Cultura

No es la cueva de Altamira, está en Guadalajara y alberga unas de las pinturas rupestres más antiguas de la Península

La datación de sus vestigios indica que su primera ocupación se remonta a hace aproximadamente 50.000 años, en pleno Paleolítico Medio.

No es la cueva de Altamira, está en Guadalajara y alberga unas de las pinturas rupestres más antiguas de la Península
No es la cueva de Altamira, está en Guadalajara y alberga unas de las pinturas rupestres más antiguas de la PenínsulaTurismo Castilla-La Mancha

El arte rupestre en España continúa siendo uno de los mayores tesoros culturales y arqueológicos del país, revelando la creatividad y las creencias de nuestros antepasados prehistóricos. Desde las famosas cuevas de Altamira en Cantabria hasta las pinturas de la Cueva de Nerja en Málaga, estos vestigios datan de hace más de 40.000 años y ofrecen una ventana única al pasado.

Las pinturas, grabados y signos que adornan las paredes de estas cuevas representan animales, figuras humanas y símbolos abstractos, reflejando la vida, las creencias y las prácticas rituales de los primeros habitantes de la península. La técnica y el estilo varían según la región y la época, evidenciando una evolución artística que sorprende a los expertos.

Recientemente, nuevas excavaciones en la Cueva de La Pasiega, en Cantabria, han descubierto restos que amplían nuestro conocimiento sobre estas expresiones artísticas. La UNESCO declaró en 1998 varias de estas cuevas Patrimonio de la Humanidad, reconociendo su valor universal.

Otro ejemplo importante, aunque menos conocido, es el de la cueva de Los Casares, en Castilla-La Mancha. Situada en la Serranía de Cuenca, Riba de Saelices es mucho más que un simple municipio; es un testimonio vivo de la historia humana en la península ibérica. Sus tierras, fértiles y húmedas por el río Linares, han sido habitadas y moldeadas por diversas civilizaciones desde hace más de 50.000 años, constituyendo un auténtico archivo arqueológico que abarca desde el Paleolítico Medio hasta la Edad de Hierro, pasando por las épocas celtíbera, romana y musulmana.

Cueva Los Casares
Cueva Los CasaresT. GallardoLa Razón

Las excavaciones en la zona han puesto al descubierto una variedad de asentamientos y vestigios que ilustran la riqueza histórica del lugar. Entre ellos, destaca el poblado hispano-musulmán de Los Casares, cuya estructura incluye una torre de mampostería en la entrada, datada en la época musulmana. Sin embargo, lo que resulta especialmente sorprendente es que este enclave, con su historia medieval, se asienta sobre un yacimiento prehistórico que remonta al Paleolítico, revelando la continuidad de ocupación en la región.

Otros hallazgos relevantes incluyen yacimientos de la Edad de Hierro, como el Cerro de la Virgen y Lazafuera, que muestran la presencia de comunidades celtíberas y romanas, así como sus necrópolis, que aportan datos valiosos sobre las prácticas funerarias y la organización social de estas culturas antiguas.

La Cueva de los Casares: un espejo de la prehistoria

Uno de los puntos más destacados de este patrimonio es la Cueva de los Casares, situada sobre el río Linares. Este refugio natural no solo ofrece un paisaje impresionante, sino que también alberga una de las pinturas rupestres más antiguas y significativas de la península. La datación de sus vestigios indica que su primera ocupación se remonta a hace aproximadamente 50.000 años, en pleno Paleolítico Medio.

Los hallazgos en la cueva incluyen útiles de piedra tallada y un metacarpiano de una joven mujer neandertal, lo que confirma la presencia de estos primeros habitantes en la región. Pero lo que realmente ha llamado la atención de los arqueólogos son las pinturas que adornan sus paredes, realizadas por los primeros Homo sapiens sapiens que habitaron la zona. Entre ellas, destacan representaciones de animales como caballos, rinocerontes lanudos, glotones y ciervos, que ofrecen una visión única sobre la fauna de la época y las habilidades artísticas de nuestros antepasados.

