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Historia

Tribuna

El falso mito de la tolerancia religiosa en al-Ándalus

«La convivencia fue tensa, con épocas de intolerancia, las más, y otras de indulgencia»

Equipos de arqueólogos trabajando en el desenterramiento de restos humanos en la primera fase de las excavaciones en la Iglesia del Salvador de Sevilla, bajo la cual se encuentran los restos de la segunda mezquita más antigua de Al-Andalus, después de la de Córdoba, donde se descubrió la existencia de 400 tumbas del siglo XVIII. EFE/Emilio Morenatti Emilio MorenattiEFE

Las modernas teorías esencialitas sobre el destino histórico de al-Ándalus y su pretendida y edulcorada convivencia pacífica de tres culturas y religiones, musulmana, cristiana y judía, en su vasto territorio peninsular, especialmente en el sur, en Andalucía, han llevado a muchos ciudadanos a enmendar conceptos ideológicos del brillante y fascinante pasado andalusí hispánico con argumentos jurídicos y sociales del presente contemporáneo, ignorando, o tal vez manipulando, los saberes de los profesionales e intelectuales al respecto que se han ocupado durante décadas de la prolija Historia de al-Ándalus y sus consecuencia en la formación de la Historia de Europa.

En este sentido, es sabido por quienes se desempeñan hoy en día la docencia de la Historia de España, desde las escuelas de primaria al ámbito universitario, que al-Ándalus no seria nunca el paraíso idílico de convivencia –o mejor de coexistencia– interreligiosa que algunos quieren ver. Es cierto que las religiones de las llamadas «gentes del libro» (del Corán) –mozárabes y judíos– gozaron de una determinada tolerancia mas o menos permisible por los líderes musulmanes andalusíes en tiempos del Estado Omeya de Córdoba y durante los Reinos Taifas; pero también lo es que nunca existió un modelo de tolerancia tal y como actualmente la entendemos: cristianos y judíos jamás dejaron de ser comunidades marginales de segunda, como más tarde en los reinos cristianos del norte durante los últimos siglos bajomedievales lo serán también los mudéjares y moriscos, los judíos y conversos. La mentalidad medieval no contemplaba la tolerancia tal como la entendemos hoy. En parte porque la religión fue un fuerte elemento de cohesión social de identidad –incluso étnica– para los grupos dominantes de al-Ándalus al que no se pensaba renunciar, al menos entre las elites del poder local. No creo que existiera un al-Ándalus más tolerante hacia los derechos culturales de otras religiones –cristiana y judía– que en los vecinos reinos cristianos del norte. Lo que sí existió en al-Ándalus al menos hasta la llegada de los imperios norteafricanos –almorávides y almohades– fue una mayor aquiescencia religiosa con determinados líderes locales, mozárabes y especialmente judíos, bien relacionados por sus conocimientos y habilidades personales con los emires y califas cordobeses y sobre todo con los reyezuelos de los taifas andalusíes. No cabe por tanto idealizar ni mucho menos generalizar la coexistencia pacífica y religiosa en al-Ándalus porque no existió tal como la entenderíamos hoy. Los ejemplos que apuntalan estos argumentos, como veremos, podrían multiplicarse; bastaría con leer cualquiera de las Historia de al-Ándalus que existen en las librerías de este país escritas por investigadores contemporáneos de prestigio de algunas universidades españolas. En todos los casos se concluye en general que la convivencia en al-Ándalus de las tres religiones fue tensa, con alternancia de épocas de intolerancia, las más; con otras de mayor indulgencia, las menos. Pues resulta cada vez más evidente que el mito de la convivencia religiosa se asocia con la imagen legendaria de un al-Ándalus como crisol de culturas. Y pensamos que no siempre fue así. En el siglo XII los almorávides y sobre todos los almohades expulsaron de al-Ándalus a los judíos, casi trescientos años antes de que lo hicieran los Reyes Católicos en 1492. Lo mismo que a los escasos mozárabes que aun permanecían en el territorio islámico peninsular. El estado andalusí tolerante y multicultural había decidido eliminar a las minorías étnicoreligiosas de la mayor parte de sus dominios. Es sabido además que muchos judíos y mozárabes encontraron refugio en el norte, donde los reyes cristianos de Portugal, Castilla y León, Navarra y la Corona de Aragón los acogieron con los brazos abiertos, conscientes de su riqueza material y cultural.

Los episodios diversos de represión y desprecio contra los cristianos se suceden a lo largo del Estado Omeya, como los mártires cordobeses en tiempos de Abderramán II a medidos del siglo IX, o los cristianos cruficicados por Al-Hakan II en el siglo X en el arrabal mozárabe de Córdoba, o los mozárabes masacrados en el foso de la ciudad de Toledo, que obligó a muchos de ellos a pedir refugio en los reinos cristianos el norte. Por tanto, si no existió tolerancia, ¿hubo intercuturalidad religiosa? Según el hispanista Joseph Pérez en absoluto. Sólo hubo en al-Ándalus una cultura a la que las otras dos –judía y mozárabe– se plegaron según cada momento y circunstancias. No obstante, no conviene cargar las tintas. Pues en efecto, al-Ándalus fue, desde luego, una de las civilizaciones más avanzadas del Occidente Europeo, aunque la tolerancia y la convivencia de las tres religiones, de las tres culturas, distaran mucho de ser entendida tal como las apreciamos en la actualidad y algunos pretenden en España, en Andalucía. Y en este sentido, no deberíamos juzgar, ni poner en valor, ni muchos menos enfrentar, culturas históricas medievales con argumentos socioculturales de convivencia contemporáneos. El «presentismo» es un vicio o mejor una corruptela enquistada desgraciadamente en la dialéctica populista de muchos ciudadanos –y algunos políticos– vacuos de conocimientos y de lecturas sobre al-Ándalus y el Islam peninsular medieval.

Manuel García Fernández es Catedrático de Historia Medieval de la Universidad de Sevilla. Académico de número de la Academia Andaluza de Ciencia Regional.

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