Balance electoral

Los pecados que llevaron al PSOE a sus peores andaluzas

Espadas admite que hubo «bloqueo mental» tras ceder la Junta y que «perdió tiempo» en la oposición. Los dos años y medio con Susana Díaz derrotada y su ausencia obligada en el Parlamento también restaron

Juan Espadas, en la rueda de prensa posterior a la reunión de la Ejecutiva del PSOE-A el día después de las elecciones
Juan Espadas, en la rueda de prensa posterior a la reunión de la Ejecutiva del PSOE-A el día después de las eleccionesRaul CaroAgencia EFE

¿Por qué el PSOE ha perpetrado las peores elecciones andaluzas de su historia? Un desastre tan relevante no tiene un solo motivo, pero el primer protagonista del descalabro dio ayer con una de las claves. Juan Espadas dijo que el PSOE «perdió demasiado tiempo en su labor de oposición» y atribuyó ese pecado a una «especie de bloqueo mental» como consecuencia de la pérdida del Gobierno andaluz después de las elecciones del 2 de diciembre de 2018, en las que fue la lista más votada pero no pudo hacer nada frente a la alianza entre el PP-A y Ciudadanos.

Bloqueo mental y pérdida de tiempo. Un rápido recordatorio a la cronología de los hechos sirve para dar la razón a Espadas, candidato socialista a la Presidencia de la Junta de Andalucía desde el 13 de junio de 2021, después de ser elegido por la militancia tras un proceso de primarias, y secretario general del PSOE de Andalucía desde el 23 de julio del mismo año. Es decir, dos años y medio después de las elecciones de 2018. O lo que es lo mismo, dos años y medio de legislatura (el 70%) con una líder, Susana Díaz, que no era tal después de su derrota en los pactos postcomicios, que pusieron fin a casi cuatro décadas de gobierno socialista en la Junta. El «bloqueo mental» era inevitable. Los treinta meses de oposición inútil, no.

Esa gran pérdida de tiempo, mientras el nuevo Gobierno de Juanma Moreno y Juan Marín presumía de cambio y de gestión, no fue la última. Espadas, con el imprescindible respaldo de Pedro Sánchez, fue designado candidato a la Junta al filo del verano de 2021, es decir, un año y medio antes de que en teoría expirase la legislatura. Y sin embargo no dejó la alcaldía de Sevilla hasta finales de diciembre. Durante esos seis meses simultaneó ambas responsabilidades y, aunque aparentemente concentró la mayoría de sus esfuerzos en darse a conocer en las otras siete provincias, cuerpo no hay más que uno y es imposible dividirlo en dos, así que no pudo dar el cien por cien de sí mismo en ninguna de esas tareas. Por no hablar del ingente trabajo y de la contrarreloj que suponía familiarizar a la mayoría de los andaluces con una figura inédita en la política de ámbito regional y circunscrita hasta entonces sólo a Sevilla.

Otro inconveniente de los meses preelectorales de Espadas: no pisó el Parlamento. Bueno, pisarlo sí lo pisó para un par de comparecencias, pero nunca para hacer oposición cara a cara a Moreno. Lógicamente, no podía hacerlo porque no era diputado y delegó en Ángeles Férriz, a la que nombró portavoz parlamentaria.

El papel del PSOE en esos meses, en todo caso, no puede calificarse como de una oposición feroz al Gobierno bipartito. Los socialistas se abstuvieron en la Ley de Impulso para la Sostenibilidad del Territorio de Andalucía (LISTA), la nueva ley del suelo, y en la votación para tramitar o no la proposición de Ley sobre los regadíos en Doñana, en este segundo caso con la oposición frontal de la Comisión Europea, el Gobierno central e incluso algunos diputados andaluces. El PP sacó adelante ambos proyectos, igual que el inicio de la tramitación parlamentaria de la Ley de Economía Circular con el voto... favorable del PSOE.

Sin poder competir en el fondo en igualdad de condiciones con el PP, Espadas también fracasó en su intento de movilizar al electorado de izquierdas. «Si votamos, ganamos», insistió durante toda la campaña. Al final pudieron más la desgana (41% de abstención) y el temor a que Vox entrara en el Gobierno, que provocó un amplio «trasvase de votos». «Es evidente que no hemos conseguido que nuestros mensajes calaran y también nos ha perjudicado clarísimamente que una parte muy grande del electorado progresista haya decidido no ir a votar», admitió ayer en la Ser. También lamentó su «poco margen de maniobra» y su escasa «visibilidad» para «poner en evidencia las carencias de gestión de Moreno». Ahora será distinto, auguró. Y es normal: dispone por fin de una legislatura completa para redimir a su partido de todos los pecados que cometió entre 2018 y 2022.