Estreno

No es oro todo lo que reluce en EE UU

Del creador de «Downton Abbey», Julian Fellowes, HBO Max lanza «La edad de oro», luchas de dinero nuevo y viejo y poder en el Estados Unidos de la década de 1880

Fotograma de la Edad de oro
Fotograma de la Edad de oroALISON COHEN ROSA

No habría que andarse con remilgos para hablar de «La edad de oro», la nueva serie que acaba de estrenar HBO y que promete con convertirse en una gran ficción por su capacidad para ser varias producciones a la vez, cada una con su voz personal. Avalada por el nombre de su creador, Julian Fellowes, miembro de la Cámara de los Comunes, Barón de West Stafford, actor, director y novelista, padre también de «Dowton Abbey», «Godsford Park», «Titanic» y «Belgravia», entre muchas producciones más. «La edad de oro» es fruto de una planificación de casi 10 años, desde que el autor decidiera crear una especie de precuela derivada de «Downton Abbey» teniendo como escenario, una de las mejores épocas de Estados unidos, la década de 1880.

La Edad Dorada estadounidense fue un período de inmenso cambio económico, de gran conflicto entre las viejas costumbres y los nuevos sistemas, y entre las enormes fortunas ganadas y perdidas. La trama de los nueve capítulos de la primera temporada comienza en 1882 con la mudanza de la joven Marian Brook (Louisa Jacobson) de la zona rural de Pensilvania a la ciudad de Nueva York después de la muerte de su padre para vivir con sus tías adineradas Agnes van Rhijn (Christine Baranski) y Ada Brook (Cynthia Nixon). Acompañada por Peggy Scott (Denée Benton), una aspirante a escritora que busca un nuevo comienzo, Marian se ve envuelta de forma inesperada en una guerra social entre una de sus tías, hija de la vieja riqueza, y sus vecinos tremendamente ricos, un magnate ferroviario despiadado y su ambiciosa esposa, George (Morgan Spector) y Bertha Russell (Carrie Coon).

Y todo es boato y la serie se puede ver desde la Historia, con nuevos magnates ganando dinero a expuertas, pero alejados del peso social que recae en sus esposas. Los encuentros de damas son una auténtica fiesta con diseños de ropajes imposibles (una de las protagonistas se cambia hasta siete veces de vestido en un día), y madres e hijas en interminables fiestas sociales, sobre todo encaminadas a la caridad, pero en las que subyace la necesidad de ser reconocidas a nivel social por su dinero, su marido y sus bienes. Enormes y lujosas casas nuevas en la quinta avenida harán la delicia de los interioristas, con los nuevos ricos comprando esculturas y piezas europeas para lucir en sus casas. Y todo en la serie habla de los personajes y es todo el guion. Ya desde el encorsetado principio el espectador está deseando que la hija de Meryl Streep (Louisa Jacobson) diga en voz alta lo ridículo de algunas normas y convenciones sociales.

Sin embargo su intento se verá perjudicado por la lucha que hay por ser uno de los «400 nombres»: Después de la Guerra Civil, en la que los inmigrantes y los habitantes del Medio Oeste en busca de fortuna acudieron en masa a Nueva York, Caroline Schermerhorn Astor y su amigo Ward McAllister seleccionaron una lista de 400 neoyorquinos a la moda que consideraron relevantes en la sociedad. Así y con el negocio de pieles de su marido como aval, Astor elegía quién estaba dentro o fuera de la modernidad. En el otro extremo, los nuevos ricos, incluidos WK Vanderbilt y su esposa, Alva )de asombroso parecido con los Russel). Y esta guerra salpicará a todos los personajes incluido el servicio que celebra pequeños aquelarres en las comidas y los descansos para destripar a sus señores. Y la lección a aprender la da la siempre tía Agnes a su sobrina: «Perteneces a la vieja Nueva York, querida, y no dejes que nadie te diga lo contrario».

Veremos si a largo plazo consigue la consideración de su hermana mayor, «Dowton Abbey», que estrena película, de momento ya han dado luz verde a la segunda temporada.