Pacientes

Objetivo: controlar el dolor agudo postoperatorio

Conseguir la implicación del paciente para que pueda gestionar él mismo su propio dolor mejora su abordaje y evita que se cronifique

De izquierda a derecha, María Huerta, Pablo Fernández Gómez-Escolar, Juan Luis López Romero, José María Muñoz y Ramón y Montserrat Pérez Hinarejos
De izquierda a derecha, María Huerta, Pablo Fernández Gómez-Escolar, Juan Luis López Romero, José María Muñoz y Ramón y Montserrat Pérez Hinarejoslarazon

Conseguir la implicación del paciente para que pueda gestionar él mismo su propio dolor mejora su abordaje y evita que se cronifique

Más de 300 millones de cirugías se realizan al año en todo el mundo, según datos de la Asociación Internacional para el Estudio del Dolor (IASP) y la Sociedad Española del Dolor (SED), y la inmensa mayoría de ellas generan dolor agudo, una situación que, si no se resuelve adecuadamente, se puede cronificar. Esta cifra, junto con las que nos explican que cerca del 65% de los pacientes experimenta dolor intenso en algún momento de su recuperación, y que un 23% lo padece de forma moderada tras un procedimiento quirúrgico, convierten el dolor agudo postoperatorio (DAP) en un problema a tener muy en cuenta.

Sobre este asunto, así como sobre la situación de su abordaje en España, se habló en la Mesa «Dolor agudo postoperatorio», organizada por el suplemento A TU SALUD en colaboración con Grünenthal y celebrada en la casa de LA RAZÓN el pasado miércoles.

Porque, ¿está bien tratado el DAP en España? La respuesta es unánime entre todos los participantes: depende de la comunidad autónoma. Pero en lo que también coinciden es en que pese a esta desigual abordaje, ha habido notables avances en este campo, empezando por la concienciación del personal sanitario y por las mejoras en las herramientas para su tratamiento. «Hemos mejorado mucho sobre todo en la técnica quirúrgica con lo que llamamos “cirugía mínimamente invasiva”, pero la sociedad pide mucho más y en los últimos años se está poniendo más énfasis en el tratamiento del dolor, aunque aún hay elementos de mejora sobre todo en las estructuras desde el punto de vista organizativo», asegura Juan Luis López Romero anestesiólogo del Hospital Universitario Virgen del Rocío de Sevilla.

Los estudios estiman que la prevalencia del dolor postquirúrgico en España va desde el 16% al 69%. El 50% de los pacientes continúan con dolor al llegar a planta tras la operación; el 62%, lo mantiene 24 horas después, y persiste pasadas 48 horas en un 38% con riesgo a cronificarse si no se trata de forma adecuada. Algo que confirma María Huerta, directora de la Asociación Española de Pacientes con Dolor Neuropático, Neuralgia del Trigémino y disfunción del ATM: «En la asociación contamos con un registro de más de 4.000 pacientes, y de una muestra de 500 pacientes tenemos cifras de que el 65% sufre dolor agudo de los que al 35% se les ha cronificado, y esto es lo que hay que evitar». También recalca que el número de llamadas que reciben varía mucho de unas comunidades a otras.

Señal de calidad

Además, como apunta Pablo FernándezGómez-Escolar, cirujano de la Fundación Jiménez Díaz de Madrid, la satisfacción del paciente pasa, muchas veces, por que éste no tenga dolor: «En muchas ocasiones la cirugía ha salido fenomenal pero la cicatriz y el dolor son preocupaciones constantes en el paciente». Y es que es una de las causas más habituales de insatisfacción, limitación funcional, retraso en la recuperación y complicaciones postquirúrgicas.

Por eso, una nueva perspectiva en el abordaje del dolor apunta a que hay que entenderlo como un elemento imprescindible dentro de la calidad de la recuperación del paciente.

