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Animales

Si crees que estás en lo más alto de la cadena alimenticia, estás equivocado y este experto lo tiene claro

La idea de que somos la especie elegida, intelectualmente superior, no es más que una creencia aprendida con consecuencias devastadoras para el planeta, según el polémico ensayo de la primatóloga Christine Webb que sacude el pensamiento occidental

Imagen de archivo de un tigre en un zoo Pexels

La extendida idea de que el ser humano ocupa la cúspide de la pirámide, un ser excepcional por su intelecto y conciencia, podría no ser más que un mito profundamente arraigado en nuestra cultura. Esta convicción, que ha guiado durante siglos nuestra relación con el planeta, es ahora cuestionada con contundencia por un provocador ensayo de la primatóloga Christine Webb. En su obra, titulada «The Arrogant Ape», la autora se propone desmontar pieza por pieza la noción de la superioridad humana, un concepto que, asegura, damos erróneamente por sentado.

De hecho, Webb sostiene que la mente, los sentimientos, las intenciones y la conciencia no son un patrimonio exclusivo de nuestra especie. La autora argumenta que la fe en nuestra supremacía intelectual se fundamenta en un sistema de evaluación sesgado sistemáticamente a nuestro favor. Los experimentos que tradicionalmente han medido la inteligencia animal, explica, suelen enfrentar a humanos privilegiados, en entornos controlados y favorables, con animales que han sido apartados por la fuerza de su hábitat natural y de sus complejas redes sociales, una situación de partida manifiestamente injusta. Investigaciones recientes refuerzan esta idea, sugiriendo que incluso los perros pueden mentirnos, una habilidad que implica un nivel de intencionalidad y cognición mucho más sofisticado del que se solía pensar.

Además, el libro expone que la creencia en la inferioridad animal no es una idea innata, sino un concepto que se nos inculca desde la infancia. Según la investigación de Webb, los niños asumen de forma natural que los animales comparten con ellos la capacidad de pensar y sentir, una perspectiva que la educación y la cultura occidental se encargan de corregir. los niños de entornos urbanos tienden a desarrollar este antropocentrismo mucho antes que aquellos que crecen en zonas rurales, más en contacto directo con la naturaleza.

Un sesgo con raíces filosóficas y consecuencias actuales

Asimismo, la autora no se limita a la ciencia contemporánea, sino que rastrea las raíces de esta ideología hasta los mismos cimientos del pensamiento occidental. El ensayo indaga en cómo filósofos de la talla de Aristóteles o Descartes contribuyeron a forjar una visión del mundo en la que los animales eran considerados meros autómatas o, en el mejor de los casos, seres inferiores destinados al servicio del hombre. Esta herencia intelectual, argumenta Webb, sigue permeando nuestra percepción colectiva e incluso la legislación actual. Esta visión mecanicista contrasta con la comprensión moderna, donde hasta un comportamiento aparentemente simple como el porqué un perro da vueltas antes de hacer sus necesidades responde a instintos ancestrales complejos que descartan la idea del simple automatismo.

Por todo ello, la obra de Webb trasciende el debate meramente filosófico. La primatóloga vincula directamente esta arrogancia intelectual con dos de las crisis más acuciantes de nuestro tiempo: el maltrato animal sistemático y la imparable degradación medioambiental. Su tesis final es clara y contundente: reconsiderar nuestro verdadero lugar en el mundo no es solo un ejercicio de humildad, sino una necesidad urgente para garantizar la supervivencia de todos los seres vivos, incluidos nosotros mismos.