
Estreno
"Las hijas de la criada": Dos nacimientos que marcan a una familia
► La serie es la adaptación de la novela con la que Sonsoles Ónega ganó el Planeta, y que llega hoy a atresplayer

Adaptar un Premio Planeta nunca es un trámite: es asumir un desafío rodeado de expectativas, de lectores atentos y de una obra que ya ha demostrado su capacidad para arrasar más allá de las páginas. «Las hijas de la criada» no iba a ser la excepción. Desde que se alzó con el galardón en 2023, la novela de Sonsoles Ónega encadenó ediciones con una velocidad inusual, se afianzó en lo más alto de las listas y terminó superando el millón de lectores, un registro que habla por sí solo de su impacto. Convertida en uno de los fenómenos editoriales recientes, su salto al audiovisual más que una decisión parecía una consecuencia natural, aunque no por ello menos exigente: trasladar semejante éxito implicaba estar a la altura de una historia que el público ya había hecho suya.
Cuando Atresmedia decidió hacerse cargo de la adaptación, quedó claro que la cadena buscaba algo más que sumar un título al catálogo: aspiraba a levantar una ficción capaz de dialogar con el entusiasmo lector que había acompañado al libro desde su publicación. El anuncio oficial se produjo el pasado septiembre en el FesTVal de Vitoria, donde la serie despertó una expectación inmediata y se presentó como una de las grandes apuestas de la temporada. Bajo el sello de Buendía Estudios Canarias, que ha articulado un equipo creativo especialmente atento a los matices del material original, la dirección recae en Menna Fité y Alejo Flah, dos nombres con experiencia en el retrato dramático («Merlí», «Días mejores» o «Séptimo»), y el guion está firmado por Ángela Armero y Carlos Ruano, que trasladan al audiovisual las páginas de Ónega. Tras meses de trabajo, la adaptación llega hoy a Atresplayer, dispuesta a medirse con las expectativas que la han acompañado desde su gestación.
Como los lectores del libro recordarán, la historia se abre en la Galicia de comienzos del siglo XX, en el pazo de Espíritu Santo, donde dos familias reciben a dos niñas que aún no saben que su destino quedará marcado desde la primera noche. En el ala de servicio, Renata (Carlota Baró) da a luz a Clara entre susurros y manos cansadas, en un parto casi oculto que sigue el ritmo silencioso de quienes viven para sostener la casa ajena. Al otro lado del pazo, en las estancias principales, doña Inés (Verónica Sánchez) trae al mundo a Catalina rodeada del ceremonial que corresponde a la heredera de los Valdés. Pero bajo esa apariencia de orden y jerarquía late una verdad incómoda: ambas niñas comparten al mismo padre, don Gustavo (Alain Hernández), cuya presencia imponente atraviesa la escena con una mezcla de autoridad y cálculo que nadie se atreve a nombrar. Esa doble llegada al mundo —dispareja en formas, idéntica en origen— dibuja ya la grieta moral que recorrerá toda la historia, anticipando un conflicto que crecerá con las propias niñas y que, pese al silencio que lo envuelve en sus primeros compases, acabará por sacudir los cimientos del pazo. Poco después de ese doble nacimiento, los Valdés abandonan Galicia para seguir haciendo negocio al otro lado del océano, en Cuba, y la serie se adentra en la vida adulta de Clara (Judith Fernández) y Catalina (Martina Cariddi), ya convertidas en dos jóvenes que encarnan destinos opuestos: una criada con hambre de mundo y una heredera criada en la comodidad del privilegio. En torno a ellas orbitan las viejas tensiones familiares y nuevos personajes que encarnan las distintas caras del poder y la fractura social: Jaime Valdés (Álex Villazán), heredero llamado a sostener el negocio familiar; Celso (Tomy Aguilera), ligado a la casa por lealtades que no siempre son voluntarias; o Braulio Barba (Roque Ruiz), cuya ambición añade pólvora a un clima ya inflamable.
La serie logra trasladar con gran acierto las tensiones y conflictos que Sonsoles Ónega desplegaba en la novela, manteniendo intacto ese pulso emocional que sostenía la lectura. El reparto responde a la altura: Alain Hernández compone un don Gustavo abiertamente maquiavélico, Carlota Baró aporta toda la vulnerabilidad y templanza de una Renata sufrida, y Verónica Sánchez encarna a una doña Inés íntegra, atrapada entre el deber y la conciencia. A esa solidez interpretativa se suma una recreación gallega especialmente cuidada en el piloto, donde el pazo, el entorno y la luz atlántica contribuyen a anclar la historia en un territorio que respira verdad desde el primer plano.
En definitiva, la llegada de la serie a atresplayer ofrece una lectura audiovisual que respeta el espíritu del fenómeno literario y lo amplía con nuevas capas. Si, como a tantos lectores, la novela de Sonsoles Ónega le atrapó, esta adaptación tiene todos los ingredientes para hacerlo de nuevo: la misma tensión soterrada y un reparto que sostiene con firmeza el viaje. Una invitación, en suma, a volver a entrar en el pazo de Espíritu Santo desde otra mirada, pero con idéntica capacidad de arrastre a la que tenía la novela.
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