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Los Reyes Católicos pierden calorías

El Teatre Lliure recupera el montaje «Feísima enfermedad y muy triste muerte de la reina Isabel I», el espectáculo con el que se dieron a conocer hace diez años La Calórica

Dos actores interpretan a los Reyes Católicos para intentargenerar una disrupción y «desacralizar a los personajes»
Dos actores interpretan a los Reyes Católicos para intentargenerar una disrupción y «desacralizar a los personajes»larazon

Cuando Isabel la Católica tenía tres años, vio junto a un tocador de su cuarto un hermoso y elegante guante dorado. Al acercarse, vio con sorpresa que aquel guante era enorme. Y no sólo enorme, sino enormísima. Sólo podía ser de la mano de un gigante de al menos ocho metros de altura. Esto la preocupó porque significaba que un monstruo de ocho metros de altura había perdido un guante en su habitación, y no era un guante cualquiera, era uno dorado que seguro que estaría buscando con desesperación.

Estaba tan asustada que nunca se había sentido menos real en su vida Acababa de llegar con su madre y su hermano Alfonso a la villa de Arévalo, en la actual provincia de Ávila, y estaba triste e intranquila. Lo único que hacía era escuchar cómo la leían libros religiosos con la esperanza de encontrar allí la calma que necesitaba. Madre, madre, gritó aquella noche a su madre, madre, y le enseñó aquel enorme guante dorado. Su madre, Isabel de Portugal, le arrancó el guante de forma precipitada y le preguntó nerviosa dónde había encontrado eso. Isabel la Católica supo entonces que su madre había perdido la cabeza y que no se quería parecer en nada a ella. Las dos habían reaccionado igual ante aquel guante y eso era intolerable.

Su padre, Juan II de Castilla, hacía poco que había fallecido e Isabel lo echaba de menos. No recordaba sus manos. Intentó pensar si Juan II de Castilla tenía manos enormes, pero no, no las tenía. Pensó en sus tíos y tampoco tenían manos gigantes. Pensó en sus gigantes, pero no tenía gigantes, sólo un primo tonto, pero no era lo mismo. Entonces miró sus propias manos y las vio sonrosadas y pequeñitas, pero decidió, en ese momento, que serían suficientes para llenar guantes enormes.

En ese momento, le volvió a coger el guante de las manos de su madre y le dijo con seriedad: las he encontrado en mi estancia, junto al tocador, así que está claro que son míos y me van de fábula. Por tanto, di a nuestros sirvientes que me hagan uno igual porque he perdido el de la mano derecha. No sé qué he hecho con él porque es muy grande, pero en todo caso es mío y quiero la pareja para poder ponérmelos. Su madre Isabel de Portugal, que había perdido la cabeza, pensó que perder un guante era todavía más grave y lloró.

El Teatre Lliure recupera en Gràcia a una de esas obras que ha marcado la suerte de toda una generación de amantes del teatro, «Feísima enfermedad y muy triste muerte de la reina Isabel I» de la compañía La Calòrica. La obra sirvió hace diez años para presentar al mundo a un grupo teatral que se ha establecido como una de las potencias creativas más interesantes de la última década, con obras como «Fairfly» y «Els ocells». La obra se estrenó en el Institut del Teatre y luego pasó por el Versus Teatre. Ahora regresa a la cartelera más «grotesca» que nunca, «abierto en las costuras» y actualizada a un tiempo más convulso si cabe. «Hemos intentado afilar la línea política del espectáculo, pero sin que se note las diferencias», señala el dramaturgo Joan Yago.

La obra no es una visión positiva de la monarca, como lo puede ser su reciente versión televisica, sino que es un estudio irónico y despiadado de la que fue «una genocida que expulsó a los judíos y a los gitanos y que fue en cierto modo la ideóloga de la Inquisición», en opinión de la compañía. «Y una de las cosas más terribles que hizo fue la de reforzar la idea de España», apuntan, un apartado que han remarcado en esta nueva adaptación de su obra original. «La obra sigue funcionando como un tiro y no se ve donde se han empalmado las partes nuevas y las viejas», dijo Yago, quien avisa que el espectador puede salir conmocionado del montaje.

El ridículo del poder

Aunque el verdadero tema de la obra es el ridículo detrás del poder y, sobre todo, de aferrarse a él a toda costa. Por ello, la compañía pone el foco en la megalomanía que para La Calórica, siempre tuvieron los Reyes Católicos, sobre los que pesaban mantras de poder, inmortalidad y autoridad, y quienes eran responsables de «actitudes grotescas», como comer con las manos, que se visibilizan en la obra. El espectáculo, que podrá verse hasta el 31 de enero, muestra a una corte castellana con Isabel y Fernando a la espera de que llegue su hija porque la reina está muriendo. Con seis actores en el elenco, tanto Isabel como Fernando lo interpretan dos hombres, mientras que el cardenal lo interpreta una mujer para generar una disrupción y «desacralizar a los personajes». No ha habido una revisión de género en el personaje de Juana «La Loca», sino una negación de su apelativo.