«Existen numerosos indicadores de calidad relacionados con el DAP, pero más allá de cual se use lo importante es que el paciente tenga la oportunidad de expresar el dolor que ha sufrido y que éste haya sido aceptable. Lo que tenemos que conseguir es que el dolor se mida de la misma forma que se hace con la temperatura o tensión arterial», señala José María Muñoz y Ramón, director médico del Hospital Universitario La Paz de Madrid:.

Sin embargo, para Huerta el problema no estaría tanto en la «cuantificación» del DAP como en el abordaje de ese dolor una vez que el paciente regresa a casa. «No es lo mismo medir el DAP en el hospital que en casa porque los medicamentos que recibe no son los mismos, se les cambia la medicación. Y los pacientes, una vez abandonan la UCI, no tienen acceso a aquellos que se les daba en estas unidades. El dolor no está bien tratado», asegura.

De ahí que el manejo del dolor deje de entenderse como un lujo para pasar a ser un indicativo de calidad sea otro de los objetivos. «Debe formar parte de la recuperación del enfermo», apunta Montserrat Pérez Hinarejos, supervisora del Servicio de Anestesia, Reanimación y Terapéutica del Dolor del Hospital Germán Trías de Barcelona: «Tenemos muchos protocolos para los procesos quirúrgicos, cerca de 70 para abordar el dolor» continúa. «El dolor tiene que ser un concepto transversal», coincide López Romero.

Para conseguirlo resulta fundamental la implicación del paciente en el tratamiento del DAP. Para lograrlo Fernández Gómez-Escolar entiende que la empatía es fundamental y señala una serie de pautas que pueden ayudar: «No hacer esperar al paciente, recibirle en un lugar agradable, atenderle sin prisa son cuestiones a tener en cuenta. También explicarle al paciente lo que se le va a hacer, y asegurarnos de que lo entienda. Yo para conseguirlo dibujo. Es una forma de quitarle el estrés y de disipar uno de los principales miedos: el temor a lo desconocido. Hay que quitarles las dudas y contar las cosas para que lo entiendan. Una vez que termino les pregunto, ¿sería capaz de explicar lo que le vamos a hacer a un amigo? No podemos hablar en un idioma en el que el paciente no nos entienda».

Y, tan importante como informar es el hacerlo en el momento adecuado. «Se lo tenemos que explicar cuando esté en las condiciones óptimas, y en un momento en que sea capaz de preguntar y solventar sus dudas», prosigue Pérez Hinarejos. La consulta pre operatoria sería el lugar indicado para hacerlo en opinión de Ramón y Muñoz, donde también «se le puede explicar el uso de las escalas del dolor, cómo funcionan los elementos de anestesia controlada (cuando se vayan a usar) o medidas higiénicas o posturales que le puedan ayudar a sobrellevar el dolor».

«Explicarle qué va a sentir en cada momento, que sepa que le va a pasar y cómo. Y, sobre todo, la generalización de los signos: que no se sienta especial sino que sepa que es algo que le pasa a la mayoría, sentirse dentro del grupo», añade Fernández Gómez-Escolar. Muñoz y Ramón por su parte destaca dar información también por escrito con consejos e información básica, porque por diferentes motivos, «los nervios, el estrés, al final lo que se lleva es muy poco. Y en el formato más conveniente (papel, web, apps), porque, por muy empáticos que seamos el paciente no se queda con todo». Algo que confirma Huerta: «Es cierto que sale de la consulta muy bien informado pero, como bien dice el doctor Muñoz y Ramón, cuando llega a casa se le ha olvidado todo... en muchos casos sale desinformado y acude a la asociación de pacientes a preguntar».

Por último, desde el colectivo de pacientes reclaman más alternativas terapéuticas. Aunque a día de hoy existen bombas de analgesia dirigidas por el paciente (PCA, por sus siglas en inglés), que le permiten administrársela cuando lo necesite, «faltan medicamentos para que el enfermo pueda controlar las molestias en su domicilio. Hay muchas carencias en el dolor agudo postoperatorio y por eso necesitamos más opciones para que el paciente pueda dominar de forma adecuada su propio dolor», concluye Huerta.