
Sanidad
Investigadores de Castilla y León demuestran que detectar la fragilidad podría reducir las estancias y garantizar una hospitalización segura en pacientes cardíacos mayores
Uno de cada tres pacientes permanece más tiempo ingresado, lo que pone sobre la mesa la necesidad de implementar escalas de cribado y planes de cuidados individualizados

La fragilidad y el riesgo de caídas prolongan la estancia hospitalaria en pacientes mayores con enfermedades cardíacas, lo que exige detectar de forma temprana estas situaciones para mejorar la seguridad, la recuperación y la calidad de vida de los pacientes mayores ingresados por patologías cardíacas.
Es la principal conclusión de un estudio, que acaba de publicar la revista Nursing Reports, que han desarrollado un equipo de enfermeros y médicos de cardiología e investigación del Hospital Clínico Universitario y de la Universidad de Valladolid.
“La cronificación de las enfermedades ha cambiado las prioridades del sistema sanitario. Nuestros pacientes viven más, pero también con más enfermedades y más vulnerabilidad”, lo que obliga a adaptar el modelo sanitario a estos pacientes, explica a Ical el jefe de la Unidad de Enfermería de Formación del Clínico y coordinador de formación del Área de Enfermería, Noel Rivas González, uno de los autores principales del estudio, junto a María López Vallecillo,Belén Martín Gil, Mercedes Fernández Castro, María José Castro Alija, y al jefe del Servicio de Cardiología, Alberto San Román Calvar, bajo el marco de colaboración entre el Hospital Clínico Universitario y la Universidad de Valladolid.
El equipo analizó los datos de 144 pacientes ingresados en el Servicio de Cardiología entre 2022 y 2024, en lo que constituye uno de los primeros estudios españoles centrados específicamente en la relación entre fragilidad, riesgo de caída y hospitalización prolongada en personas mayores con cardiopatía.
Los resultados muestran que uno de cada tres pacientes (33 por ciento) presentaba fragilidad, un síndrome caracterizado por pérdida de fuerza y resistencia, que disminuye la capacidad del cuerpo para recuperarse ante una enfermedad o una intervención. Además, el 97 por ciento de los participantes presentaban algún grado de riesgo de caída, y más de un tercio de ellos mostraban un riesgo alto o muy alto, a lo que se une que el entorno hospitalario puede ser un ‘ambiente hostil’ que agrava estas condiciones’, precisa Rivas, quien destaca la importancia de la observación clínica enfermera para detectar estos riesgos desde los primeros días de ingreso.
Estancias más largas
La fragilidad tuvo un efecto claro en la duración de las hospitalizaciones. Los pacientes frágiles permanecieron ingresados una media de 10,6 días, frente a siete días en quienes no presentaban esta condición, es decir, tres más. Entre los factores asociados que aumentaron la probabilidad de fragilidad se identificaron la edad avanzada, un perímetro abdominal mayor, presión diastólica baja y un mayor nivel de dependencia funcional.
Esa prolongación de la estancia no solo repercute en el sistema sanitario, también afecta al propio paciente, puesto que el encamamiento prolongado, la pérdida de movilidad o la inmovilización agravan el deterioro físico y dificultan la recuperación posterior. Es un círculo que, a juicio de Rivas, hay que romper con una atención preventiva y personalizada.
Planes de cuidados
El estudio defiende que detectar la fragilidad en los primeros días de ingreso permitiría implementar planes de cuidados individualizados, prevenir caídas y reducir estancias hospitalarias. “Existen escalas de cribado bien validadas en la literatura científica, y el reto es adaptarlas al ritmo asistencial y a la realidad de cada unidad hospitalaria”, explica el investigador.
Actualmente, las sociedades científicas recomiendan valorar la fragilidad en pacientes con cardiopatía, aunque esta práctica está más extendida en atención primaria que en hospitalización aguda. Por ello, los autores abogan por incorporar sistemáticamente estas herramientas de valoración en las unidades de cardiología y en otros servicios que atienden a población mayor.
La investigación subraya el papel clave de los enfermeros en este proceso. “Los cuidados enfermeros son fundamentales en el manejo de los pacientes mayores, no solo por el seguimiento clínico, sino porque somos quienes más tiempo pasamos con ellos y podemos detectar esos pequeños signos de pérdida de fuerza o de equilibrio que preceden a una caída”, destaca Rivas.
Añade que la atención “debe ser multidisciplinar”: “Hoy no se puede entender la atención sanitaria sin ese trabajo en equipo. El paciente tiene que estar en el centro, y todos los profesionales debemos acompañarle en el proceso, no de forma individualizada, sino coordinada”.
Repercusiones y líneas futuras
El envejecimiento demográfico, especialmente acusado en comunidades como Castilla y León, hace prever un aumento de pacientes mayores y frágiles en los hospitales, advierte el investigador, de ahí que detectar y abordar esta condición de manera precoz será crucial para mantener la calidad asistencial y optimizar los recursos sanitarios.
Este estudio es un punto de partida, no un punto final. El equipo continúa investigando cómo la composición corporal, la diabetes o la obesidad influyen en la fragilidad de los pacientes cardiacos, así como la relación entre esta condición y el consumo de recursos sanitarios tras el alta hospitalaria.
“Lo que buscamos”, concluye, “es que cada paciente reciba la atención más adecuada, basada en su situación real. Si conseguimos detectar la fragilidad a tiempo, podemos prevenir complicaciones, mejorar la recuperación y, en definitiva, humanizar la asistencia hospitalaria”.
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