Mascotas

Aunque tenga agua y comida, dejar a un perro más de 24 horas solo es ilegal

La soledad se ha convertido en una dolencia invisible para miles de perros, un problema que desata desde ansiedad y conductas destructivas hasta el riesgo de padecer enfermedades graves como la diabetes o la displasia de cadera

Un perro mirando un cuenco de comida
Un perro mirando un cuenco de comidaistock

La nueva Ley de Bienestar Animal ha puesto sobre la mesa una realidad a menudo ignorada por muchos dueños de mascotas: la soledad de los perros tiene consecuencias y, ahora también, límites legales. La normativa es tajante al establecer la prohibición de dejar a un perro solo durante más de 24 horas consecutivas, una medida pensada para poner coto a las situaciones más extremas de abandono y negligencia.

Sin embargo, los expertos en comportamiento animal advierten de que el problema real comienza mucho antes de que se cumpla ese plazo legal. El consenso entre veterinarios y etólogos es claro y sitúa el tiempo máximo recomendado en una horquilla mucho más estricta. Para garantizar el bienestar físico y mental del animal, el límite debería ser un máximo de cuatro a seis horas de soledad. Superar este umbral de forma habitual es la antesala de problemas serios.

De hecho, la exposición prolongada a la soledad puede derivar en un profundo cuadro de estrés y ansiedad por separación, una patología que transforma el comportamiento del perro. El animal pierde el control de sus impulsos y puede desarrollar conductas destructivas, como arañar puertas o muebles, o molestas, como los aullidos incesantes, convirtiendo el hogar en un auténtico campo de batalla.

Del destrozo en casa a los problemas de salud silenciosos

En este sentido, las consecuencias no se limitan a los destrozos o al malestar psicológico. La inactividad forzosa durante largas jornadas abre la puerta a problemas de salud de envergadura, como el sobrepeso, la diabetes o incluso la displasia de cadera. A veces, los síntomas son más sutiles que un mueble mordido: la apatía, la pérdida de apetito o un desinterés repentino por el juego son señales de alarma que nunca deben ser ignoradas.

Por ello, los especialistas subrayan que el castigo es siempre contraproducente, pues solo consigue aumentar el nivel de estrés del animal. El camino correcto pasa por la modificación de su conducta a través de técnicas específicas. El método más efectivo combina la desensibilización, acostumbrando al perro de forma gradual a los rituales de salida del dueño, con el contracondicionamiento, que busca asociar la soledad con estímulos positivos, como un premio o un juguete especial.

Asimismo, el enriquecimiento ambiental es un aliado fundamental para hacer más llevadera la ausencia. Herramientas como los juguetes interactivos que dispensan comida o gestos tan sencillos como dejar una radio encendida a bajo volumen pueden mitigar la sensación de abandono. Solo en los casos más graves, y siempre bajo prescripción facultativa, un veterinario podría valorar el uso de fármacos ansiolíticos como apoyo temporal a la terapia de conducta.