23 de diciembre de 2015. Llegó a guardar 17 kilos de cocaína en casa de sus padres pero sus labores solían ser de menor importancia. Dicen que movía algún fardo y hacía algunas gestiones de logística para el clan de «Os Fanchos», liderado por un tío suyo, a quien «vendió» en cuanto le cogió la Guardia Civil. Es otra de las razones por las que «El Chicle» ya ha cambiado tres veces de cárcel (Teixeiro, A Lama y Mansilla de las Mulas, la última): ser un chivato y un «violeta» (violador en argot carcelario) es lo peor en prisión. También se dice que la nave de Asados, esa vieja fábrica de gaseosas que fue la tumba de Diana durante 497 días, sirvió de escondrijo para guardar kilos de «fariña» pero es cierto que por esta zona –especialmente aquí, en la ría de Arousa, cuna del narco gallego–, se respira cierta aprobación a ese paso que dieron muchos contrabandistas en los 80, cuando cambiaron el tabaco por la cocaína. No estaba mal visto hasta que la droga arrasó con casi toda una generación, como si fuera otra peste. De hecho, de la quinta del «Chicle» cayeron muchos. Pero ni él ni dos de sus hermanas tuvieron problemas en este sentido. También aquí en Abuín vivió un tiempo la pequeña, Ana, con un novio que tiene casa en el pueblo. «Aquí trajo a Rosario (ex mujer del «Chicle») y a la niña cuando pasó todo y había tanta Prensa en la puerta de su casa de Taragoña». De ella sí que no tienen buena opinión por haber «tapado» a su ex marido, una decisión que supuso aumentar innecesariamente el dolor de una familia rota para siempre y alargar una compleja investigación en la que, por dar solo algún dato, se analizaron más de 8.000 antenas de telefonía móvil y, para reconstruir los pasos del asesino, hasta tuvieron en cuenta la fase lunar que había aquella horrible madrugada del 22 de agosto de 2016 para saber exactamente con qué luz actuó «El Chicle».
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