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Mascotas

Demencia en los perros, pocos lo saben, pero esto existe y te destrozará el corazón

Es el 'alzhéimer' de los perros, una enfermedad cerebral, progresiva y sin cura, que afecta a una mayoría abrumadora de los canes más ancianos y que altera por completo su comportamiento y su memoria

Dónde deben dormir los perros en las noches más calurosas istock

La eutanasia se presenta en ocasiones como el último gesto de cariño hacia un compañero fiel. Cuando el síndrome de disfunción cognitiva (SDC) alcanza sus fases más severas, el bienestar del animal se ve tan mermado que mantenerlo con vida solo prolonga su sufrimiento. En esos momentos, la decisión de ayudarle a descansar se convierte en una consideración dolorosa pero compasiva, poniendo fin a una batalla perdida contra el deterioro cerebral.

De hecho, este punto final es la culminación de un proceso largo y difícil. La demencia senil canina es una condición que empeora progresivamente, transformando poco a poco al animal. La desorientación inicial, los despistes o los cambios de humor se convierten con el tiempo en una confusión constante y un malestar abrumador que anulan por completo su calidad de vida y su capacidad para interactuar con el entorno. Este deterioro afecta profundamente a la comunicación, por lo que muchos dueños buscan nuevas formas de conectar con su mascota, ya que se ha demostrado que hablarles como a un bebé puede fortalecer el vínculo y calmarlos.

Sin embargo, antes de llegar a ese extremo, los dueños disponen de herramientas para intentar frenar el avance de la enfermedad. Aunque el SDC no tiene cura, ya que no es posible revertir el daño neuronal, sí existen estrategias para mitigar temporalmente sus efectos. La clave, según los veterinarios, está en ralentizar la progresión. Para ello, se emplean ciertos suplementos como los antioxidantes, los ácidos grasos omega-3 o los triglicéridos de cadena media, que han demostrado cierta eficacia en las primeras etapas. El origen de la dolencia, tal y como han publicado en TheSprucePets, se asocia a la acumulación de proteínas en el cerebro, un mecanismo muy similar al que provoca el alzhéimer en las personas.

Un alzhéimer canino: reconocer las señales a tiempo

En este sentido, identificar los primeros síntomas resulta fundamental para poder actuar. Los cambios alteran profundamente el comportamiento del animal y suelen ser la primera voz de alarma. Un perro que antes era sociable puede volverse retraído o incluso agresivo. Otros signos evidentes incluyen la pérdida de los hábitos higiénicos, deambular sin rumbo por casa, quedarse atrapado en las esquinas, mirar fijamente a las paredes, ladrar sin motivo aparente o sufrir una alteración drástica de sus patrones de sueño. La alteración de las rutinas es uno de los efectos más visibles, obligando a los cuidadores a reconsiderar aspectos básicos de su día a día, pues es clave saber con qué frecuencia se debe pasear a un perro para ajustar los paseos a sus nuevas capacidades y niveles de energía.

En definitiva, no se trata de simples «cosas de la edad». Estos comportamientos son el reflejo de una enfermedad cerebral degenerativa con una prevalencia muy alta. Las cifras son claras: el síndrome de disfunción cognitiva afecta a un 28 % de los perros con edades entre los 11 y los 12 años, un porcentaje que se dispara hasta un alarmante 68 % en aquellos que ya han superado los 15 años. El diagnóstico siempre debe ser realizado por un profesional, que primero descartará otras patologías antes de confirmar la presencia de la demencia canina mediante cuestionarios específicos.