
Sociedad
Atención singular ante una lucha individual
Juan Antonio, junto a su madre Inmaculada, afronta una nueva vida tras un accidente laboral gracias a la entrada en su día a día del ejercicio con pilates

No te lo esperas. Cuando tu hijo tiene 23 años, recibes una llamada para comunicarte que se ha caído por el hueco de un montacargas en su trabajo. Una vez en el lugar del accidente, lo ves fuera, tirado en el suelo, te dan sus cosas y objetos personales en un guante de látex y te advierten que no esperes nada”.
Del desahucio médico, de los meses de hospitales, de operaciones -y de la vida y la muerte- hasta la silla de ruedas y el retomar, tras mucho esfuerzo y “tesón”, un día a día lo más normalizado posible e independiente con movilidad.
Así es la historia de vida de Juan Antonio, contada en primera persona por su madre, Inmaculada, que se traduce en un caso que rebate lo que para muchos era un caso perdido, aunque sin querer ser, ni mucho menos, un ejemplo de superación para nadie.
El calendario vital pareció detenerse un 9 de octubre de 2007 y quedó en ‘stand by’ durante muchos meses tras una cruda lucha sanitaria y rehabilitadora, aunque ese calendario reanudó su marcha tras acabar en el centro de pilates de Chus Álvarez, en Valladolid, tras la recomendación de su práctica por parte del neurocirujano que le operó en la última operación de una hernia discal debido a las malas posturas y la falta de movimiento y actividad.
“Los primeros momentos son duros, pero siempre hay que pensar que todo va a ir a mejor, porque nada es imposible”, asegura a Ical el propio Juan Antonio, al mismo tiempo que defiende la importancia de fijar la “mirada hacia delante”, ya que “para ir hacia atrás ya están los cangrejos”, aclara.
La vida “cambia completamente y mucha gente que estaba a tu alrededor desaparece”, como amigos o pareja, pero lo que no se plantea es abandonar es el pilates, al que considera de manera coloquial como una especie de “secta” que le ha servido para “salir adelante”.
Especialistas y médicos le desahuciaron y advirtieron que prácticamente se quedaría en una silla de ruedas para toda la vida y no recuperaría movilidad en ciertas extremidades, pero todo cambió tras una evolución lenta, pero progresiva. “Lo primero que hice cuando volví a andar fue desplazarme al supermercado donde trabajaba y tuvo lugar el accidente”, relata.
Informarse sin rendición
“Los avances han sido magia, porque al cabo de un mes o quizás menos, a mi hijo se le notaba la postura, se le notaba el andar y al sentarse. Alucino en colores porque se sube a la cama, está mucho más rápido y más ágil”. Inmaculada traslada que Juan Antonio comenzó a entablar conversaciones que antes que no hacía, por lo que califica a pilates como la “gran salvación” de su hijo.
Hay muchas personas con daño cerebral adquirido o que han sufrido diversos accidentes que se encuentran “perdidas y sin información”, ya que “nadie te dice que puedes hacer” y todo se resume en darte un alta hospitalaria o asistencial y que “cada uno se las apañe como pueda”. “Cuando ves lo que se puede conseguir a través de pilates, en este caso, te preguntas por qué nadie lo había dicho antes y no dieron información”, lamenta.
Al echar la mirada atrás, todo se observa como un triunfo y cada día va a mejor, quien incide en que es necesario rodearse de familiares y amigos que colaboren, porque en estos casos “desaparece todo el mundo”.
Esa es la razón por la que Inmaculada afirma que no hay que darse por vencido y recomienda “ver, buscar y palpar” y, sobre todo, informarse. “A nosotros nos dijeron que no había nada que hacer, pero hemos peleado y aquí estamos”, apostilla a Ical.
Esfuerzo y constancia
Por su parte, Chus Álvarez, la responsable del estudio de Pilates, reconoce que el proceso ha sido duro, ya que Juan Antonio se caía en los primeros días, porque tenía muy poca estabilidad a nivel biomecánico, además de tener dañado el sentido propioceptivo, que es una de las cosas que “más trabaja cuando hay un accidente o una serie de patologías”.
Se sometió a un proceso de recuperación, lo que supuso un gran esfuerzo para retomar todo aquello que tenía “olvidado”, porque el “cuerpo es una máquina invencible”, aunque el problema radica en aquellos momentos en los que “uno se desconecta”. “No sabemos utilizar bien esa máquina y simplemente hay que conectarse con lo que somos, que es algo increíble”. Es decir, con “esa biomecánica espectacular y con un sistema propioceptivo que nos avisa y nos habla. Él tuvo paciencia y constancia, y llegó a conectar hasta el punto de lograr un cambio increíble”, subraya Álvarez.
Define a Juan Antonio como una persona “muy especial”, pero también “muy sensible”, lo que también da lugar a una “gran conexión”, por lo que es “maravilloso” a la hora de trabajar el cuerpo y “recuperar esa capacidad que, a veces, olvidamos”.
Aunque lleva dos años y medio en el centro de Chus Álvarez, pero los avances fueron mucho más rápidos, dado que, en algo más de un año, Juan Antonio ha logrado poder formar parte de sesiones y clases grupales al no requerir sujeción ni una atención continúa. Y es que, entró en silla de ruedas y ahora es capaz de subir escaleras. “Parece otra persona, pero la realidad es que sigue siendo la misma, pero tras conectar con él mismo”, comenta.
Chus Álvarez lamentó la tendencia existente desde muchos ámbitos en marcar a las personas con determinados diagnósticos a modo de “etiqueta” y un “sello”, lo que sentencia a “no poder salir”. Reconoce que es necesario poner nombre a lo que se tiene, pero a partir de ahí “hay que olvidarse” y poner a trabajar el cuerpo, el cual “funciona de una manera espectacular”, pese a que “se desconozca”.
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