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La dieta de cafetería en la lactancia provoca obesidad en el niño

La denominada alimentación obesogénica de la madre, rica en productos apetecibles pero con alto contenido en grasas saturadas y azúcares, aumenta el riesgo de que el bebé padezca diabetes y grasa corporal durante la edad adulta, según un estudio español

La lactancia, una etapa decisiva / Foto. Gtres
La lactancia, una etapa decisiva / Foto. Gtreslarazon

La lactancia es una de las etapas más importantes de la vida de un niño, hasta el punto de que puede llegar a marcar la calidad de su salud a largo plazo

La lactancia es una de las etapas más importantes de la vida de un niño, hasta el punto de que puede llegar a marcar la calidad de su salud a largo plazo. La comunidad médica coincide en defender, siempre que sea posible, la crianza con leche materna por encima de la artificial, aunque no de cualquier manera. Así lo ha puesto de relieve una reciente investigación española del Ciberobn que ha demostrado, en modelos animales, que una dieta obesogénica, es decir, muy rica en energía, con alimentos altamente calóricos, predispone al bebé al desarrollo de obesidad durante la edad adulta, incluso más que la propia obesidad de la madre. «Es lo que popularmente se conoce como la ‘‘dieta de cafetería’’, que incluye leche con azúcar, bacon, bollería, galletas... Se trata de productos muy apetecibles que pueden ser habituales en la alimentación de una madre lactante, pero que hemos comprobado que tiene consecuencias sobre la salud metabólica a largo plazo de su descendencia», asegura Catalina Amadora, investigadora principal del estudio desarrollado desde la Universidad de las Islas Baleares.

Esta investigación marca un punto de inflexión en lo que se conocía hasta ahora, pues demuestra que en la lactancia materna no todo vale, «a pesar de que dar el pecho ayuda a prevenir el exceso de peso en el bebé, tanto que por cada mes de lactancia que reciba un niño hay una disminución del 4% de riesgo de obesidad», según apunta la doctora de Atención Primaria Odile Fernández en su último libro «Mi niño come sano». Y así lo reafirma Iván Carabaño, médico adjunto de Digestivo y Nutrición Infantil del Hospital 12 de Octubre de Madrid, quien resalta que «hasta el momento se consideraba que la lactancia materna per se era un factor protector frente a la obesidad, siempre y en todo lugar. Pero este hecho podría no ser así, pues este estudio ha objetivado que las madres que se alimentan mal –con productos de gran densidad calórica, con muchos azúcares libres y grasas saturadas– producen una leche materna con factores adipogénicos, lo que genera varias alteraciones metabólicas que acaban derivando en un aumento en el número y en el tamaño de las células que configuran la grasa bajo la piel del bebé (adipocitos)».

Alteraciones metabólicas

En concreto, la investigación del Ciberobn demuestra que las crías cuyas madres se alimentan mal durante la lactancia, además de tener una mayor adiposidad, «sufren alteraciones metabólicas en la edad adulta relacionadas con su capacidad de regular la glucosa, lo que está vinculado con el riesgo de padecer diabetes, así como hígado graso», detalla Amadora, quien hace hincapié en que «esa peligrosa predisposición ocurre, incluso, cuando las crías siguen una dieta normal y saludable después del destete, lo que evidencia que la importancia de la dieta materna durante la lactancia resulta decisiva».

En el año 2015, el estudio Alsalma 2.0 ya hizo saltar las alarmas, pues «ilustró con cifras que más del 90% de las madres se alimentaba al menos una vez a la semana con comida rápida, que el 30% de los niños españoles no seguía los preceptos de la dieta mediterránea y que el consumo de proteínas entre los niños de menos de tres años superaba entre tres y cuatro veces las cifras recomendadas», recuerda Carabaño. En este sentido, Luján Soler, decana del Colegio Profesional de Dietistas-Nutricionistas de la Comunidad de Madrid, recomienda que, si se trata de una lactancia materna exclusiva, «la alimentación de la mujer de basarse en la dieta mediterránea, que incluya vegetales y frutas frescas de temporada, legumbres, cereales de grano entero, frutos secos crudos, pescados, huevos, etc. En definitiva, una nutrición lo más variada posible en la que se eviten grasas saturadas y azúcares añadidos que no aportan nutrientes». Sin embargo, tal y como recalca Soler, no sólo durante la lactancia la mamá debe ser responsable con lo que come, sino que, incluso, «debe cuidar su dieta desde tres meses antes de iniciar la búsqueda de un bebé».