El bloc
Son dos días
Es momento de recuperar libertades, incluso el inalienable derecho a tener costumbres poco recomendables para la salud
Hace justo un año, en pleno puente del Día de la Hispanidad, nos congratulábamos por la imposibilidad de encontrar un triste taburete para sentarse a almorzar en todo Cádiz, atestada la ciudad –sus bares, restaurantes, peñas, tabernas y autóctonos “baches”– de visitantes y aborígenes ávidos de normalidad. Las vacunas no habían llegado a nuestras vidas y las sucesivas olas de la temporada otoño-invierno convirtieron aquellos gozosos días en un paréntesis de vida entre la muerte física dispensada por el coronavirus y el óbito psicológico que nos recetaron a la fuerza la alianza de gobernantes con ínfulas de tirano y sus bien pagados comités de sádicos: un tiempo prodigioso en el que cualquier idiota fue elevado a rango de eminencia a condición de calzarse una bata blanca. Pues aquí nos vemos ahora, sin apenas camas libres en los hoteles y con la duda existencial de si disfrutamos del desenfreno de la última fiesta antes del siguiente “lockdown”, corran a los brazos del primer paraíso artificial con el que se topen, o de verdad hemos recobrado el control de nuestra existencia. Antier celebrábamos un cumpleaños en el sitio de confianza, donde el dueño confesó desconocer ya en qué punto se detenían las restricciones del momento y montó mesa para infinitos comensales: “Los que vayan llegando”, dijo. La copita de después la sirvió en la barra (¡al fin!) un barman ignorante de si la ratio de incidencia acumulada lo obligaba a sentar a los parroquianos. Parece que han pasado esos días en los que ordenancistas de cortas miras trataban de disimular su impotencia con un aluvión de normas, no ya de dudosa eficacia, sino probadamente inútiles. Es momento de recuperar libertades, incluso el inalienable derecho a tener costumbres poco recomendables para la salud.
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