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Alicia Costa: «Me siento más atacada por querer ser torero que por ser mujer»

La alumna de la Escuela de Tauromaquia José Cubero «Yiyo» describe cómo es su día a día en un mundo de hombres

Alicia Costa reflejándose sobre un charco en la arena del ruedo
Alicia Costa reflejándose sobre un charco en la arena del ruedolarazon

Hace tan solo unas semanas Rocío Romero debutaba como novillera con caballos en la Plaza de Toros de Vistalegre, algo que le convirtió en el espejo en el que ahora se miran todas las mujeres que quieren seguir sus pasos por la arena más movediza. Es el caso de Alicia Costa, una de las cuatro alumnas de la Escuela Taurina de la Comunidad de Madrid José Cubero «Yiyo». La becerrista, con 19 años y formándose en magisterio y educación infantil, hace tiempo que dejó de creer en cuentos o maravillas y lucha cada día, y no solo hoy, para que su vocación llegue a buen puerto.

Ella, que vive en un mundo de hombres, reconoce el enorme mérito de las mujeres que, antes y con más dificultades que ella, intentaron e incluso lograron cumplir este sueño que ahora ella persigue, ser torero. Pero al mismo tiempo denuncia que aún no se han derribado todas las barreras: «Sigue habiendo mucho machismo dentro del toro. A día de hoy todavía hay novilleros que se niegan a torear con nosotras. Son una minoría, pero el daño que producen a la profesión es incalculable».

Alicia es consciente de donde se mete, una mujer en un mundo de hombres perseguido más que nunca por un animalismo muy activo en la sociedad y en sus redes. Un territorio hostil que parece haber aceptado como hábitat natural. «Cada día que voy a la Escuela mis argumentos para defender la fiesta crecen. Es cierto que quizá hemos abusado de tópicos a la hora de hacerlo, pero cuando las preguntas siempre son las mismas resulta difícil avanzar». Y no buscando ser políticamente correcta añade: «En mi día a día me siento más atacada por querer ser torero que por ser mujer».

La madrileña, nacida a las puertas de este siglo, lo que le convierte en miembro de una nueva generación, la «Z», no se identifica con los emergentes movimientos feministas como los famosos «Me too» o «Time`s Up», nombres que solo le suenan. Sin embargo se muestra a favor de toda manifestación que luche contra la desigualdad, aunque cree que «sin una buena comunicación o campaña de concienciación los esfuerzos pueden resultar inútiles».

Tras la propuesta emitida por Naciones Unidas sobre la prohibición de la exposición de los menores a exhibiciones taurinas, la estudiante responde de forma contundente: «La tauromaquia no incentiva la violencia. El toreo es una cuestión de gustos y la violencia de educación. Yo y mis tres hermanos, que hemos recibido la misma educación, no somos violentos, sin embargo yo quiero ser torero y el pequeño se considera antitaurino. Siempre le digo que se venga conmigo al campo a ver cómo se cría el animal, pero él se resiste (se ríe)».

Mientras las discusiones habituales entre los adolescentes de 15 años y sus padres suelen producirse por intentar alargar la hora de llegada a casa, las suyas eran por querer cumplir su sueño. «Con 10 años yo sola imprimí los documentos de la escuela y los rellené, solo a falta de la firma de mis padres». Algo que no se produjo, por las complicaciones que suponía ir al Batán todos los días a entrenar y el miedo que les producía. Aunque Alicia, reconoce estar segura de que si la petición hubiese sido de alguno de sus hermanos «el comportamiento de mis padres habría sido más tolerante».

A pesar de estos reproches la becerrista no duda en valorara a su madre como su mejor referente como mujer. Especialmente ahora que analiza desde la distancia lo complicado que tiene que ser educar a cuatro hijos en pleno periodo adolescente, más conocido como «la edad del pavo», de la que ella guarda el siguiente recuerdo: «Todos pasamos por esa etapa, pero la mía en lugar de consistir en caprichos y modas absurdas, estuvo marcada y suavizada por las ganas de querer ser torero».

Una mujer natural de los pies a la coleta. De la «A» a la «Z».