Viajes
Las Zonas Azules: allí donde lo habitual es vivir 100 años
En estas cinco localidades, repartidas a lo largo del mundo, han encontrado el secreto para conseguir una vida longeva
Cuando el astrofísico convertido en experto en demografía Michel Poulain, y el gerontólogo italiano Gianni Pes hicieron a principios de siglo un estudio para determinar las zonas de Europa donde vivían las personas con más de 100 años, marcando cada una de ellas con un rotulador azul, descubrieron estupefactos que ciertas áreas se habían teñido de azul por completo. En especial, el centro de Cerdeña.
Entusiasmado por este descubrimiento, que llamarían Zona Azul por el color que había adquirido esta parte del mapa, el periodista estadounidense Dan Buettner decidió buscar otras Zonas Azules a lo largo del planeta, siempre siguiendo una serie de pasos que garantizasen el rigor científico de sus posibles descubrimientos. Buettner ya era conocido por sus largos viajes en bicicleta (tres récord Guinness relacionados con el ciclismo de resistencia están registrados con su nombre) pero la búsqueda de las Zonas Azules significaba dar un paso más en su ya exitosa carrera. Buscaba respuestas concretas a uno de los mayores interrogantes del ser humano: ¿cómo podemos vivir más tiempo?
Cinco Zonas Azules
Su camino le llevó a descubrir cuatro nuevas Zonas Azules, en las que una asombrosa cantidad de habitantes rondaban entre los 90 y los 100 años y escapaban al cáncer, las enfermedades de corazón y la demencia senil. Son la Isla de Icaria en Grecia, la Isla de Okinawa en Japón, Loma Linda en California y la Península de Nicoya en Costa Rica. Junto con la localidad de Barbagia en Cerdeña, estos cuatro lugares escapan misteriosamente al poder irrefutable de las estadísticas demográficas, situándose en sus respectivos países como oasis de vida y longevidad. Al fin y al cabo, la esperanza de vida en Costa Rica apenas roza los 80 años, mientras los habitantes de Nicoya alcanzan con facilidad la centuria.
¿Cómo es posible? Un primer estudio se dedicó a investigar los genes de dichas poblaciones. Es un primer paso bastante lógico. Pero de ser la genética su única respuesta, no tendría sentido que estas localidades fuesen tan longevas mientras las regiones más próximas experimentaban un descenso significativo en sus esperanzas de vida.
La pregunta debía extenderse. Un hilo invisible conectaba estas cinco localidades tan lejanas entre sí, más allá de la genética, y encontrar esta conexión, aparentemente producto del azar, era la respuesta que estaba en juego.
Elementos psicológicos
Hizo falta analizar la psicología social de cada una de las zonas. Así se descubrió que la comunidad californiana era adventista (rama cristiana que se caracteriza por pensar que la segunda venida de Cristo es inminente), por lo general apartada del caótico vaivén de oficios y tareas que caracteriza a los Estados Unidos. Cerdeña, Icaria y Okinawa son islas, también aisladas en mayor o menor medida respecto al resto del mundo, y si bien Nicoya no es una isla, la realidad es que está tan separada del resto del país como si lo fuera. Se descubrió un primer tramo de respuesta: las cinco localidades estaban significativamente separadas del bullicio y las ansias del mundo habitual.
El trabajo también se convirtió en un nexo de unión entre las Zonas Azules. Los locales tanto de Cerdeña como de Nicoya e Icaria se caracterizan por haber experimentado una vida laboral muy dura. Trabajo de campo, en condiciones físicas muy calurosas, de sol a sol. Y en lo que respecta a Okinawa y Loma Linda, sus habitantes dan una gran importancia a sus oficios, los japoneses incluso han inventado una palabra para explicar su fórmula para la longevidad. Se dice ikigai, que podría traducirse como propósitos de vida. Su mente no revolotea por el campo de las ideas abstractas o preguntas de respuestas demasiado complicadas, aquí la vida es una sencilla, dedicada al trabajo y la familia.
Entra un nuevo factor, quizá el más importante de todos: la familia. Las cinco comunidades poseen vínculos familiares muy fuertes, realzados mediante las reuniones después del trabajo y las diferentes fiestas regionales que se celebran. Estas relaciones familiares aportan en la psicología social de los habitantes de las Zonas Azules una extraordinaria capacidad de amar y una vigorosa esperanza frente al futuro.
Elementos físicos
Además de trabajar duro, las cinco regiones son de excelente comer. En Cerdeña es indispensable beber dos dedos de vino al día, no más, o eso dicen. Las frutas tropicales son el pan de cada día en Nicoya y los pescados frescos junto con la batata en Japón hacen de la dieta en Okinawa una de las más equilibradas del planeta.
El clima en estas zonas es cálido durante la mayoría del año. En las Zonas Azules es habitual disfrutar del aire fresco y la luz arrulladora del sol, son poco dados a malgastar las horas encerrados en su casa (que es precisamente un acto que puede llevarnos a amargarnos más de la cuenta, manejando pensamientos desagradables o intrincados). Pocos fuman, eso se da por descontado, y nunca se llenan en las comidas. En Okinawa siguen el criterio confuciano de llenar ocho décimas partes de su estómago por cada comida, mientras que los adventistas de California comen una buena cantidad de frutos secos, además de ser en su gran mayoría vegetarianos o veganos.
El secreto de una vida larga
El aislamiento de las Zonas Azules con respecto al resto del mundo les ha liberado de ciertas costumbres contemporáneas que resultan contrarias a la vida. Para ellos quizá sea más fácil cumplir con los criterios que debemos seguir para conseguir una vejez saludable (o conseguirla, a secas), pero la realidad es que la clave de su éxito no es ningún secreto.
Son nueve puntos, más sencillos de lo que parece a primera vista. Tener un propósito en la vida. Realizar una actividad física moderada, ya sea en el trabajo o durante el tiempo libre. Mantener bajos los niveles de estrés. Elegir dietas moderadas y bajas en calorías, centradas en la fruta y la verdura. Beber alcohol de manera moderada. Tener fe, si no de forma religiosa, sí en el futuro que nos aguarda. Amar a nuestra familia, compartir la vida con ellos. Y mantener una vida social enriquecida.
No es tan complicado. Viene a ser amar a los demás, amarnos a nosotros mismos y comer bien, además de hacer ejercicio de vez en cuando. Vista la semejanza entre algunos de estos climas y el español, uno diría que no deberá pasar demasiado tiempo hasta que nosotros también tengamos una Zona Azul. Sería una muy buena noticia, ¿verdad?
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