John F. Kennedy
El barco que convirtió en héroe a Kennedy
Aparece en el fondo de un río el PT-59, el patrullero en el que navegó durante la Segunda Guerra Mundial
A veces no basta solamente con bucear en archivos desclasificados para poder conocer los secretos de un presidente como John F. Kennedy. También puede ayudar bastante el meterse literalmente debajo del agua para recuperar uno de los episodios menos conocido del político antes de que llegara a la Casa Blanca. «The New York Times» ha confirmado esta semana la aparición de los restos de lo que fue un bote patrullero de alta velocidad de la Armada de Estados Unidos. Se trata del PT-59, una nave que tuvo como capitán a un joven Kennedy durante la Segunda Guerra Mundial.
Desde hace días se trabaja en la posibilidad de reflotarlo de las aguas del río Harlem, en Nueva York. En esta zona se estaban realizando labores para la construcción de un muro con el fin de evitar inundaciones en un depósito destinado a ferrocarriles en Manhattan. Fue en el transcurso de estas obras cuando aparecieron los restos del PT-59. No se trata, pues, de un episodio menor en la biografía de JFK. Su heroica carrera durante el conflicto bélico, tanto al mando del PT-59 como de otra nave llamada PT-109, fueron muy importantes para dar un primer impulso en su carrera política al situarlo justamente como un héroe de guerra.
El torpedero patrullero se construyó para la Armada estadounidense en 1941 en los astilleros de Bayonne, Nueva Jersey. Uno de sus primeros cometidos fue la protección del Canal de Panamá, que muchos veían como uno de los principales objetivos de las tropas japonesas contra Estados Unidos. En septiembre de 1943, el teniente John F. Kennedy asumió el mando de la nave tras haber sorprendido a todos tomando el control, unos meses antes, del PT-109 que fue embestido y hundido por un destructor nipón, aunque afortunadamente no hubo víctimas mortales. El PT-59 era un poco más pequeño, pero sí contaba con armamento más pesado que el PT-109. Kennedy lo dirigió frente a las costas de las islas Salomón hasta que unos fuertes dolores de espalda –que lo acompañarían para el resto de su vida– y la pérdida de peso lo obligaron a regresar a su país. Tras el final de la contienda el barco fue vendido y tuvo usos menos bélicos, ya que fue utilizado por pescadores que lo alquilaban para salir a faenar en alta mar, además de hacer las veces de casa flotante en el río. Con el tiempo, la nave se fue degradando hasta acabar hundiéndose en lo más profundo de las aguas del río Harlem.
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