Cultura

Las ‘V’ rojas que guardan la memoria de los doctores de la Universidad

Valentín Gómez García, Tini, recoge el legado de su familia y continúa ilustrando con vítores la piedra de la Universidad de Salamanca

Valentín Gómez García, Tini, recoge el legado de su familia
Valentín Gómez García, Tini, recoge el legado de su familiaDavid Arranz/Ical

Objeto de miradas, de dudas curiosas. Como sellos estampados en la piedra dorada, los vítores se han convertido en uno de los símbolos más característicos de Salamanca. Esas ‘V’ que recorren diferentes tonalidades de la escala de rojos ubicadas en las paredes de sus edificios históricos, símbolos de la Universidad, y que han dado lugar a una tipografía sinigual que decora una gran cantidad de muros de la ciudad.

Estos vítores suponen un símbolo, como su propia palabra indica, de victoria. Un hurra por aquellos doctores que presentaban su tesis y cuyo logro ha quedado grabado para siempre en la piedra de Villamayor. Hace más de medio siglo, cuando comenzó esta tradición, eran los amigos los encargados de pintarlos, y el triunfo venía acompañado de comida y bebida. Estas pinturas las guardan ahora las paredes de los Patios de Escuelas de la capital charra.

Durante cientos de años la costumbre se mantuvo y se extendió al resto de edificios y facultades de la ciudad. Durante la posguerra, hubo un pequeño parón. Y fue a partir de los años 50 cuando el padre de Valentín Gómez García, conocido como Tini, retomó la pintura de estos símbolos. Una tradición que fue recuperada de la mano de Emilio Gómez Marcos, pintor de la Universidad, y cuyo legado tomó su hijo en el año 1985 y continúa en la actualidad.

“Yo empecé viéndolo”, rememora Tini a Ical. El pintor recuerda cómo su padre le daba un refresco y un bocadillo, y le sentaba junto a él mientras trabajaba y le explicaba la teoría. Después, en casa, llegaba la práctica. Sobre una piedra practicaba aprendiendo a trazar las letras, el vítor y el tamaño. “Claro, yo pintaba mal”, reconoce entre risas, pero sabiendo que todo el mundo empieza por algo, y que, pese a su habilidad para el dibujo y la pintura, la rotulación era un “mundo aparte”.

Un ensayo a base de prueba y error. Piedra tras piedra, Tini fue perfeccionando la técnica, hasta que su pincel grabó su primer vítor en la Facultad de Filología. Ahora pierde la cuenta. El artista alcanza a estimar que entre 1.500 y 2.000 de estas estampas llevan su firma en las nueve facultades de Salamanca, además de en el resto de edificios históricos en los que también ilustra rótulos. Bajo su pincel, recuerda con cariño algunas ‘V’ que guardan la memoria histórica de Francisco Tomás y Valiente, el de Unicef o el del emperador japonés Hirohito.

Estampas en sangre de toro

El de Enrique Tierno Galván, Adolfo Suárez o el reciente honorífico a Santa Teresa de Jesús son algunos de los vítores que se entremezclan con nombres anónimos en las paredes de la facultad. Cada uno de un tamaño, una tonalidad de rojo, en ocasiones otros colores, como el verde para algunos biólogos, o con símbolos y letras, acompañados del año de defensa de la tesis. Elementos que solicitan los doctores pero que el pintor, purista, reniega de ilustrar.

La demanda durante los siglos ha hecho que los muros de las facultades de la ciudad del Tormes hayan quedado sin apenas hueco para seguir pintándolos. Hace años las peticiones eran más escasas, pero ahora, según explica Tini, pueden llegar a pintar más de un centenar al año. Cualquier persona que haya aprobado su tesis en la Universidad de Salamanca tiene derecho a ello. Requisito indispensable, pues si ha sido titulado como doctor en otra, no puede optar a uno. El proceso es sencillo: solicita a la Universidad el vítor, y, tras aprobar la petición, deberá abonar 100 euros para tener su símbolo de victoria ligado para siempre a las paredes de la Universidad.

El procedimiento ha cambiado con los años. El color rojo de estas estampas proviene del material con el que se hacía en un inicio: sangre de toro. El almagre era la técnica utilizada en la Edad Media para pintarlos, un mejunje compuesto por la sangre de este animal, más pimentón, para darle el color; aceite de oliva, para que ligue la mezcla y óxido de hierro, para que se fijase en la pared. Este compuesto permitía que los símbolos de victoria quedasen grabados durante más de cinco siglos en la piedra. Pese a haber utilizado este método en alguna ocasión, Tini ahora los pinta con pintura acrílica, tinte y fijador.

Continuar la tradición

Al igual que su padre, Tini quiere ahora que su hija Ana tome su legado. La joven, que acaba de terminar su carrera en Educación, ya ha despertado la curiosidad por el oficio de su familia. Y, de la misma manera que hacían con él, su padre tiene claro que quiere que su hija aprenda el trabajo, y poco a poco le va enseñando y le deja practicar.

Tras llenar facultades de ‘V’ rojas, alcanzar los huecos más altos de las paredes y los dinteles y los arcos de las puertas, la memoria del pintor, al igual que los muros, guarda historias y anécdotas de lugares a los que no hubiera accedido de no ser por su profesión. Es el caso de la Sala de manuscritos e incunables de la Biblioteca General Histórica de la Universidad de Salamanca, donde restauró una inscripción oculta tras los libros. “Estás tocando algo que es noble”, sintió Tini, como sensación que guarda en sus recuerdos.

Además, rememora el caso de la residencia Hernán Cortés, donde borraron 50 vítores tras limpiar la fachada. Un trabajo que le encomendaron remediar con un CD, donde todos estaban grabados, y reprodujo uno a uno en cuadrículas para que estuvieran en el mismo sitio en una fachada de cinco plantas de altura.

Señas de identidad en muros repletos de pinturas. Homenaje a quienes volcaron su dedicación y esfuerzo en doctorarse en la Universidad de Salamanca. Nombres anónimos, recientes, junto a otros que permanecen en la memoria colectiva desde hace siglos. Los vítores de la Universidad de Salamanca son señal de victoria que homenajea, símbolo de orgullo tanto para quienes lo lograron como para la familia que mantiene viva esta tradición y continúa con un legado que es seña de identidad en la piedra dorada de Villamayor.