Francia

Joselito, el de siempre más de una década después

El diestro madrileño triunfa en su regreso a los ruedos y da la alternativa a Cayetano Ortiz. Intenso Morante en una tarde de «No hay billetes»

Buena verónica de Joselito en los lances de recibo al segundo, ayer, en El Palio de Istres
Buena verónica de Joselito en los lances de recibo al segundo, ayer, en El Palio de Istreslarazon

Istres (Francia). Última de feria. Se lidiaron toros de Garcigrande y Domingo Hernández, el 1º, sobrero tras ser devuelto el titular por impresentable, anovillados y excesivamente bajos de presentación. El 1º, noble y de buen juego; el 2º, de buen juego; el 3º, brutote y de ritmo desigual; el 4º, manejable; el 5º, rajado; y el 6º, de buen juego. Lleno de «No hay billetes».

Joselito, de nazareno y oro, pinchazo, metisaca, estocada (dos orejas); estocada desprendida (dos orejas y rabo). Morante de la Puebla, de verde botella y oro, estocada (saludos); estocada, dos descabellos (oreja). Cayetano Ortiz, que tomó la alternativa, de champán y oro, pinchazo, estocada, descabello (oreja); dos pinchazos, aviso, estocada que hace guardia (silencio).

Joselito dijo que volvía una y no más. La sequía del torero venía de lejos. Más de una década alejado de los ruedos. Diez años detrás de la trinchera, ni muletazos al viento ni de salón. Así es Joselito, todo o nada. Hasta que hace justo un año, aquí en el mismo escenario que le vimos ayer, Morante le lanzó el primer anzuelo para hacer la obra realidad. Y se anunció de nuevo. Una sola tarde. Un solo festejo. Una corrida y no más. Dice. Por mucho que los partidarios quieran abultar el número y los detractores también. Según intereses crecen las versiones. El tiempo dirá. Ocurren estas cosas en el toro. Lo real fue que Joselito eligió Istres para el evento y allá fue la legión de seguidores. A más de mil kilómetros. A desmano de casi todo. Fino como siempre, o más, como si no hubiera pasado el tiempo. Vestido de nazareno y oro abrió el paseíllo. Cuántos recuerdos. Qué grandes momentos. Después tuvimos que esperar al segundo de la tarde (en realidad tercero) para ver al Joselito de siempre. Esa torería y la capacidad innata para llenar la plaza, de mandar en ella, dueño y señor del escenario y rey del toreo de capa. No perdonaba. Ni queríamos. Quitó a la verónica a este toro y remató con una larga. Habría más después. Vino la cadencia, ese relajo, la mano que no torea muerta, desmayo a derechas, sensación de aplomo y cadencia a la vez. Sin prisas, tiempos los suyos, los que él marca, el toreo a su compás, un derechazo para cambiarse la muleta de mano y un rosario de naturales. Buenos los remates y la sensación de no haberse ido. El tiempo se había quedado encasquillado en alguna parte. Remoto lugar. La espada se le destempló a primeras. El quinto fue toro manejable, más desigual, embestía a media altura y la faena resultó más irregular. Hizo un quite por chicuelinas y sublimó la media verónica, qué lenta, muy a la cadera. Lo mejor del trasteo llegó por la mitad en una tanda de derechazos soberbia, cuando logró el temple y se gustó. Una maravilla. Esta vez la espada sí. Esta vez, a estas alturas, muerto el toro, su segundo, el regreso de Joselito ya había pasado.

Morante concentró todas las musas del toreo en una tanda al quinto por el pitón diestro, cosido el toro a los vuelos de la muleta, inolvidable. De seguir así al sevillano le llevan a hombros al hotel. Desaforado momento. El toro, tremendamente anovillados todos, que había manseado mucho en los primeros tercios, se rajó y se puso más brutote y quedaron las ganas de Morante y la esperanza de volver a vivir un suspiro así, aunque fuera un sucedáneo. Tampoco el tercero, desigual y áspero le aclaró el panorama al de La Puebla.

Cayetano Ortiz tomaba la alternativa ayer. Un lujo. Tuvo que matar al primer toro que echaron al corral por impresentable. Dato negativo de la tarde. De hecho, difícil abstraerse de la escasa presentación de la corrida de principio a fin. Corrió turno Ortiz y se doctoró en una faena plena de entrega a un toro ideal para la ceremonia. También el sexto le dio opciones y cumplió en un voluntarioso trasteo que fue de menos a más.

No era la tarde de cifras, ni de contar trofeos, era la vuelta de Joselito, el de siempre. Y ahora dicen, hablan... ¿Habrá más? Quién sabe. ¿Veremos a Joselito en otra plaza, con otro tipo de toro? Que sabe nadie. Sólo lo sabe él. Y el tiempo.