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Arenas de San Pedro, siempre incendiada y siempre fiel

Un recorrido por la histórica villa descubre algunas de las leyendas más interesantes de nuestro país

Vista del pantano de Arenas de San Pedro.
Vista del pantano de Arenas de San Pedro.Asqueladdhttps://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/deed.es

Suelo confiar en los ancestros. Ellos caminaban la tierra virgen quizás por primera vez, olfateando el aire en busca de la dirección que lo trajese más fresco. Quiero fiarme de los ancestros, allí en tiempos del neolítico, cuando buscando un emplazamiento bondadoso al ser humano encontraron un rincón de paz en el Valle del Tiétar, por donde corría un agua fresca y se extendían amplios bosques rebosantes de caza. El instinto nunca engaña.

Cuando hablamos de Arenas de San Pedro, situado en la provincia de Ávila y venerando las colinas de la cordillera de Gredos, nos referimos a un cimiento en España, de los primeros, que ha crecido a la vez que creció España y ha ardido a la vez que ardió España. Es por esto que su escudo lo conforma un castillo llameante y su lema es “Siempre incendiada y siempre fiel”. Los franceses pasaron la punta de sus antorchas por casi toda la localidad y también sufrió su ración de dolor durante las Guerras Carlistas pero, ¿no es extraordinario?, siempre incendiada y siempre fiel, siempre fuerte y atenta, siempre dispuesta a plantar cara a cada amenaza. Es que se trata de un asentamiento que eligieron los ancestros varios cientos de años antes de Cristo, y este tipo de lugares no se abandona con facilidad. La sangre empapa la tierra y hecha raíces.

Un palacio arriba, un castillo abajo

Un paseo por las calles altas de Arenas de San Pedro, estrechas y sinuosas y silenciosas los días de calor, empapa al visitante con un conjunto de sensaciones difíciles de explicar. Sabes que por estas mismas calles pasearon Goya y Álvaro de Luna, o que muchos años antes de que se colocase la primera piedra de tal calle hubo otros que merodearon su asfaltado de arena, romanos, franceses, musulmanes, reyes cristianos. Las paredes blancas murmuran un batiburrillo de leyendas entremezcladas entre sí, cada una de un tiempo distinto, quieren explicar lo que se sentía cuando las lamía el fuego y la esperanza que buscaron. Dicen, puedo escucharlas si presto atención, que hace muchos años la localidad no estaba en este lugar exacto, pero que tras una plaga de termitas que arrasó la localidad en 1054, la Virgen se apareció e indicó a los ancestros “trasladarse al lugar conocido como Ojo de la Jara, lugar boscoso y abruto, lleno de manantiales y enclave de la localidad actual”.

El palacio de la Mosquera.
El palacio de la Mosquera.Asqueladdhttps://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/deed.es

Las paredes cuentan más historias mientras se sube en dirección al Palacio del Infante Don Luis de Borbón, pero se debe agudizar el oído para escuchar correctamente. Hablan del palacio con una mezcla exquisita de orgullo y nostalgia. ¿Sabes que aquí instauró el infante una pequeña corte, donde artistas de la talla de Goya y Luigi Boccherini acudían para buscar inspiración? ¿Sabes que yo fui inspiración para ellos? Un hombre corriente se siente pequeño cuando le enmarcan este tipo de paredes. Los franceses vaciaron su lujoso contenido durante sus saqueos pero siguen guardando hermosos recuerdos, esos no se los pudieron robar, y actualmente queda quien se nutre de esos recuerdos mientras diferentes exposiciones, pasarelas de moda y conciertos se desarrollan en su interior.

Cuesta abajo y sin frenos, se descienden los escalones que componen la ciudad y se llega a otro castillo, este también tiene muchos recuerdos que contar aunque la piedra sea vieja. En el Castillo del Contestable Dávalos, a orillas del río del Arenal, se tramaron algunas de las historias más sufridas que fraguó Edad Media española. Fue construido en torno al 1400, casi dos siglos después de la batalla de las Navas de Tolosa. Su habitante más famoso fue Don Álvaro de Luna. ¿Conoces la tragedia de Don Álvaro?, murmuran las piedras excitadas. Entra y te la cuento. Fue un noble castellano que a lo largo de su vida reunió grandes dosis de poder, llegando a ser condestable de Castilla, maestre de la Orden de Santiago y valido del rey Juan II, pero pareció olvidar el peligro que supone ostentar semejante poder. Nobles castellanos confabularon contra él y terminó decapitado en Valladolid.

Fue su esposa Juana Pimentel, la Triste Condesa, quien utilizó todo su ingenio para limpiar el nombre de su difunto marido y recuperar, palmo a palmo, los derechos que le pertenecían. Una visita guiada al castillo permite desbrozar cada detalle de esta historia.

Queda por descubrir

No sería justo para Arenas de San Pedro y sus habitantes resumir su riqueza cultural e histórica en la brevedad de un artículo. Hace falta recorrer las calles y pegar los oídos a las paredes adecuadas para saber cómo acaba la historia. ¿Quieres saber por qué destruyeron las tropas francesas el monasterio de la Virgen del Pilar? El emplazamiento vacío de piedras te explica que los habitantes de la ciudad mutilaron y ejecutaron a 24 dragones westfalianos durante la ocupación francesa, y que la represalia del invasor terminó por destruir este monasterio. Ya lo sabemos. Siempre incendiada y siempre fiel.

Para comprender, haría falta ver con los propios ojos. El Puente de Aquelcabos fue construido sobre uno anterior, probablemente datado en los tiempos romanos, y ejércitos y trashumantes lo han cruzado por igual, cada uno pagando su tributo particular: hierro u oro.

Las plazas poseen un encanto propio. Algunas, como la Plaza del Condestable Dávalos, marcan la sombra del castillo y guardan restaurantes donde se comen las mejores carnes de la región; otras, como la del Pintor Goya, guardan recuerdos; y varias hacen de puerta a la excelente variedad de ermitas e iglesias que pueblan la localidad, como la Plaza de las Monjas Agustinas junto a la Iglesia de San Juan Bautista.

Las pozas del río Pelayos

Arenas de San Pedro ejerce de núcleo para un puñado de pueblos de visita indispensable. Candeleda es el más cercano, y a pocos kilómetros se levantan Oropesa y su castillo legendario. Hablaremos de ellos con detenimiento en otro artículo pero sería bueno que tú, lector, hagas de avanzadilla, descubriendo por ti mismo algunos de los secretos que guardan sus paredes.

Río Arenal.
Río Arenal.Asqueladdhttps://creativecommons.org/licenses/by-sa/3.0/deed.en

La naturaleza que fluye poderosa en torno a Arenas de San Pedro alcanza su máxima expresión en los bosques que flanquean el río Pelayos. En su garganta, a no más de 3 kilómetros de la ciudad, el paisaje cambia con brusquedad de la piedra tallada al verde de los árboles, y comprendemos más íntimamente a los ancestros hasta honrar su sabiduría. Eligieron el emplazamiento perfecto para construir sus historias. Pequeñas y no tan pequeñas pozas de agua fresca y clara se resbalan por el cauce del río Pelayos, abiertas a cualquier bañista. Basta un corto paseo por los senderos del bosque hasta encontrar la poza más adecuada para relajarse. El visitante puede limpiarse aquí de toda la ceniza de recuerdos que se le acumuló en la piel durante su visita a Arenas de San Pedro, entonces queda el recuerdo de las paredes limpio, como un diamante en bruto, listo para envolver y guardar en el baúl de las memorias.