Sociedad
Adiós Loco de la colina
Hablé con Jesús Quintero hace un año, un número que no tenía agendado me llamó y, raro en mí, descolgué el teléfono con incertidumbre e intriga hacia lo desconocido.
Al otro lado una voz poderosa preguntó por mí y se presentó como Jesús Quintero; mi automatismo tiró millas hasta que de pronto caí en la cuenta de que era el gran periodista, la emoción del momento y una gran sonrisa se dibujaron en mi tono de voz.
Don Jesús me comentó que tenía grandes planes, grandes proyectos para volver con un programa magistral a las cadenas nacionales al estilo de “Ratones coloraos” y que estaba realmente entusiasmado, tenía la misma esencia, la misma vitalidad y una energía bárbara que podría lidiar con cualquier tema que le pusieran a la espalda.
Quedamos en volver a llamarnos y mi nuevo amigo terminó la conversación con un: –Hasta pronto-.
Hoy volviendo de viaje me ha saltado la alerta de noticias, y el terrible titular que estaba esperando saltó a mis ojos y golpeó mi cerebro. -¿Cómo es posible que don Jesús se haya ido ya? ¿Así, tan pronto? ¿De repente? ¡Es imposible!
Mis ojos se empañaron y tras respirar profundamente pude comprender que uno de mis referentes absolutos en el mundo de la comunicación se había ido. Se ha marchado discretamente, como era él, genio absoluto de las entrevistas y un artista de la comunicación humana, tal vez el último de su generación, el último de su escuela.
Quintero nos ha enseñado tanto que es insondable elegir el mejor momento, nos ha mostrado a corazón abierto tantas verdades como puños que incomodaron a los catedráticos del relativismo y que ensalzaron las bondades de los pensamientos en verso enamorado que es impensable seleccionar el mejor de sus mensajes.
Él ha sido y será siempre el artesano del periodismo bien hecho, de la televisión embriagadora, de las noches en vela pendientes de aquel micrófono dorado y de sus pausas que decían más que cualquier palabra en aquellos programas que uno podía paladear.
Hoy los humildes te velamos amigo, porque dejas huérfanos a muchos que siguen necesitando más televisión basada en las respuestas del alma.
Hoy, el humo, la luz tenue, las miradas cómplices y las medias sonrisas se apagan, se evaporan dejando un anhelo ya de otro tiempo, de otro lugar, de otro mañana.
El poderoso Don Quijote cabalga ya raudo hacia las estrellas, tras hacer mucho ruido, del bueno, del que suena a vida.
Hasta la vista don Jesús, tiene usted un plantel envidiable allá arriba para comenzar entrevistas celestiales, tal vez pueda seguir inspirándonos a los mortales con todo el material que pudo construir en esta nave tierra.
Hasta siempre Loco de la colina, gracias y vamos a ver qué pasa esta noche.
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