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Mascotas desobedientes

¿Te ignora tu perro cuando le hablas? Este es su verdadero motivo y no tiene tanto que ver con la desobediencia

La ciencia canina explica por qué los perros, lejos de ignorar, a veces no obedecen: la clave es su cerebro

Un perro dejándose acariciar Shutterstock

La común imagen de un perro que ignora las llamadas o las órdenes de su dueño a menudo se interpreta como un acto de rebeldía o capricho. Sin embargo, la ciencia del comportamiento canino desvela que esta percepción suele ser errónea, ya que la aparente desobediencia esconde un complejo mecanismo cerebral que impide al animal procesar la información de forma adecuada en ciertas circunstancias. Lejos de una actitud intencionada, la respuesta del can está ligada a su estado neurológico.

Además, el funcionamiento del cerebro de estos animales es clave para comprender este fenómeno, pues cuenta con dos áreas que regulan su comportamiento. Por un lado, el neocórtex, responsable del pensamiento racional y la capacidad de aprendizaje; por otro, el sistema límbico, que gestiona las emociones y las respuestas más instintivas. Ambos interactúan determinando la capacidad de atención y obediencia del perro en cada momento.

Así, cuando un can se encuentra en un estado de tranquilidad y seguridad, su neocórtex permanece activo, lo que le permite entender y responder a las peticiones de su propietario con normalidad. No obstante, en situaciones que generan sobresalto o nerviosismo, el control pasa al sistema límbico, activando en el cerebro canino un estado que los especialistas denominan "modo supervivencia".

El cerebro del can en situaciones de estrés

En este particular "modo supervivencia", la funcionalidad de la parte racional del cerebro del perro se ve comprometida de manera considerable, impidiendo al animal pensar, aprender o razonar con la claridad habitual. Es en estos instantes cuando parece que el perro ignora a su dueño, pero en realidad su cerebro se encuentra bloqueado por la emoción, lo que le impide atender a las órdenes.

Asimismo, los perros suelen comunicar su incomodidad o estrés a través de lo que los expertos llaman "señales de calma". Se trata de un conjunto de gestos sutiles que, aunque a menudo pasan desapercibidos, constituyen una comunicación valiosa para los dueños. Entre estas señales se incluyen el parpadeo frecuente, la inmovilidad, el relamerse el hocico o el desvío de la mirada para evitar el contacto visual directo.

Por consiguiente, la verdadera clave para una comunicación efectiva con un perro no reside en repetir órdenes o elevar el tono de voz, sino en aprender a interpretar su estado emocional. Solo un animal tranquilo, relajado y que se sienta seguro será capaz de prestar atención genuina y de obedecer con efectividad. Comprender estos mecanismos cerebrales fortalece el vínculo y la convivencia, ya que la aparente desobediencia es, en realidad, una incapacidad temporal para procesar la información.