Crítica

"Nos vemos en otra vida". Cuando la realidad es insuperable: porros por dinamita

Disney+ estrena hoy esta serie sobre el libro de Manuel Jabois «Nos vemos en esta vida o en la otra» (Planeta) de la matanza del 11M

Emilio Trashorras (Pol López) y Gabriel Montoya (Roberto Gutiérrez) protagonistas de la trama asturiana del 11M
Emilio Trashorras (Pol López) y Gabriel Montoya (Roberto Gutiérrez) protagonistas de la trama asturiana del 11MDisney+

«Está bien contar las cosas», es la frase que usa el periodista Manuel Jabois para la existencia de su libro «Nos vemos en esta vida o en la otra» (Planeta), en el que está basada la miniserie de seis capítulos que estrena hoy Disney+, y que narra los hechos cotidianos de donnadies que contribuyeron al día más negro de la historia de España, el 11 de marzo de 2004, el atentado yihadista que acabó con la vida de 193 personas e hirió a más de 2.000. «Nos vemos en otra vida» relata en forma de ficción, de la mano de Jorge y Alberto Sánchez-Cabezudo, creadores y directores, la entrevista de Jabois con Gabriel Montoya Vidal, «baby», sobre su vinculación en los sucesos y la llamada trama asturiana con Emilio Trashorras.

Al igual que en el libro, no hay ninguna intención moralizadora ni de intentar exculpar a los personajes. Todos ellos ya han sido condenados por la Justicia, y 20 años después de los atentados es el momento de afrontar, como reconoció Sofía Fábregas, vicepresidenta de producción original Disney+ España, que «es una serie necesaria», y por eso «traemos a la actualidad y a las nuevas generaciones, uno de los episodios más dolorosos de nuestra historia desde el rigor de los hechos y la sensibilidad hacia las víctimas». La serie esta magistralmente interpretada por Roberto Gutiérrez en el papel de «Baby» adolescente, su debut en la interpretación; Pol López como Emilio Trashorras; Quim Ávila en el papel de «Baby» adulto; Tamara Casellas como la madre de Baby, y Mourad Ouani como «El Chino», uno de los jefes del grupo yihadista, entre otros. LARAZÓN habló con las dos versiones de Baby para entender cómo se afronta un proyecto que puede ser necesario, pero no por ello menos polémico y doloroso. «Esta serie está basada en hechos probados y por lo tanto lo que se dice está siempre intentando ser lo más fiel posible a la realidad», aclara Ávila, que tenía 10 años cuando sucedió. En el caso de Roberto, con 19 años, ni siquiera había nacido, pero «se me acercó una señora en un McDonalds de Oviedo a decirme que estaba buscando a alguien de mi estilo para un papel protagonista».

Ambos se empaparon del libro de Jabois para meterse en la difícil piel de un joven de 16 años que pasa de fumar porros con sus colegas en un barrio de Avilés, a convertirse en colaborador necesario de los atentados desde que conoce a Trashorras, y se lía la del pollo a domicilio. Noches de drogas, alcohol, armas, desfase y dinamita acaban con sangre, dolor e ignominia. Gabriel levanta los hombros con frecuencia y se deja llevar por las situaciones aunque su yo interior a veces tiene dudas como demuestra la voz en off durante toda la serie, pero nunca lo exterioriza. Es duro verle sentarse frente a Jabois a reconocer que «hay mucha gente que no tenía que haber muerto, pero si necesitas el dinero, ¿qué haces?». Y más aún cuando se confiesa: «Me arrepiento de lo que pasó, no de lo que hice», como una eterna contradicción que le acompañará también de adulto. «Puedo entender que hay una parte de la sociedad que considere que es demasiado pronto, pero hay otra parte, más joven, que no halla información del tema. Nunca es temprano ni tarde para rellenar ese vacío que hay en la historia de nuestro país», explica Quim Avila, que consigue una profundidad en el personaje encerrado en sí mismo durante todo el metraje. La labor de los actores es excelente, con un primerizo Roberto que a pesar del truco del ojo consigue hacernos creer cómo se va metiendo en el follón en cuatro edades diferentes, desde «el juguetón con 15 años; el bicho con 16; el de 17 con Trashorras y los trapicheos, y el de 19, el demonio: más frío, más seco, más rígido». Destacar especialmente a Pol López que debería llevarse más de un premio por el Trashorras más trasnochado, aberrante y sin escrúpulos, y Tamara Casellas que se comporta como el único refugio de Baby, a pesar de todo, como explica Ávila: «Tiene esa dualidad perfecta que tienen muchas madres entre la más dura, pero que a la vez un abrazo te desmonta como ser humano».

«Nos vemos en otra vida» es una gran serie, con una producción impecable y un objetivo claro: «Hecha con la crudeza y la objetividad máxima posible para que el público no sienta que se está creando un punto de vista. Nuestra principal preocupación era que las víctimas sintieran que no se estaba haciendo nada que les falta el respeto personal». El 11 de marzo fue terrible, pero sería peor que nos permitiésemos olvidarlo.

La labor de interpretar a un invisible

►La dificultad del papel de Baby es la falta de referencias, ya que al tratarse de un menor, no existe manera de conocerle físicamente y solo por los videos del juicio y las referencias de Jabois. «Tienes que acercarte más o menos a lo que tú crees que es ese personaje», adelanta Ávila, que agradece la ayuda en ese sentido de los directores y de Borja Solé. Roberto sí confiesa, siendo asturiano, que estaba menos nervioso rodando en Madrid: «Que no me viera la gente conocida, porque estaba un poco avergonzado». El joven puso a prueba su actuación en el único momento en el que Baby se rompe.