Estreno

«1992»: Arde Sevilla

Netflix estrena hoy la nueva serie de Álex de la Iglesia, con la premisa de unos asesinatos vinculados con figuritas de Curro

Imagen de la serie "1992" de Netflix
Imagen de la serie "1992" de NetflixNetflix

Los primeros cinco minutos de «1992», la nueva serie que Álex de la Iglesia ha hecho para Netflix, y que se estrena hoy, son todo caos. Cuando ni siquiera sabemos quienes son aún los protagonistas, todo salta por los aires. Richi (Fernando Valdivieso), un expolicía y ahora vigilante de seguridad en Cobo Calleja, acude a una llamada cuando una explosión acaba con la vida de un amigo cuando se destruye su oficina fruto de las llamas y una explosión. Dos cadáveres calcinados son lo único que queda, con la salvedad de la inconsciente viuda, Amparo (Marian Álvarez), desmayada sobre el ennegrecido local. En las manos de un famoso empresario, una figurita de Curro, la mascota de la Exposición Universal celebrada en Sevilla en 1992.

La serie permitirá a los espectadores atar cabos, pero a una velocidad bastante lenta para los impacientes, mientras llueve constantemente en Madrid. Pronto, la afligida viuda ve cómo su vida se desmorona y comienza a sospechar que no hay nada de casual en la muerte de su marido. Convence a Richi que merece la pena investigar por qué las figuras de Curro empiezan a aparecer en escenarios en los que ya hemos visto actuar a un sujeto que se cuela sin que le vean (sigh) aprovecha despistes y usa nada menos que un lanzallamas y se enfunda una máscara de la mascota sevillana del 92. Por supuesto la serie tiene todos los elementos que uno puede esperar de una producción de De la Iglesia junto al creador y guionista, ganador de dos premios Goya, Jorge Guerricaechevarría. La calificación lo deja claro: «Miedo o angustia, autolesiones, sexo, drogas y sustancias tóxicas, suicidio, violencia»..., y puede que se quede corta.

Los escenarios se suceden, con Madrid lluvioso de fondo y viajes a Sevilla en el AVE, donde vemos el páramo abandonado en el que se ha convertido lo que fue el escaparate de la modernidad en España hace 32 años. Ya no lo tenemos tan presente pero mientras el mundo y Europa nos observaba se nos hundió un barco recién botado y ardió todo un pabellón. Ardió Sevilla, y parece que no tardará mucho en volver a hacerlo.

La serie tiene puntos estéticos muy fuertes, no siempre el fuego, aunque algunas escenas rayan el slasher y es en la química de sus protagonistas donde radica cierto enganche a la serie, aunque es difícil que cuaje. Si bien Valdivieso entra de lleno con caída de hombros incluida en una versión creíble de un hombre acabado y alcoholizado y Álvarez llega a cotas de credibilidad de desgaste por accidentes, algunas situaciones, algo muy habitual en la filmografía de De la Iglesia, son absurdamente cómicas, con lo que disfrutaremos de ironías y espitas de algunas escenas inconexas. El guion de Pablo Tébar y Jorge Valdano está bastante deslabazado, dando la sensación de que algo se ha quedado en la sala de montaje; algo que el cerebro no sabe montar por sí solo. Que nos faltan piezas pequeñas pero imprescindibles para un todo. También hay una trama política que llega tarde e incluye todo tipo de detalles, incluyendo la casposidad empresarial de la época. Los habituales de las cintas del cineasta vasco no dudarán en merendarse de un tirón una serie que a veces alarga demasiado escenas, que de otra forma hubieran durado mucho menos, a pesar de que, como ya hemos dicho, pocas cosas hay tan tétricas como rodearse de muñecos demasiado alegres y coloridos y que nos evocan cosas raras. Para aquellos aficionados a «30 monedas», la ficción de «1992» se parece más a la segunda temporada que a la primera, que tenía más de desarrollo y planteamiento y en el que los actores tenían casi toda la carga de la trama en la que subyacía un temor.

Entre tanto fuego y lluvia hay algo de trabajo policial por el que se pasa de puntillas, a pesar de que el «se lo dije» campa a sus anchas por muchas comisarías de Madrid y Sevilla, incluso con secundarios de los que se podía haber prescindido. El espectador no encontrará misterio ni nada por resolver que no se pueda conseguir habiendo visto ya mucho cine y casos de detectives y asesinatos, y eso desluce siempre un poco. Quizá un poco más de sorpresivas revelaciones hubieran hecho mejor favor a la trama. «1992» es disfrutable y de rápido consumo, pero eso es también un indicativo de que parece hecha sin esfuerzo. La serie parece destinada a cumplir el objetivo de llenar algún hueco en el imaginario popular y del propio Álex, que aunque días después nos confesó que no le gusta eso de resumir la serie en «es Álex de la Iglesia, ya sabes», no es ni más ni menos que más de eso, y un poco más.