Txani Rodríguez: “Con la pandemia nos hemos dado cuenta de que no conocíamos el nombre del de enfrente”

La periodista y escritora Txani Rodríguez tenía preparada una nueva novela que debía haber visto la luz antes de que el coronavirus lo destruyera todo. Ahora, por fin, llega a las librerías “Los últimos románticos”, de la mano de Seix Barral, donde la autora nos trae la historia de Irune, una mujer cuya vida transcurre entre su casa y la fábrica de papel en la que trabaja.

-Es evidente que un escritor no puede saber qué ocurrirá en el futuro mientras escribe una novela, pero en “Los últimos románticos” aparece una crisis en una fábrica que no está muy lejos de lo que está ocurriendo ahora. Parece que su libro es muy oportuno.

-Sí y por desgracia lo vamos a ver más. Sí, desde luego es una casualidad porque lleva mucho tiempo concluir un libro. No había hecho una reflexión sobre las conexiones con la pandemia hasta que empezó la locura con el papel higiénico. La protagonista trabaja en una fábrica de papel, hace papel higiénico y flores para la tumba de sus padres con este material. Creo que había reflexionado sobre algunos aspectos de la sociedad que estaban mal, pero con la pandemia eso ha aflorado a la superficie. Se ha visto con claridad las carencias que había, como los cuidados a mayores que son un tema importante en la novela. También estaba la escasa solidaridad entre trabajadores, algo en lo que no nos ayudará mucho el teletrabajo.

-Los vecinos también tienen un especial protagonismo en su novela.

-Sí y ahora con la pandemia nos hemos dado cuenta de que no sabíamos el nombre del de enfrente. Esas carencias, como las que señalaba antes, ya estaban antes.

-Y la soledad que su protagonista intenta salvar hablando con un teleoperador de Renfe.

-La soledad es una constante en mí y yo la temo. No me importa decirlo. Me refiero a la soledad que tiene que ver con el aislamiento, no con estar sola. Como le pasa a la protagonista, es el no tener a nadie a quien contarle lo que te pasa y poder hacerlo sin tener la sensación de que le estás dando la turrada a la otra persona. Irune no tiene a nadie, pero un día se topa con un operador de la Renfe que es amable con ella y entre los dos se crea una conexión. Supongo que a veces hay personas que se encuentran y en algo se reconocen. Es mejor hablar en persona con la gente, pero hay veces en las que tienes al lado a gente que pasa de ti y no te apoya. Yo he recibido mucho apoyo a través del teléfono.

-Su libro se titula “Los últimos románticos”. ¿No pensó en “La última romántica” que es lo que parece el personaje de Irune?

-Pues no. Había más títulos y los fui desechando. Luego, pensándolo bien, como me gusta mucho Quique González, en una canción tiene un verso en el que dice: “Las siete y media, los últimos románticos. / Se acaban acostando con cualquiera”. No fue de manera consciente, pero es probable que ese verso resonara en mí. También Baroja tiene una novela homónima, pero si tuviera que señalar a alguien como influencia para el título sería a González.

-¿Qué hay de Irune en usted?

-Supongo que bastante, aunque es algo que ni yo misma sé. Por ejemplo, está el miedo a la soledad. Soy hija de un obrero de aceros. Soy muy aprensiva, pero no creo que sea tan especial como Irune porque ella hace unas lecturas de la realidad bastante estrafalarias. Mi intención no era, desde luego, hacer un trasunto de mi persona porque lo que quiero es que sea ficción ficción. Lo que ocurre es que siempre tomamos cosas que tenemos a mano. Tampoco creo que se deban esconder los miedos del autor.

-Le dedica el libro a todas las personas que fueron amables con usted.

-Sí, aquellos que te tratan con amabilidad. La amabilidad no cuesta nada y me conmueve cuando alguien cae en la calle y es socorrido. Cosas que deberían ser de lo más normal, pero que hay que celebrarlas.