Opinión

Hijos del olvido

De vez en cuando, los gustosos de libros, recibimos una gratísima sorpresa: alguien nos sorprende con uno de esos textos de fascinante y obligada lectura, como es el caso que hoy nos ocupa: Hijos del olvido; un libro que, además de rescatar de la desmemoria a un puñado de españoles de trascendencia universal, resulta que son hijos de esta bendita tierra: castellanos y leoneses insignes, que con su sabiduría, inteligencia y tenacidad, lograron hacer un mundo más vividero y más humano.

Son sus autores Fernando Conde Parrado, entre los historiadores y promotores culturales verdaderamente sagaces y laboriosos con los que contamos, Francisco Javier Suárez de Vega, que es el máximo conocedor de nuestros archivos históricos, además de intuitivo ensayista, y el más perspicaz ilustrador de Prensa y fino humorista gráfico que tiene ahora mismo España, José María Nieto. ¡Casi nada! Por si fuera poco, cuenta con un prólogo de José F. Peláez, que es capaz de decir lo que es como es, con palabra fecunda, en apenas dos páginas, algo para lo que otros necesitarían cien, provocando en el amable lector un indeseable hartazgo de consideraciones innecesarias.

Pero vayamos al grano: ¿Sabía usted que Isabel La Católica tomó muchas de sus históricas decisiones asesorada por un Consejo de mujeres? ¿Que el helicóptero es un invento zamorano? ¿El libro electrónico, hijo de una maestra leonesa y no de Amazón? ¿Que una de las más afamadas novelas de caballerías fue escrita por una vallisoletana? ¿Que un dominico Soriano descubrió Las Galápagos, introdujo el cultivo del plátano en América y fue el primero en concebir el canal de Panamá, siglos antes de su inauguración? Que un caballero castellano aterrorizó con su flota las costas de Inglaterra; que el famoso toro de Osborne es obra de un segoviano genial, por cierto, buen catador de whisky; o que Valladolid es la única ciudad del planeta que ha tenido ininterrumpidamente un hospital psiquiátrico desde el siglo XV y otras muchas realidades, anécdotas y ricas semblanzas… ¿A que no?

Pues todas ellas y algunas más, con pelos y señales, son las que aparecen en este seductor libro que recupera la memoria y nos hace sentir orgullosos de nosotros mismos, algo que conviene considerar de vez en cuando y es muy sano. Lo dije hace unos días y lo repito hoy: la aparición de Hijos del Olvido es motivo de incancelable gratitud e inmensa alegría. Nuestro agradecimiento debe ser para Fernando Conde y Francisco Javier Suárez, por su agudeza, tesón y empeño, así como al talento de José María Nieto que sigue con nosotros y de aquí no se mueve, a pesar de las sustanciosas ofertas que le hacen, porque: “alguien se tiene que quedar en la meseta”.

¡Qué tío! Como muy bien dice José F. Peláez en su prólogo, “no estamos hablando de pequeñas anécdotas sin importancia, ni de personajes que vivieron en los márgenes, sino de primeros espadas, de figuras importantes de nuestra historia, de hechos trascendentales, en algún caso, para la humanidad”. Pero los españoles, tenemos la mala costumbre de menospreciar nuestra decisiva aportación a la historia y tantas acciones nobles y fértiles, como a lo largo de los siglos hemos encabezado.