Viajes
Dos documentales sobre la naturaleza española que no puedes perderte
Impulsados por el naturalista Joaquín Gutiérrez Acha, Guadalquivir y Cantábrico son los mejores documentales que puedes ver esta semana
Para quienes crecimos pegados a la pantalla del televisor y escuchando la voz enérgica de Félix Rodríguez de la Fuente, mientras nos explicaba sin tapujos la unión entre la tierra y el hombre, el hombre y la tierra, extrayendo de los libros las imágenes congeladas de las grandes rapaces para hacerlas aterrizar directamente en nuestra pupila, encontrar un documental digno del burgalés ha supuesto una tarea ardua. Claro que la BBC ha conseguido dar forma a excelentes documentales en su serie de Planet Earth, pero ocurre cada vez que vemos estos documentales, que los animales exóticos que Sir David Attenborough describe con exquisito acento nos suenan lejanos, casi pertenecientes al mundo de la fantasía. Nos ha faltado un gran naturalista, como lo era Félix, que acerque a nosotros los entresijos de la naturaleza española, la que pulula a pocos kilómetros, en ocasiones a escasos metros, de la puerta de nuestros hogares.
Joaquín Gutiérrez Acha fue la mente seleccionada para coger el relevo. Y justo hoy que la nieve, el coronavirus y la incapacidad política en general nos mantienen como presos en nuestras casas, pudiendo nada más que salir a dar paseos por los parques de las ciudades (si esa semana están abiertos), corremos un peligro tremendo de olvidar a nuestros compañeros de camino, a fuerza de perderlos de vista tanto tiempo. Salen al rescate los documentales de Guadalquivir (2013) y Cantábrico (2017). Ambos pueden verse sin problemas en la página web de RTVE y forman parte de una trilogía que culmina con Dehesa (2020), aunque esta última parte no puede encontrarse en los reproductores de streaming habituales.
Guadalquivir
Experimenté una grata sorpresa al escuchar las primera sílabas que se deslizaron por la lengua afilada de Estrella Morente. Acostumbrado a las entonaciones, por lo habitual masculinas y prácticamente exentas de acentos regionales, que predominan en los documentales de naturaleza española, la agradable voz de la granadina supuso una ruptura. Una ruptura con la pantalla, para liberarnos de la barrera que implica utilizar a narradores ajenos a la tierra. No es poesía la narración de Estrella Morente que da vida al guion de Fernando López-Mirones: es poesía y prosa, es una historia definida, un poema abstracto, un movimiento de labios que se deslizan al compás del Guadalquivir en su camino a las aguas del Mediterráneo.
El río no garantiza la supervivencia. Procura equilibrio y armonía, podrá ser, cuando los buitres negros aparecen en escena dispuestos a arrancar, desgarrar, estirar la carne putrefacta de la criatura inerte que perdió el favor del Guadalquivir. Moldea los pinares que el águila imperial sobrevuela con soltura, ojo avizor para clavar sus garras de acero en el cuerpo blando de un conejito. Ofrece de beber a las flores sedientas cuando se desperezan los meses de primavera. Sirve de carretera para las cigüeñas que regresan de Egipto, los pueblos achatados que dormitan a sus laterales entregan sus tejados más antiguos a estas criaturas de patas finas, plumaje blanco y picos largos. Camufla los pasos mullidos de las ginetas que los sultanes musulmanes trajeron consigo. Pero no garantiza la supervivencia, esto jamás. Dependerá del hambre que ruge dentro de las entrañas del zorro, de su desesperación, su determinación por aventurarse a dar ese bocado que a su vez le reportará a él mismo un mordisco doloroso de otro zorro avaricioso.
Ignoro por qué razón los pajarillos de Doñana hipnotizan al ser humano con sus cantos alegres. Pero sí sé, gracias a este magnífico documental, que las angulas son seres capaces de dedicar 13 años a remontar el Guadalquivir para convertirse en inquietantes anguilas, y que en su marcha obstinada sirven de alimento para las aves más avispadas. O servían, antes de ser devoradas hasta el borde de la extinción por el ser humano.
Cantábrico
Poesía y montañas son conjugadas bajo la poderosa voz narrativa de Luis Ignacio González, donde las imágenes de la naturaleza cantábrica se funden y espesan al mismo tiempo que los meses de nieve. Nosotros ya sabíamos que podrían encontrarse osos en Asturias, ciervos u hormiguitas a ras de suelo. Lo que ignorábamos, al menos yo, era cuán traicionera podría ser la larva de mariposa hormiguera oscura a la hora de confundirse con las larvas de las hormigas. Consigue colarse en las zonas más profundas de los hormigueros y allí se queda, zampándose las larvas de hormiga como un navarro las magras con tomate, hasta que llega el momento de transformarse en una bonita criatura alada. Desconocíamos que la nieve supone una trampa peor que cualquier cepo para los ciervos, cuando los lobos salen de cacería y aúllan excitados. No habíamos comprendido con exactitud el terror que domina a una hembra de oso pardo, cuando uno de sus pretendientes la persigue a lo largo de kilómetros de bosque con la intención de asesinar a sus crías. Hasta ahora.
La fauna astuta de la cordillera Cantábrica no vive hoy como lo hacía en los años de Félix. El paisaje ha trasmutado, cediendo amplias bocanadas de bosque a las tierras de cultivo y las casonas encajadas en sus laderas. No es posible encontrar una sola esquina de naturaleza que no se haya visto afectada por la mano humana. Y resulta de vital importancia adaptarse, vencer al miedo, hacer como los salmones cabezotas que remontan las corrientes del río para copular, poner los huevos y morir. Como si la vida no les diese tiempo para divertirse un rato.
Nominada a la categoría de Mejor película documental en los premios Goya de 2017, esta obra maestra que enlaza los cuchillazos gélidos de la nieve con los brotes de esperanza que trae consigo la primavera, la saltarina inocencia del rebeco con la sagacidad insoportable de la víbora de Seoane, debe apuntarse como primer documental a ver para los amantes de la naturaleza ibérica. Aunque solo sirva para no olvidar la gracia exquisita con que se desliza entre las montañas.
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