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«Decidimos tener un bebé a pesar de su enfermedad terminal»

Paul Kalanithi dedicó las páginas de su libro a dejar un legado sobre la vida y disfrutar de ella sin que el tiempo ni el tumor, que se extendía por su organismo, le condicionarán más, que cómo podía convivir con el cáncer. A su mujer, que escribió el epílogo, le dejó una niña, que decidieron tener tras el diagnóstico, y una gran lección de cómo afrontar esta situación, más allá de los tópicos.

Lucy Kalanithi (Profesora Clínica de Standford y escritora) con su marido Paul y su bebé
Lucy Kalanithi (Profesora Clínica de Standford y escritora) con su marido Paul y su bebélarazon

Paul Kalanithi dedicó las páginas de su libro a dejar un legado sobre la vida y disfrutar de ella sin que el tiempo ni el tumor, que se extendía por su organismo, le condicionarán más, que cómo podía convivir con el cáncer

Paul describe en el libro «Recuerda que vas a morir. Vive» –el autor murió meses antes de la publicación del libro y contesta su mujer– su paso de médico a paciente, ¿cómo lo llevó?

-Dado que somos médicos, aunamos lo mejor y lo peor. No teníamos ilusiones sobre el pronóstico de Paul, con 36 años de edad probablemente tenía desde unos meses hasta unos pocos años de vida por delante. Por otra parte, había sido testigo de las trágicas circunstancias de las enfermedades de nuestros pacientes, por lo que éramos más capaces de asumir la de Paul. En cierto modo, era nuestro turno. Paul llegó a confiar en su médico no sólo por su conocimiento, sino para buscar y dar sentido a los aspectos existenciales y experienciales de ser un paciente de cáncer. Así pude ampliar mi comprensión en la relación médico-paciente.

-¿Cómo pudo afrontar Paul la idea de trabajar como neurocirujano sabiendo que tenía un cáncer terminal?

-Ser neurocirujano era parte de Paul. La vuelta al trabajo, continuar sirviendo a los demás para contribuir al mundo, le ayudó a conservar su sentido de identidad y propósito a sabiendas de que se estaba muriendo. Una vez que unió la faceta de enfermo y médico, empezó a llevar las cosas de otra manera: se puso a escribir sus memorias y tuvimos un bebé. A Viktor Frankl, neuropsiquiatra, le gusta citar a Nietzsche: «El que tiene un por qué para vivir puede soportar casi cualquier cómo». Ese sentimiento me ayuda a entender la capacidad de Paul para hacer frente a la muerte. Creo que al morir, cumplió. Sintió que dejaba todo lo que quería, pero que tuvo todo lo que quiso.

-¿Cuándo decide escribir?

-Diez meses tras el diagnóstico de cáncer de pulmón en estadio IV, Paul escribió un ensayo personal publicado en el «The New York Times»: «¿Cuánto tiempo me queda?». Un amigo, sin el conocimiento de Paul, remitió una entrada del diario compartido de forma privada a la sección de opinión allí. El ensayo tuvo una gran acogida y recibió de inmediato solicitudes de agentes literarios y editores. Una cosa llevó a la otra. Paul consiguió el acuerdo para un libro de cuatro meses antes de su muerte en 2015. Ahora, menos de dos años después, el libro ha vendido más de un millón de copias en todo el mundo. Desearía que Paul estuviera aquí para verlo.

-En el prólogo, escrito tras su muerte, Vergese habla de sus grandes cualidades como escritor. ¿Cómo descubrió que sus palabras podrían transmitir sentimientos y experiencias de manera tan brillante?

-A los veinte años, Paul estudió literatura y filosofía, sin pensar que después sería médico. A lo largo de su vida, él estaba interesado en las grandes preguntas: «¿Qué significa ser humano? ¿Cómo podemos construir una vida con sentido?». Y, finalmente, se acercó a estas preguntas no sólo a través de las Humanidades y la Religión, sino a través de la Medicina y la Neurociencia. Eso es parte del atractivo de su libro, creo. Mientras tanto, él era un hermoso escritor. Incluso sus correos electrónicos estaban muy bien escritos.

-¿Cómo hizo frente a su última etapa?

-Paul tuvo problemas con la incertidumbre sobre la cantidad de tiempo que le quedaba, e incluso escribió: «Dame tres meses, para pasar tiempo con la familia. Dime un año, tendré un plan (escribir este libro). Dame 10 años, me gustaría conseguir de nuevo tratar enfermedades». En última instancia, él tenía la necesidad de remodelar constantemente sus objetivos de vida de acuerdo a la trayectoria de su dolencia. Pero lo más importante, continuó viviendo y buscó un significado. Decidimos tener un bebé a pesar de su enfermedad terminal, Paul murió cuando ella tenía ocho meses de edad. Cuando tomamos esa decisión difícil, le pregunté: «¿No te parece que tener un hijo hará aún más dolorosa la despedida cuando mueras?». Y su respuesta me sorprendió: «¿No sería genial si lo hiciese?»