Eurovisión

Lo que España tiene que aprender de Holanda en Eurovisión

La candidatura de Duncan Laurence se clasificó anoche para la final del próximo sábado, junto a la de Suiza, Dinamarca, Suecia, Malta, Rusia, Albania, Noruega, Macedonia y Azerbaiyán.

Duncan Laurence se clasificó anoche para la final del próximo sábado | RTVE
Duncan Laurence se clasificó anoche para la final del próximo sábado | RTVElarazon

La candidatura de Duncan Laurence se clasificó anoche para la final del próximo sábado, junto a la de Suiza, Dinamarca, Suecia, Malta, Rusia, Albania, Noruega, Macedonia y Azerbaiyán.

La propuesta de Holanda para ganar Eurovisión no tiene un carácter festivo ni cuenta con un mensaje universal. No es típica, no es destemplada, no es eurovisiva. Es única, una característica que desgraciadamente no abunda con frecuencia en el certamen. Ha sabido hacer de su sencillez su mejor carta de presentación, sin necesidad de estridencias ni de alardes. Un piano le bastó anoche a Duncan Laurence para convencer al público de que su canción es la mejor, precisamente, por ser diferente. Un inicio sideral, una voz cálida y un coro eclesiástico fueron más que suficientes para desentrañar de sus notas toda la nostalgia y el desamor que empapan su letra. ‘Arcade’ está inspirada en la historia de un ser querido que se murió a una temprana edad. Es la búsqueda del amor eterno, de la esperanza inmortal. Y nada más, pues aquí lo que removió al espectador fue la fragilidad con la que se enfrentó a ella y la humildad con la que la interpretó.

Los fondos “pin-up” que empleó Sarah Mcternan (Irlanda), los gorgoritos balcánicos que agotaron a Jonida Maliqi (Albania) o los estrépitos que acabaron con el “camaleón” de Michela (Malta) no hicieron sombra a la pasión con que se presentó el representante neerlandés. La misma que heredó de sus abuelos y que ahora, 25 años después, le ha servido para conquistar la segunda semifinal del concurso. Apartado de cualquier intentona de boicot y de las críticas al país organizador, el joven se ha convertido en el favorito de las casas de apuestas sin apenas romper el silencio. Desde que fue seleccionado, se ha limitado a compartir su música y a demostrar que ésta es lo único que vale para triunfar. Ya lo hizo, en 2014, en el programa La Voz, donde se coló entre los finalistas; algo que ahora ha revalidado con una balada escrita en inglés por él mismo junto a Wouter Hardy y Joel Sjöö.

Durante los tres minutos que dura su propuesta, se desnuda por completo. Poco a poco, hasta el alcanzar un tibio clímax que rompe tanto como reconstruye. Es uno de esos inteligentes casos en los que menos es más. Todo lo contrario a lo que acostumbra España. Con la excepción de la participación de Amaia y Alfred, que pecaron de extrema simplicidad, las participaciones españolas han resultado pomposas, impostadas y chirriantes en la mayoría de ocasiones. Sin darse cuenta nunca de que con un singular músico y una buena canción, la calidad está asegurada. Una cualidad que debería ser el objetivo a perseguir cada año y que, desafortunadamente, rara vez se cumple. Así lo ha demostrado Países Bajos que, desde la participación de Anouk en 2013, ha apostado por el pelaje en vez de por la fama. Recuerden los casos de The Common Linnets (2014) o O’G3NE (2016), por ejemplo.

Su mezcla entre Sam Smith y John Legend se enfrentó a otras tan variopintas como las de KEiiNO (Noruega), Sergey Lazarev (Rusia) o Tamara Todvska (Macedonia del Norte), que también se clasificaron para la final del próximo sábado. Sin embargo, ninguna de ellas lo hizo con tanto aplomo y modestia como la holandesa. Lo que quiere decir que otro Eurovision es posible: aquel en el que la canción toma la delantera al show y en el que los “votos políticos” se convierten en conquistas musicales. Una intentona en la que también participaron Luca Hänni (Suiza) y John Lundvik (Suecia) con ‘She got me’ y ‘Too late for love’, respectivamente. El primero es uno de los favoritos de la edición. Suena actual y tiene gancho. Quizás sea una de las candidaturas más completas. En cambio, la segunda pasa más desapercibida. Posee algo de ‘oldies’ y una chispa particular. Aunque, quizás, no tan auténtica como la de Duncan. ¿La tendrá Miki?

Estas son las diez canciones clasificadas para la final:

Holanda

 

Suiza

 

Dinamarca

 

Azerbaiyán

 

Macedonia

 

Suecia

 

Malta

 

Rusia

 

Albania

 

Noruega