La figura más emblemática es una cabeza de caballo, grabada con un nivel de detalle que sorprende por su precisión en las facciones y el pelaje, considerada por muchos expertos como la imagen más representativa de la cueva y un ejemplo del arte rupestre en su estado más primitivo y elaborado.

Este conjunto de hallazgos no solo enriquece nuestro conocimiento sobre la historia de la península ibérica, sino que también plantea importantes reflexiones sobre la continuidad de la ocupación humana en la región. La presencia de vestigios desde el Paleolítico Medio hasta la Edad de Hierro evidencia una zona de gran atractivo estratégico y recursos naturales, que ha sido testigo de la evolución cultural y tecnológica de nuestros antepasados.

Además, estos descubrimientos refuerzan la importancia de proteger y promover el patrimonio arqueológico de Riba de Saelices, que puede convertirse en un referente para el turismo cultural y la investigación científica. La conservación de estos sitios es fundamental para entender mejor la historia de la humanidad en la península y para fomentar un mayor interés en la historia prehistórica y antigua de España.

El arqueólogo Juan Pérez, especialista en arte rupestre, señala: “La Cueva de los Casares es uno de los hallazgos más relevantes de la región, ya que nos permite entender no solo las habilidades artísticas de nuestros antepasados, sino también su relación con el entorno y su forma de interpretar el mundo que les rodeaba”.

Por su parte, la directora del Museo de Cuenca, María López, destaca la importancia de estos vestigios: “Estos hallazgos aportan una visión integral de la historia de la zona, desde los primeros habitantes hasta las civilizaciones que posteriormente poblaron la territorio. Es un patrimonio que debemos preservar y difundir”.

Así es la cueva de los Casares

La Cueva de los Casares es conocida por ser una cavidad que recoge un conjunto de grabados paleolíticos y se ha convertido en uno de los principales yacimientos musterienses en cueva de la meseta sur peninsular. Se trata de una cavidad caliza, de origen kárstico, situada a 1.050 metros de altitud, que se abre en el valle del río Linares, a su vez perteneciente a la cuenca del Alto Tajo. Tiene un recorrido de aproximadamente 230 metros de longitud y su altura varía entre los 1'50 y 6 metros con galerías que tienen una anchura de entre 0'40 y 3 metros.

Los primeros investigadores que estudiaron la cueva fueron los arqueólogos Juan Cabré Aguiló y su hija Encarnación Cabré Herreros, que descubrieron y dieron a conocer más de un centenar de figuras en distintas publicaciones científicas, algunas de carácter internacional.

La primera ocupación de la cueva data de hace 50.000 años en el Paleolítico Medio donde se han encontrado útiles de piedra tallada y un metacarpiano de una joven mujer neandertal. Unos 20.000 años después y durante otros 10.000 más, los homo sapiens representaron en sus paredes, por un lado, figuras relativas a la fauna, entre las que sobresalen varias especies como el rinoceronte, el ciervo, el caballo, el glotón y los peces realizados con gran naturismo; y por otro las representaciones humanas en diferentes actitudes, unas de la vida cotidiana y otras de difícil interpretación.

De todas estas pinturas y grabados la más representativa es una cabeza de caballo grabada con un gran detalle en las facciones y el pelo, que se ha tomado como imagen de la cueva. El significado de estas figuras siempre ha creado polémica entre los historiadores. Hay quien les otorga un sentido mágico, de propiciación de la caza y la fecundidad. Otros hablan de simplemente el arte por el arte, y otros proponen teorías en las que se habla de rituales chamánicos.

En la cueva de los Casares, Monumento Nacional desde 1934, se pueden apreciar pinturas rupestres que representan principalmente figuras de animales, como caballos, rinocerontes lanudos, ciervos y bisontes. Estas pinturas suelen ser de estilo esquemático y se encuentran en las paredes de la cueva, muchas de ellas conservadas en buen estado. Además de las figuras de animales, también se han hallado grabados y signos que podrían tener un significado simbólico o ritual, reflejando las creencias y prácticas de los primeros habitantes de la zona. La variedad y el nivel de detalle de estas pinturas ofrecen una visión fascinante de la vida y el arte de nuestros antepasados en el Paleolítico.