Astronomía

Buscando a Dios en el Universo

«En un universo enorme, creado hace millones de años, no tendría sentido que hubiera sólo vida en la Tierra»

Buscando a Dios en el Universo
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«En un universo enorme, creado hace millones de años, no tendría sentido que hubiera sólo vida en la Tierra»

La publicación póstuma de un artículo de Stephen Hawking sobre si hay vida en el universo, ha sido una razón más para volver al tema. Sobre todo, en mi caso, al filo de la publicación de mi último libro: «Buscando a Dios en el Universo» (Editorial Erasmus), del que haré una presentación pública próximamente, y que da título a esta columna de hoy. Porque además de buscar a Dios por la fe, la revelación, o el misticismo, cabe también la posibilidad de recurrir a las ciencias cosmológicas.

A la cuestión de Hawking, la primera observación de cualquier investigador, es que en un universo tan enorme, creado hace 13.800 millones de años, no tendría mucho sentido que sólo hubiera vida en la Tierra. Sería un derroche, tanta energía y tantos trillones, seguramente, de cuerpos celestes, como para que tuviéramos la exclusiva nosotros, los humanos: unos modestos bípedos que vivimos en una «mota azul» (Carl Sagan dixit) perdida en el espacio, a 150 millones de kilómetros del sol.

No voy aquí a pontificar, ni mucho menos –ya ni el Papa lo hace–, sobre si un día encontraremos inteligencias superiores en el espacio. Pero sí diré que habida cuenta de las distancias que median entre las galaxias, será prácticamente imposible que tengamos los sistemas para comunicarnos con los popularizados alienígenas de la ciencia ficción. Es, en cierto modo, lo que nos dice la paradoja de Enrico Fermi: «¿Dónde estarán esos hombrecillos verdes? En cualquier caso, muy lejos, a años luz, y seguramente no nos conectaremos nunca con ellos».

Por lo menos cabe extraer una conclusión: este planeta en el que vamos a vivir indefinidamente, habrá que cuidarlo mucho más, para que el Navío Espacial Tierra siga surcando el universo con su creciente pasaje, por lo menos, no en peores condiciones que hasta ahora. Por lo demás, la signatura Dios sigue pendiente, y son muchos los que la intuyen como una precedencia científica todavía misteriosa.