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Nuevo iPhone 17: Análisis sociológico de los usuarios de Apple
En muchos apartados los iPhone no son los mejores smartphones del mercado y, aun así, sus ventas se mantienen estables desde hace años. Este es el motivo. Y también el problema.
Nos gusten más o menos los teléfonos inteligentes de Apple, hay que reconocer que sus ventas se mantienen estables desde hace más de una década: siempre unos 230 millones de unidades vendidas globalmente. Algún año rozan los 240 y otro justo por encima de los 220, pero allí está el equilibrio.
En este panorama, Samsung, su mayor competidor, se debate entrecifras por encima de los 320 millones y datos aciagos que apenas rozan los 220 millones. La misma oscilación extrema, una amplitud térmica enorme en las cifras, se ve en Xiaomi, Huawei y demás competidores cercanos. Cada uno con su propia guerra interna.
Samsung es un océano más grande y turbulento, en constante agitación, con decenas de nuevos modelos anuales, contra los cuatro de Apple. Xiaomi es como un río de aguas bravas, que sube y baja rápidamente, en sus precios y sus calidades, mientras que Huawei fue un tsunami que se chocó con un terremoto político que frenó su destino.
El mercado de los smartphones, no cabe duda, es un escenario brutal donde solo Apple, gracias a su ecosistema y marca únicos, ha logrado construir una fortaleza de estabilidad. Para todos los demás (los mencionados y Oppo, realme, Nothing, OnePlus, Honor…), es una batalla constante con una inmensa volatilidad.
Apple ha alcanzado un nivel de estabilidad notable, pero se trata de un tipo específico de estabilidad: la de un gigante maduro y premium basado en vender teléfonos de alto precio y alto margen de beneficio a una base de clientes fieles dentro de un ecosistema estrictamente controlado (iOS, macOS, App Store, Servicios).
Pero la meseta de ventas de iPhone es mensual y no anual: están principalmente ligadas a los ciclos de lanzamiento de productos y alcanzan su punto máximo tras un importante lanzamiento. Luego disminuyen notablemente hasta el siguiente lanzamiento. Así, la lealtad de los usuarios de iPhone es obvia: la gente no solo compra un iPhone; se adentra en un universo de productos y servicios que funcionan a la perfección.
El ecosistema (la exclusión definitiva), se basa en la compatibilidad de los dispositivos de la manzana. Por ejemplo, si queremos aprovechar un Apple Watch, necesitamos un iPhone, de lo contrario perdemos gran parte de sus funcionalidades. Este es el extremo, pero los AirPods, los portátiles y las iPad, también tienen problemas para socializar con otros sistemas operativos. Puede que no tantos como el famoso reloj, pero…
Una de las ventajas que sostienen el éxito de Apple o al menos su fidelidad es que iOS es conocido por su simplicidad, diseño intuitivo y ausencia de bloatware. A eso se suma el soporte de software a largo plazo (más de 5 a 6 años de actualizaciones de iOS) y la sensación de seguridad contra el malware.
Otro apartado notorio es su identidad de marca. Apple ha creado con maestría su marca como símbolo de lujo, creatividad y aspiración. El iPhone es un símbolo de estatus, son ellos contra el mundo.
Y, finalmente, la privacidad. Apple se promociona a sí misma como la alternativa centrada en la privacidad a Google y Android. Sea totalmente cierto o no, este mensaje resuena con fuerza en un segmento de usuarios y refuerza su lealtad.
Pero todo esto tiene varios problemas, ya que la estrategia de Apple es un arma de doble filo. El primero de ellos, y el más citado, es la complacencia con la innovación. El público cautivo (las ventas en meseta) hacen que la innovación se demore: ¿para qué innovar si igual comprarán? Eso es lo que provoca, año sí y año también, las burlas en redes sobre las mejoras del iPhone de turno.
Luego tenemos la endogamia. Un ecosistema exitoso, pero muy cerrado, se convierte en un objetivo para los reguladores (resuena la palabra monopolio que temen Meta, Google o Microsoft). La demanda del Departamento de Justicia de EE. UU. contra Apple (precisamente por monopolio) es un ataque directo a su modelo de negocio, alegando que utiliza su poder monopolístico para atrapar a los usuarios y desarrolladores. Los cambios forzados en iMessage, las tarifas de la App Store o el acceso al chip NFC (Apple Pay) podrían ser un problema complejo, facilitando la salida de los usuarios.
La dependencia de China constituye un riesgo geopolítico y operativo enorme. La fabricación de Apple se concentra abrumadoramente en China. Muy abrumadoramente: hasta el 90%. Cualquier interrupción, ya sea por tensiones políticas (por ejemplo, Taiwán), una pandemia o guerras comerciales o las tarifas de Trump, podrían paralizar su cadena de suministro y detener el flujo constante de dispositivos.
Apple también debe estar alerta al cambio generacional. Si bien la marca es sólida, existe el riesgo de que las generaciones más jóvenes no perciban el mismo valor. Si un competidor (o una nueva categoría de dispositivo) capta su atención y Apple es vista como la marca de sus padres, el ciclo de lealtad podría romperse. En pocas palabras: Apple puede convertirse, para nuestros hijos, en el Nokia de nuestros hermanos mayores.
La estrategia los hace vulnerables a amenazas específicas y catastróficas (medidas regulatorias, colapso de la cadena de suministro y erosión de su imagen de marca), en lugar de las amenazas competitivas diarias que enfrenta la competencia.
Así, al contrario del resto de fabricantes, su futuro no depende de ganar nuevos clientes, sino de seguir aportando suficiente valor a sus dispositivos para que sus usuarios actuales no quieran irse jamás. En el momento en que la manzana del paraíso se convierta en una prisión de la que no pueden salir, su mayor fortaleza se convertirá en su mayor debilidad.