
Especial Semana Santa
La falta de artesanos amenaza el futuro del arte sacro andaluz
El sector vive un momento de esplendor en el que no falta trabajo, pero sí materiales y formación reglada

La artesanía vinculada al arte sacro en Andalucía vive un momento de aparente bonanza que, sin embargo, no logra ocultar los retos que comprometen su continuidad–al menos tal y como la conocemos– en el futuro. El sector atraviesa una doble realidad: la del reconocimiento institucional y esplendor, frente a la de los graves problemas estructurales que amenazan con extinguir unos oficios que son patrimonio inmaterial de Andalucía y parte de la identidad de ciudades como Sevilla.
Así lo explica a LA RAZÓN Javier Sánchez de los Reyes, destacado diseñador y proyectista desde hace más de 25 años y directivo de la Asociación Gremial de Arte Sacro de Sevilla. Asegura que estos oficios (bordado, orfebrería, imaginería...) se encuentran en un momento de «renacer artístico en el que las cofradías siguen invirtiendo en arte sacro», pero advierte que el sector enfrenta serios problemas derivados del «contexto social actual», especialmente por la falta de jóvenes interesados en dichos oficios y de formación reglada, así como por «la escasez de los materiales necesarios para ejercer esta artesanía».

Respecto a los materiales, el problema es que las empresas están cerrando. Ya eran pocas y ahora están desapareciendo. El proyectista pone como ejemplo el «bol» utilizado tradicionalmente para dorar las tallas en madera «que solo hacía una empresa alemana que ha cerrado», una situación que les obliga a «ingeniárnoslas con otras técnicas y productos». Asimismo, recuerda que, en el ámbito del bordado, «tan solo queda una fábrica de hilos de oro en Barcelona, que además cada vez tiene más problemas para encontrar personal cualificado». En caso de que esta fábrica cerrase, «habría que bordar con hilo de plástico», alerta. Hasta ahora, los materiales que han desaparecido se han podido suplir, pero recuerda que hay otros que son «irremplazables».
«Tan solo queda una fábrica de hilos de oro en Barcelona»
Coincide con esta percepción José Luis Sánchez Expósito, propietario del taller «Bordados Santa Clara» en Sevilla. Sánchez, que se inició en el bordado con tan solo 16 años, realizó en 2014 la túnica malva y plata para el Señor de la Sentencia de la Hermandad de la Macarena y actualmente trabaja en encargos tan relevantes como el banderín insignia de la Hermandad del Cachorro para el Jubileo de las Cofradías de Roma o en diversos elementos del ajuar de la Hermandad de la Esperanza de Triana, entre otros. Al hilo de lo anterior, el bordador asegura que «la complejidad radica en que los materiales que había antiguamente ya no se pueden comprar usualmente». Por ejemplo, cuando se enfrenta a una restauración textil, que califica como «un ejercicio de ingeniería que no se puede perder», el calibre y el gramaje de los hilos es diferente en cada caso, por lo que es necesario «encargar específicamente esos hilos», relata.
Lejos de ser algo anecdótico, se trata de una situación cada vez más frecuente que se suma al problema –a medio y largo plazo– del relevo generacional. En este contexto, Sánchez de los Reyes lamenta que «la formación en estos oficios no está reglada e incluso en el ámbito de los bordados ni si quiera existe esa formación». A esta situación se suman otras variables, todas relacionadas, que, según el diseñador, amenazan el futuro del sector: falta de jóvenes que quieran aprender el oficio, la dificultad de un pequeño negocio para incorporar aprendices y las condiciones económicas que tienen los artesanos como autónomos. Sobre el mismo asunto, el bordador añade que actualmente no encuentran «personal cualificado para trabajar en los talleres», por lo que reivindica «un mayor apoyo institucional» y la implantación de «grados medios o escuelas taller para formar a las nuevas generaciones y que estos oficios tradicionales no se pierdan».
Otro frente abierto es la competencia desleal, sobre todo procedente de países extranjeros como Pakistán, donde algunas hermandades han adquirido recientemente mantos y piezas bordadas a bajo coste y con diseños plagiados. «Lo de Pakistán no es oro, es plástico; se le mete fuego y arde», señala el bordador, que reconoce que no le preocupa tanto como «la competencia desleal de aquellos que no están dados de alta en la Seguridad Social» en España. Para él, la única protección frente a esta amenaza es «mantener y potenciar la excelencia en el trabajo artesanal con nuestro sello, que es Sevilla, Andalucía, la cuna universalmente reconocida del arte sacro en bordados, orfebrería y dorados».
«Lo de Pakistán no es oro, es plástico; se le mete fuego y arde»
Asimismo, la irrupción de técnicas semindustriales, como la impresión 3D o el dorado a pistola, también preocupa a Sánchez de los Reyes, que denuncia que estas técnicas representan «un sucedáneo de nuestro patrimonio artístico», que, insiste, no genera riqueza local. «Más que cargarse la materialidad de una artesanía, es cargarse toda una identidad», concluye el proyectista.
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