Adicciones

Estar pendiente de los hijos tiene premio

La atención de los padres reduce el riesgo de adicción de sus hijos, según un estudio realizado con más de 6.000 adolescentes. La investigación también indica que los más ricos beben más

Dos jóvenes haciendo botellón en un parque de Madrid
Dos jóvenes haciendo botellón en un parque de Madridlarazon

Los padres que exigen el cumplimiento de reglas y que monitorean constantemente las actividades de sus hijos –procurando saber dónde están, con quiénes y qué hacen– corren menos riesgos de afrontar problemas relacionados con el abuso de alcohol y las adicciones a otras drogas cuando los niños llegan a la adolescencia.

Esta probabilidad se vuelve aún menor cuando, aparte de monitorear y exigir, los padres también dan lugar al diálogo, explican los motivos de las reglas y se muestran presentes en el día a día de sus hijos, y dispuestos a acoger sus dificultades, una característica parental a la que los especialistas denominan “responsividad”.

Esta conclusión surge de una investigación realizada en la Universidad Federal de São Paulo (Unifesp) con 6.381 jóvenes de seis ciudades brasileñas. Sus resultados acaban de salir publicados en la revista Drug and Alcohol Dependence.

“La principal conclusión del estudio indica que el estilo parental –es decir, la forma en que los padres educan a sus hijos– puede constituir un factor de protección o de riesgo para el consumo de alcohol y de otras drogas en la adolescencia. Esto significa que los programas escolares de prevención, además de concientizar a los niños, también deben preocuparse por entrenar habilidades parentales”, dijo Zila Sanchez, docente de la Escuela Paulista de Medicina (EPM-Unifesp) y coordinadora de la investigación que contó con el apoyo de la Fundación de Apoyo a la Investigación Científica del Estado de São Paulo – FAPESP.

Los datos se recabaron en 62 escuelas públicas de las ciudades de Tubarão y Florianópolis (estado de Santa Catarina), São Paulo y São Bernardo do Campo (estado de São Paulo), Fortaleza (estado de Ceará) y Brasilia (Distrito Federal). Participaron en el estudio estudiantes de 7º y 8º año de la enseñanza básica. La edad promedio de los entrevistados fue de 12,5 años.

“Optamos por trabajar con jóvenes que recién habían ingresado en la adolescencia para analizar si en esa etapa el estilo parental ya estaba influido en el consumo de sustancias. Sin embargo, como aún son muy jóvenes, la prevalencia de consumo todavía es baja. Por ese motivo, consideramos en el cuestionario a quienes habían hecho uso al menos una vez durante el último año”, explicó Sanchez.

Los propios adolescentes completaron los cuestionarios sin la presencia del profesor, y los depositaron anónimamente en sobres marrones, de manera tal de evitar la inhibición y el constreñimiento. Además de las preguntas sobre el uso de drogas, también se incluyeron otras sobre el estilo parental (cómo percibían a sus padres), las condiciones socioeconómicas, el comportamiento sexual y la violencia escolar, entre otras.

El análisis de las respuestas se llevó a cabo durante el doctorado de Juliana Valente con beca de la FAPESP y bajo la dirección de tesis de Sanchez.

Mediante el empleo de un modelo estadístico conocido como análisis de clases latentes, fue posible dividir a los entrevistados en tres grupos de uso de drogas. La más prevalente, con el 81,54%, fue la clase de los “abstinentes/ usuarios leves”. Luego se ubicaron con un 16,65% los considerados “usuarios de alcohol/ bebedores pesados”. Por último, con un 1,8%, quedaron los “poliusuarios”, es decir, aquéllos que además de alcohol consumieron durante el último año sustancias tales como tabaco, marihuana, cocaína, crack o inhalantes (benzina y pegamento de contacto, por ejemplo).

