San Isidro
De la tragedia al toreo: De Justo conmociona Madrid
Emocionante faena de Emilio y tarde importante de Perera, con vuelta al ruedo
Cómo debe ser cruzar… no la calle de Alcalá, ni Narváez ni Goya… No. Cruzar el trecho infinito que va del burladero de matadores a la puerta de toriles de la plaza de Madrid. Madrid. Madrid. Madrid. Con el toro de Madrid. Ya sé que me repito, pero el toro de Madrid es otra cosa y el de La Quinta, con encaste Santa Coloma, si apuras también. Eso fue lo que hizo Miguel Ángel Perera en la Monumental. Era el primer toro y estaba todo por pasar. Todo por escribir. El mundo por suceder. Los miedos por estrujar. 577 kilos de astado salieron por el toril. La larga fue limpia. La vida pasaba. Perera siguió escribiendo su propia historia. La de sus 20. Feijóo veía los toros desde una barrera el día después de conocerse que el PP impulsaba en el Senado un premio por la tauromaquia, como respuesta a la ceguera de Urtasun y compañía. Dicen que no ven las plazas llenas, decía el presidente (del gobierno) que no le gustaban los toros, pero que «no tenía presente su prohibición». Como si fuera un simple juego de monopoly «hoy esto no me toca», como si no estuviera protegido, como si no formara parte de nuestra cultura y sobre todo de nuestra economía, la que él está obligado a sustentar. ¿Para quién gobierna esta gente?
En fin… a plaza llena, también, se celebró la séptima de San Isidro. Y entonces Perera cuajó una tanda extraordinaria al primero, porque el toro se empleaba, pero quería desentenderse y Perera no lo dejaba. Enseguida acabó con el misterio al rajarse. En los terrenos que él quiso. Ya en Sol acabó de encontrarlo la medida en una faena de mucha profundidad. Lastima la espada.
Brindó a Feijóo el cuarto y después tuvo que justificar con sus carnes el brindis porque el de La Quinta sabía que algo quedaba por detrás. El peligro lo olimos en todo momento, por ambos pitones. La firmeza de Perera fue aplastante. Inquietante. Daba igual por donde decidiera pasar el toro su voluntad era inquebrantable. Se atracó de toro al entrar a matar y la espada entró. Era justicia divina que así ocurriera. Se le pidió el trofeo, pero no concedido. La vuelta fue de peso.
Cuando el quinto cogió a Emilio de Justo y lo desmadejó sobre la arena de Madrid. La misma que lo enterró en una recuperación horrible un Domingo de Ramos con una lesión en la espalda, se hicieron eternos los segundos hasta que los banderilleros llegaron. Y los pensamientos eran oscuridad, negrura, no era una voltereta más. Ni tan siquiera una cornada. Esta historia hablaba de la intrahistoria del toreo. De una cogida tremenda que le tuvo contra las cuerdas de una recuperación horrible. Emilio se repuso. Se fue hacia el toro, que no era fácil, que se metía por dentro, que era incierto, se despojó de todos los prejuicios y se entregó al animal, a Madrid, al toreo, a su profesión con una verdad descomunal, de otros tiempos y al alcance de muy pocos. Al natural, ¿hay algo más puro? Robó unos pases tremendos. De buenos. De encajados. De plenos. De sentidos. De reencontrados con su propia esencia, la que es probable que llevaba buscando mucho tiempo. La belleza fue tremenda, pero superada por la emoción. Madrid se puso en pie. Ahí y en los remates. Le anduvo ya con la espada verdadera, tan torero, jaleado, coreado... Se fue detrás de la espada y entró, pero no cayó y los descabellos destrozaron el triunfo. Emilio había gozado Madrid y nosotros. Antes había brillado El Algabeño con los palos y Emilio en las chicuelinas de manos muy bajas. A la faena le faltó continuidad. Nobleza sin entrega el toro.
Noble pero de poca transmisión fue el tercero y así la faena de Ginés Marín. Brutote el sexto, intentos de Marín. La tarde ya había sido. Y un bombazo.
Ficha del festejo
LAS VENTAS (MADRID). Séptima de San Isidro. Se lidiaron toros de La Quinta. El 1º, rajado y noble.; 2º, movilidad sin humillación; 3º, noble y de poca transmisión; 4º y 5º, complicados, 6º, bruto. Lleno.
Miguel Ángel Perera, de de berenjena y azabache, pinchazo, media, dos avisos, tres descabello (saludos); estocada (vuelta).
Emilio de Justo, de blanco y azabache, estocada baja (saludos); estocada , tres descabellos (vuelta).
Ginés Marín, de azul y oro, tres pinchazos, descabello ( silencio); estocada defectuosa, aviso, pinchazo, estocada (silencio).
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