Sociedad
La despedida de Ablaye y su hijo: un imposible que se hizo realidad
El cardiólogo Rafael Bravo no cesó en su empeño para cumplir la última voluntad de un paciente senegalés pese a los múltiples obstáculos
La historia de Ablaye Mboup tiene un final feliz, «o agridulce», replica el cardiólogo Rafael Bravo, quien atendió a este senegalés hasta el final de sus días. Aquejado de una enfermedad minoritaria grave – «ya no se dice rara»– , una hipertensión pulmonar arterial, Ablaye recibía tratamiento en el Hospital Universitario Costa del Sol de Málaga, concretamente en la Unidad de Cardiología que dirige el doctor Bravo. Pero, después de unos años, su situación empeoró y en noviembre, con 58 años, ingresó por última vez en estado terminal.
«Lo normal es que este tipo de pacientes acuda a las consultas con familiares, pero Ablaye estaba solo. Nosotros éramos su única familia», cuenta su cardiólogo, pues su enfermedad le hacía visitar con mucha frecuencia el hospital. Vivía en condiciones precarias, con unos cuantos compatriotas más, y «recibía pocas visitas, de algún vecino o de voluntarios de la Cruz Roja». Así que como únicos confidentes tenía al equipo sanitario de la Unidad de Cardiología. A ellos les reveló su último deseo: despedirse de su hijo Cheikh.
«Empezamos a mover hilos para que se hiciera posible, pero lo que no sabíamos es que se convertiría en una odisea», rememora el doctor Bravo. Él y su equipo removieron cielo y tierra para conseguir la extensión del visado para Cheikh, pero todo parecía en vano. «A Ablaye le dijimos que era muy difícil traer a su hijo, que nos ponían muchas pegas. Él era consciente de eso, pero nunca le trasladamos que no se podía».
El equipo de Rafael Bravo no se dio por vencido. Llamó a las puertas de empresas, instituciones públicas y privadas, y de los medios de comunicación para que ejercieran presión. Al final, todo ese esfuerzo dio sus frutos.
«La noche antes de que llegara su hijo, Ablaye estaba nerviosísimo, no durmió nada, estaba tan ilusionado como un niño pequeño», apunta el cardiólogo, que no quiso decir a nadie del hospital la fecha exacta de la llegada de Cheikh. «Pero cuando entró por la puerta toda la Unidad de Cardiología sabía quién era, fue emocionante», recalca.
Ablaye y Cheikh llevaban sin verse casi tres años. La última vez que estuvieron juntos fue en Senegal antes de que estallara la pandemia de Covid. «Él se fue con su medicación para tres meses, no le pudimos dar más debido a su elevado coste, así que nos lo tuvimos que traer de vuelta a Málaga en marzo de 2020 para que pudiese continuar con su tratamiento», rememora Bravo.
Esa fue la última vez que padre e hijo se vieron sin la certeza de que pudieran volver a hacerlo, dada la gravedad de la enfermedad de Ablaye. Gracias a la empatía y conexión emocional del doctor Bravo y su equipo, volvieron a reencontrarse para que el senegalés pudiera irse en paz de este mundo. Creo que fue importante que se viesen, parecía que Ablaye estaba esperando a su hijo para irse, de hecho murió tan solo 10 días después». «Es un final agridulce porque sabíamos que moriría, pero al menos lo hizo cumpliendo su última voluntad», apostilla el doctor.
La historia de este senegalés demuestra que «la asistencia médica pasa también por esa asistencia humana y personal», recalca el cardiólogo. «Estamos acostumbrados a poner fármacos y hay que ir más allá y humanizar la medicina. Humanizar no es dar un cargador del móvil, es proporcionarle al paciente una asistencia integral que comprenda también la parte emocional».
La Sociedad Española de Cardiología (SEC) reconoció a Rafael Beravo con el galardón 'Mérito Hipocrático' que reconoce "la historia única de solidaridad absoluta de este médico que ha trabajado incansablemente durante más de seis meses hasta conseguir satisfacer la última voluntad de un paciente senegalés"
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