“El paso siguiente consistió en analizar si los estilos parentales estaban asociados con alguno de esos tres perfiles de consumo. A tal fin, también se clasificó a los padres en cuatro tipos distintos, de acuerdo con la evaluación de los adolescentes y con los criterios estipulados en la literatura científica”, explicó Sanchez.

Con base en una escala de evaluación consagrada en estudios internacionales y validada en Brasil, los perfiles parentales quedaron clasificados de acuerdo con dos dominios principales: “exigencia” –cuánto que los padres monitorean las actividades de sus hijos y exigen el cumplimiento de reglas– y “responsividad”, es decir, qué sensibilidad tienen ante las demandas de sus hijos y si se muestran abiertos al diálogo.

Los padres con tanteador alto en los dos dominios fueron clasificados como “autoritativos”. Aquéllos con marcador alto únicamente en el dominio de la exigencia quedaron catalogados como “autoritarios”. Padres responsivos, pero que no monitorean las actividades de los hijos o no se ajustan a las reglas fueron considerados “indulgentes”. Por último, aquéllos con tanteador bajo en ambos dominios fueron clasificados como “negligentes”.

De un modo análogo al observado en estudios internacionales, el estilo “autoritativo” fue el más protector, seguido por el “autoritario” y luego por el “indulgente”. Tal como subrayaron los investigadores en el artículo, los padres “negligentes” son aquéllos que ponen a los adolescentes en mayor riesgo de pertenecer a los dos tipos de usuarios de drogas encontrados en el estudio: usuarios de alcohol/ bebedores pesados y poliusuarios.

“El hecho de que el ‘autoritativo’ sea el más protector y el ‘negligente’ el de mayor riesgo ya era esperable. Sin embargo, en la literatura científica aún se discutía con respecto a los estilos ‘autoritario’ e ‘indulgente’. No estaba claro cuál de éstos sería mejor. Los hallazgos de este estudio refuerzan la función protectora que la dimensión de la exigencia, compuesta por el monitoreo parental y el estímulo al cumplimiento de reglas, desempeña en la prevención del consumo de drogas en la adolescencia”, dijo Valente.

Los ricos beben más

Un dato que llamó la atención del grupo de la Unifesp fue que cuanto más alta era la clase social del entrevistado, mayor era la probabilidad de que perteneciera a los grupos de bebedores pesados o poliusuarios. De acuerdo con Sanchez, este hallazgo contraría datos de estudios estadounidenses y europeos, en los cuales se considera que la pobreza constituye un factor de riesgo para el uso de alcohol y drogas durante la adolescencia. Pero va al encuentro de datos brasileños anteriores para la misma franja etaria.

“Este dato resulta sumamente curioso y muestra que no podemos importar sencillamente datos relacionados con factores de riesgo y protección a los programas de prevención de uso de drogas sin considerar las diferencias culturales”, dijo Sanchez.

Según Valente, los análisis estadísticos no permitieron asociar los diferentes modelos de educación a una clase social específica, es decir: hubo una distribución homogénea de los estilos parentales entre las diferentes franjas de ingresos.

El recabado de los datos se concretó a finales de 2014, en el marco de un proyecto financiado por el Ministerio de Salud. El equipo de la Unifesp fue designado por dicha cartera gubernamental para evaluar en las 62 escuelas seleccionadas la efectividad de un programa de prevención del uso de drogas intitulado #Tamojunto.

“Este programa se trajo de Europa, en donde tuvo buenos resultados, y se lo adaptó en el Ministerio de Salud. Además de transmitirles conocimientos sobre las drogas a los jóvenes, apuntaba a trabajar en el desarrollo de habilidades personales e interpersonales. Pero acá en Brasil no observamos efectividad para las mismas mediciones europeas”, comentó Valente.

Tal como explicó Sanchez, los datos analizados durante el doctorado de Valente, que constituyen la base del artículo publicado ahora, se recabaron antes de la aplicación del programa #Tamojunto y no tienen relación con sus resultados.